Una noche mágica. Alegría, ilusiones y buenos deseos se desatan con la bajada de la bola en Nueva York, las campanas en Japón o las uvas en España.

Noche Vieja de tradiciones, de fuera lo viejo y entre lo nuevo. La media noche es el momento del tránsito, de alegre despedida del año que se va y celebraciones por el que llega. Tiempo para invocar a la esperanza y renovar sueños. Plazas, calles, hogares y familias enteras participan en concentraciones multitudinarias, largos festejos nocturnos y ritos de buena suerte.

La gran bola neoyorkina de Times Square

La célebre plaza de Manhattan, en el cruce de Broadway con la Séptima Avenida, es el centro de ocio más grande de Nueva York. Fachadas y chaflanes decorados con inmensos “carteles” plagados de luz y color, atractivos gigantes luminosos que aportan toda la espectacularidad y cierta locura a la plaza más conocida del planeta. Bares, restaurantes, teatros, museos, todo se agolpa en el centro neoyorkino de las aglomeraciones multitudinarias.

Pero, desde hace más de cien años, la estrella de Times Square es una gran bola de casi cuatro metros de diámetro y más de cinco mil kilos de peso, instalada en el edificio One Times. Miles de cristales tallados y LEDS la convierten en un caleidoscopio gigante con posibilidad de proyectar hasta 16 millones de colores. Cada 31 de diciembre la “Ball Drop”, caída de la bola, concentra a cerca de un millón de personas en la mítica plaza. A las 23:59, la muchedumbre comienza a corear la cuenta atrás, que culmina con la caída total de la bola y el comienzo del Año Nuevo. Emoción, luz y color revientan en el cielo neoyorkino, estalla la celebración del Año Nuevo y el confeti inunda la plaza.

Esa misma plaza de bullicio, ruido y caos aparente, ofrece interesantes atracciones. La gran figura de algún famoso espera a la puerta de Madame Tussauds. El Museo de cera es el lugar ideal para hacerse todos los selfies con famosos de la música, el cine, los deportes o la política. Desde Marilyn o Di Caprio hasta Madonna, Michael Jackson, Obama, Trump o Messi, posan para todas las fotos sin rechistar.

Otro de los museos más curiosos de Times Square es Ripley's Believe it Or Not. El museo de las cosas increíbles dispone de veinte galerías en las que las fotografías también serán para enseñar. Verse colgando del Empire State, comprobar cómo quedaría nuestra cabeza metida en un frasco o entrar en un agujero negro en el que ni el suelo ni el techo existen. Aunque, esto puede no resultar tan insólito tras los abundantes brindis de la larga Noche Vieja.

Sake, fideos y campanadas japonesas

Los japoneses aprovechan los días previos a la Noche Vieja para olvidar el año. Bônenkai se celebra durante los últimos días de diciembre y la tradición consiste en hartarse de sake. "Bebe y olvídalo" sería la traducción más fiel. Celebración de alto grado etílico que habitualmente se comparte con amigos o compañeros de trabajo.

La limpieza general del hogar es imprescindible para recibir al nuevo año. Todo un ritual en el que deshacerse de los enseres viejos y dejar espacio para almacenar la prosperidad del año que llega. Los ritos de buena suerte nipones continúan con una cena de Noche Vieja, tranquila y familiar, en la que nunca falta un cuenco con larguísimos fideos. Sorberlos durante la cena es, según sus creencias, la forma de conseguir mayor longevidad. Y después de la cena, a media noche, la tradición más sonora del cambio de año.

Todos los templos budistas tañen sus enormes campanas en el mismo instante de la llegada del nuevo año. 108 campanadas para liberar los 108 deseos mundanos que, según la doctrina budista, causan el sufrimiento humano. A partir de ese momento comienza el "hatsumode", la primera visita del año al templo para tocar la campana, realizar plegarias y pedir deseos para el Año Nuevo.

En los alrededores de los santuarios se encienden grandes hogueras en las que se queman los amuletos utilizados a lo largo del año viejo. Después, en el mismo templo se adquieren los amuletos para los doce meses siguientes. Solo durante el “hatsumode” el templo Meiji Jingu, el más famoso de Tokio, recibe más de tres millones de visitas.

Doce uvas españolas y un reloj

Una por cada mes del nuevo año. Las uvas de la suerte se toman al ritmo de las doce campanadas del reloj de la antigua Real Casa de Correos, actualmente la sede de la Presidencia de la Comunidad de Madrid. El reloj fue instalado en la torre hace más de 150 años y, por aquel entonces, muchas personas se acercaban a la Puerta del Sol para poder escuchar las campanadas. El templete del torreón madrileño, se construyó para dar cabida a todo el mecanismo de ese reloj que, cada año, consigue que media España se atragante intentando averiguar cuándo debe comenzar a tomar las uvas.

Esas polémicas uvas nacieron con la costumbre de la burguesía, de finales del siglo XIX, de tomar uvas y vino espumoso durante la cena de Noche Vieja. Una moda adoptada de la elegante Francia que brindaba con uvas y champagne. Algunos madrileños decidieron imitar esa tradición burguesa tomando las uvas durante la Noche Vieja al ritmo de las campanadas de la Puerta del Sol. La mayor popularidad de las doce uvas de la suerte llegó durante un excedente de esta fruta. Los hábiles productores alicantinos decidieron dar salida al producto, con un precio más bajo. Se desconoce cuánto tiempo pasó hasta que su hábil campaña de marketing se convirtió en un rotundo e histórico éxito, algo que, evidentemente, sucedió. Cada año, la Puerta del Sol acoge a miles de españoles y turistas decididos a abarrotar la plaza para recibir, con doce uvas y champán, la llegada del Año Nuevo.

Madrid, Tokio, Nueva York o cualquier lugar del mundo, celebran la llegada del Año Nuevo. Diferentes tradiciones, fiestas, bebidas, ritos o amuletos, pero todas con algo en común: buenos deseos, muchos besos, abrazos y, sobre todo, toneladas de esperanza e ilusión para el año que empieza.

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