Decía Marilyn Monroe que “los diamantes son el mejor amigo de una mujer”. Y, también, el gran símbolo del lujo para cualquier sexo. Algún legendario ladrón de “guante blanco” anotaría en su agenda: objetivo, diamantes / ciudad, Amberes.

Amberes es la capital mundial de los diamantes. La Bolsa, en realidad cuatro mercados de cotización. Los artesanos, expertos en tallar, pulir y dotar de gran belleza a cada una de las valiosos piedras. Y el comercio, el gran negocio mundial de compra y venta. Una urbe seductora y hogar del gran maestro barroco de la pintura flamenca. La ciudad belga presume, desde hace cinco siglos, de ser una de las más ricas del norte de Europa. Su boyante economía siempre ha estado vinculada a su gran aliado, el río Escalda. Y, la exclusiva mercancía sigue ocupando el centro histórico de la ciudad.

La ciudad de los diamantes

Una ciudad portuaria siempre dinámica, moderna y cosmopolita. El Escalda es la vía fluvial que ayudó a sus ciudadanos a convertirse en hábiles comerciantes y empresarios. El mismo cauce por el que, desde la Edad Media, llegan valiosas piedras en bruto que los artesanos transforman en codiciadas joyas. Ya en el siglo XVI, los expertos talladores de Amberes alcanzaron una gran reputación. Fue, entonces, cuando se unieron para crear el primer gremio de talladores de diamantes. Muchos de los edificios señoriales de Amberes proceden de aquella época.

Las preciosas lonjas gremiales del siglo XVI, con sus tejados escalonados, aún ocupan las plazas del casco histórico. Cuatro calles constituyen el llamado Centro Mundial de Diamantes de Amberes. Una zona protegida con grandes medidas de seguridad. Nadie ha olvidado “el atraco del Siglo”. En 2003, una banda de ladrones, “La escuela de Turín”, consiguió apropiarse de un botín estimado en cien millones de dólares, sorteando toda la seguridad del Centro. Ni los diamantes ni el oro han sido recuperados.

Palacios y mansiones monumentales se reparten por todo el casco antiguo de la ciudad. Grote Markt, la Plaza Mayor, está rodeada por hermosas construcciones renacentistas de los siglos XVI y XVII. El magnífico edificio del Ayuntamiento, Stadhuis, es un bello ejemplo de aquellos años de esplendor. Una fachada de más 90 metros de largo, en la que se combinan el estilo flamenco y el del renacimiento italiano. En la parte más elevada de la zona frontal aparece la estatua de una Virgen María, de la misma época. La primera de las cientos de figuras que se reparten por Amberes. Y, abajo, en medio del empedrado de la plaza, se asienta la Fuente de Brabo con sus esculturas de bronce.

Muy cerca, dentro del Barrio de los Diamantes, se encuentra lo que algunos llaman la catedral del ferrocarril. Un deslumbrante edificio de hierro y piedra, impresionante por fuera y por dentro. Es la Estación Central, una de las más hermosas del mundo. Pero, la ruta de los diamantes de Amberes no puede finalizar sin llegar hasta La Casa Museo de los Diamantes, el Diva. Un glamuroso recorrido por la lujosa mansión de una gran dama, ficticia, en la que el mayordomo se encarga de recibir a los invitados. Seis salas en las que se contemplan objetos de gran valor, todos originales y con historia. Más de 600 joyas o porcelanas, incluso, algunas un tanto extravagantes y ostentosas como una raqueta de tenis repleta de diamantes.

El otro lujo de Amberes

Mansiones, templos, conventos y museos exhiben obras del maestro del barroco flamenco, Pedro Pablo Rubens. El pintor dejó un gran legado en su ciudad. Y, Amberes le devolvió el cariño homenajeando su figura con estatuas repartidas por el núcleo urbano. Sus pinturas decoran la mayoría de las antiguas iglesias, pero la más famosa es San Carlos Borromeo, la primera iglesia barroca de Flandes. Se encargó de la decoración de techos, pintó retablos y diseñó el altar mayor dedicado a la Virgen, conocido como “la Capilla Rubens”. La Catedral de Amberes, una joya del gótico en el exterior y del barroco en su interior, custodia algunas de las obras más famosas del pintor como el “Descendimiento de la Cruz”.

Es muy sencillo seguir las huellas de Rubens hasta su propia casa. Un impresionante palacete, Rubenshuis, situado en la Plaza Wapper. El imponente pórtico y el pabellón del jardín han sido restaurados recientemente. Columnas y esculturas adornan una buena parte de la fachada posterior, y el interior también dispone de un jardín de estilo renacentista. Un elegante hogar, en el que el adinerado pintor pasaba las horas trabajando en su taller y aislado del mundo. Su biblioteca posee una de las colecciones más completas del siglo XVI y XVII y entre los objetos del arista aparecen cuadernos con reflexiones sobre óptica, arquitectura o anatomía. Además de disfrutar del “buen vivir” que tanto apreciaba, la gran fortuna del genio flamenco le permitió adquirir una magnífica colección de obras de grandes aristas. Dicen que acumuló más de mil piezas.

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