A lo largo del territorio nacional se encuentran varias rutas relacionadas con la gastronomía y las diferentes bebidas de producción española. A unos sesenta kilómetros de Barcelona se encuentra una de ellas: la ruta del cava. La importancia de esta bebida espumosa en esta zona catalana es tal que supone la amplia mayoría de su producción. El Penedès, conocida como ‘La toscana Española’, concentra más del 95% de la producción y Sant Sadurní d’Anoia más del 75%.

La tradición en la elaboración del cava se remonta a 1872, constituyéndose cien años más tarde el Consejo Regulador de Vinos Espumosos y en 1993 el primer Consejo Regulador del Cava.

Se sitúa a Josep Raventós, de Codorniu, como el primero que elaboró 3.000 botellas de cava siguiendo el método de la segunda fermentación. La producción fue aumentando en la casa, así como otros comenzaron a desarrollar esta actividad. En 1920, el cava consiguió una postura importante en el mercado, que se consolidó en los años ochenta.

Para conocer con todo detalle el proceso de elaboración del cava, así como sus largos años de historia y la cultura que se ha montado en torno a ello, es importante acudir a los lugares donde se produce.

Sant Sadurní d’Anoia es la capital del cava, con más de ochenta cavas distribuidoras: las cavas salpican los campos y permiten conocer el proceso que se desarrolla para la producción de esta bebida espumosa. Es aquí donde se encuentran las cavas Codorniu, del arquitecto modernista Puig i Cadafalch, con 26 kilómetros de cavas subterráneas.

También se encuentra en esta localidad las famosas cavas Freixenet, Torrelló, Raventós i Blanc y Gramona. En su casco antiguo se pueden contemplar edificaciones modernistas, como las casas de Lluís M. Güell o los almacenes Santacana Roig, de Domènech Boada. Además, para aprender historia y tradición del cava no puede olvidarse el Centro de Interpretación del Cava, pero tampoco la fábrica-museo de Chocolate Simón Coll. Para terminar el día en esta localidad catana conviene contemplar las vistas del posiblemente más bello mirador del Penedès, en el Castillo de Subirats.

El siguiente hito de la ruta gastronómica y enológica es Subirats. Desde lo alto, en el castillo se ofrece una panorámica de los viñedos que rodean a la ciudad y, una vez en el núcleo, la Torre ramona acoge la sede de la Cofradía del Cava en una casa solariega. Otro alimento estrella de Subirats es el melocotón de Ordal.

Vilafranca del Penedès, a una hora aproximadamente de Barcelona, es otro lugar imprescindible en la ruta del cava. Es donde se sitúan las muestras más antiguas del cultivo de la vid y la producción en Cataluña de vinos. El VINSEUM- Museo de las culturas del Vino, situado en la antigua casa palaciega de los reyes de la Corona de Aragón, es una parada obligatoria. Vilafranca del Penedès es una atractiva ciudad que combina un casco histórico medieval con interesantes reminiscencias de la arquitectura modernista. La taberna del Museo en su patio gótico es uno de los lugares más destacados para probar la bebida estrella de la comarca.

Uno de los secretos mejor guardados del Penedès es la localidad de La Granada: una auténtica masía modernista. La familia Ferré Catasús posee esta masía que actúa como bodega y como restaurante, conocida como El Sumoll. Del mismo modo, Sant Martí Sarroca se trata de un pequeño núcleo histórico donde se puede descubrir una de las joyas medievales de Cataluña.

Después de un recorrido por una carretera de sinuosas curvas e impresionantes vistas se llega a la localidad de Castellví de Rosanes. La cava familiar Canals & Canals ofrece una visita guiada por su museo privado, siendo el único de este estilo en toda España. Es aquí donde se enseña y muestra toda la historia del vino recopilada en más de dos mil piezas que han viajado desde el antiguo Egipto hasta la actualidad.

Como punto final de la ruta se encuentra Gelida. A esta ciudad se le ha otorgado el distintivo de ser la primera ciudad que tuvo funicular, un transporte de lujo para las clases más altas barcelonesas. En su centro histórico se pueden contemplar casas modernistas y pasear por sus empinadas calles. Al igual que otras de las paradas en esta ruta, hay que subir hasta el mirador del Castillo de Gelida, donde se ofrecen imágenes espectaculares de los viñedos, además de la montaña de Montserrat.

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