“El jardín de Francia” se encuentra en el tramo más apacible del río Loira. Un precioso paisaje de colinas suaves, bosques frondosos y viñedos benefactores. El territorio que reyes y nobles galos eligieron para edificar sus residencias de verano. Un valle, de belleza espléndida, decorado con maravillosos palacios.

Chambord, Amboise o Chenonceau destacan entre los más de cincuenta castillos declarados Patrimonio de la Humanidad. Joyas de la arquitectura renacentista que se concentran en la curva que el Loira describe entre Blois y Saumur.

Las puertas del jardín de Francia

Blois y Saumur son los dos extremos de la ruta más bella del Loira. Dos ciudades de trazado medieval que, por supuesto, poseen castillo propio. El de Saumur fue erigido en el siglo X como fortaleza defensiva pero, con la llegada del Renacimiento, los Duques de Anjou modificaron completamente su estética. Saumur fue conocida como la Perla de Anjou, ciudad de vino y caballos.

Las bodegas de sus blancos y espumosos poseen fama internacional y su Escuela de Caballería nació en el siglo XVII. Desde entonces, la Escuela Ecuestre, es una de las más importantes de Europa y sus espectáculos uno de sus grandes atractivos. La ciudad blanca, del color de la toba calcárea empleada en la construcción, luce brillantes tejados de pizarra y plazas como la de Saint Pierre. La plaza que sirve de centro y referencia en el entramado de calles y callejas, por las que se reparten iglesias y curiosos museos.

La otra entrada, a la ruta de los castillos más hermosos, es Blois. La ciudad medieval también se asienta a la orilla del Loira. Es uno de los lugares más emblemáticos del magnífico valle. Fue capital de Francia durante el siglo XVI. Su Castillo Real es un símbolo de poder y una magnífica muestra de la vida de la corte francesa durante el exquisito Renacimiento francés. Fue residencia de siete reyes y diez reinas y posee cuatro alas diferenciadas por su estilo arquitectónico.

Castillo de Blois.

Castillo de Blois.

Hogar de intrigas reales, con algún asesinato incluido, y sede de siglos de historia y arte. Contiene elegantes aposentos reales e increíbles colecciones de arte, muebles y objetos de la época. Es todo un Museo de Bellas Artes, el icono de un casco antiguo con el que comparte antigüedad y por el que se reparten palacetes orgullosos de sus escudos nobiliarios, calles empinadas y casa de madera.

A lo largo del Valle del Loira, entre Blois y Saumur, se dispersan aquellas antiguas fortalezas medievales que se vistieron de glamuroso renacimiento. A tan solo 15 kilómetros de Blois se encuentra el imponente palacio de Chambord.

Castillo de Chambord, el más grande

Un fastuoso capricho del rey Francisco I, el príncipe renacentista amante de las artes y las letras. Grandes maestros italianos se encargaron del elegante diseño de los espacios. El imponente palacio dispone de más de 400 estancias, 360 chimeneas y decenas de escalinatas. Sin duda, la más espectacular es su escalera helicoidal. Dos espirales superpuestas, en un único hueco, por las que dos personas pueden subir y bajar sin cruzarse. Algunos atribuyen su autoría al mismísimo Leonardo Da Vinci. El castillo está situado junto al río Loira, entre magníficos bosques que servían al monarca francés para practicar la caza. Sus terrazas se abren a los magníficos paisajes del entorno.

Castillo de Chambord.

Castillo de Chambord.

Castillo de Amboise, el más antiguo

Nació como una fortificación en la roca, en época celta. Aquella fortaleza defensiva también se transformó en magnífico palacio renacentista. Durante los siglos XV y XVI sirvió de “guardería” a los herederos de la corona francesa, los reyes de las Casas de Valois y Borbón.

El hermoso recinto amurallado, situado en el centro de la coqueta localidad de Amboise, posee la única torre de Francia a la que es posible subir montado a caballo. Padeció la destrucción, durante las guerras y la Revolución Francesa. Y, a pesar de haber ejercido como cárcel y hospital de guerra, exhibe hermosos salones, chimeneas y espléndidas réplicas de muebles. Una historia compartida con famosos personajes como el gran genio del Renacimiento. Leonard Da Vinci vivió en Amboise durante los tres últimos años de su vida. Su tumba se encuentra en la capilla de Saint Hubert, ubicada en la explanada superior del palacio; un excelente mirador.

Castillo de Chenonceau, la belleza más refinada

El magnífico palacio se eleva sobre el agua. Es conocido como el Castillo de las Damas. Fueron ellas las que, durante cinco siglos, se encargaron de su construcción y diseño. Catalina de Médici ordenó levantar una magnífica galería de dos plantas sobre el puente que atraviesa el río Cher. Sobre esos mismos pilares se instalaron las cocinas que, actualmente, continúan dotadas de los utensilios y todos los elementos de la época, incluidos hornos, carnicería y despensa.

Castillo de Chenonceau.

Castillo de Chenonceau.

El vestíbulo central divide las estancias que se comunican por una escalera recta, al estilo de los palacios venecianos. Mobiliario exquisito, paredes decoradas con grandes tapices de Flandes y una gran colección de pinturas de maestros como Rubens, Van Loo, Van Dyck o Murillo. Otra Dama, Luisa de Lorena recibió en el palacio a personalidades como Voltaire, Montesquieu o Rousseau. Al enviudar, la esposa de Enrique III, mandó pintar sus aposentos de negro. Resulta impactante penetrar en esas estancias lúgubres y luctuosas.

En el exterior, abundan hermosos paseos flanqueados por naranjos, arbustos y flores. Un laberinto circular, jardines como el de Diana de Poitiers con sus rosales trepadores o los parterres de flores del Jardín de Catalina de Médici embellecen, aún más, el magnífico palacio blanco propio de algún cuento.

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