Viajar produce emociones y experimentarlas es sinónimo de sentirse vivo. El miedo entra en esa misma categoría y nos resulta extrañamente atrayente. Nuestro cerebro genera adrenalina y nos obliga a ponernos en alerta. Una emoción intensa que se añade al recorrido.

Los Cárpatos Vampirescos

Uno de los grandes clásicos de la novela y el cine nos lleva hasta Rumanía. Bran está ubicada en Los Cárpatos, en Transilvania. La pequeña y hermosa ciudad rumana recibe grandes oleadas de turistas, de todo el mundo, atraídos por el vampiro más famoso de todos los tiempos, el Conde Drácula.

Salas de cine en las que se proyectan películas de miedo, terroríficas fiestas de disfraces a media noche, conciertos góticos de rock en verano y paquetes turísticos con todo el marketing vampírico imaginable. Dominando el pintoresco lugar se encuentra su castillo, actualmente museo y origen de este centro turístico internacional, en el que poco o nada habitó el protagonista real de la novela de Bram Stoker.

Interior del Castillo de Bran en Rumanía.

Sin embargo, la fortaleza descrita por el escritor irlandés, en el siglo XIX, tiene muchas similitudes con el Castillo de Bran. El palacio dispone de cerca de sesenta habitaciones a las que se accede a través de estrechas y serpenteantes escaleras y pasajes subterráneos que comunican muchas de las estancias y dormitorios. Los muebles y las antiguas armaduras, de los siglos XIV al XVIII, decoran cada rincón de la que fue la residencia de la reina Marie (1920 a 1957). La reina rumana era una gran admiradora de la novela de Stoker y bautizó su castillo con el nombre de “Dracula” (diablo, en rumano).

Pero, el verdadero inspirador de la historia vampírica era el príncipe Vlad Tepes, también conocido como Vlad Dracul o Vlad el empalador, señor feudal de Los Cárpatos y Príncipe de Valaquia -Rumanía-. Su residencia es más difícil de alcanzar. El castillo de Poenari se encuentra en el corazón de los Cárpatos. Una ruta por un magnífico bosque habitado por osos y casi 1.500 escalones conducen a esta fortaleza, en la que varias figuras empaladas reciben al visitante. La ciudadela es originaria del siglo XIII y está ubicada en la cima de un barranco de rocas escarpadas.

Monasterio de Curtea de Arges, en Rumanía.

Para llegar es necesario tomar la carretera de Transfagarasan por el acceso Sur, la misma zona en la que se encuentra el magnífico monasterio de Curtea de Arges. La vía está considerada como una de las más espectaculares del mundo y cruza los Cárpatos de Norte a Sur. Las Montañas Fagaras, las más altas de los Cárpatos rumanos, cascadas, glaciares, lagos y bosques de leyenda nos acompañarán en un trayecto inolvidable por la hermosa Rumanía.

Haití y el vudú

El pequeño país caribeño es un compendio de historia y cultura africana y cuna del vudú. Frecuente víctima de hambrunas y terremotos resucita en su capital, Puerto Príncipe con su Palacio Nacional, la Catedral de la Santa Trinidad o la Plaza de los Campos de Marte, centro de reunión de lugareños y visitantes, siempre animada por las cafeterías y los vendedores ambulantes. Las gingerbread houses, casas de pan de jengibre, calificadas así por los turistas norteamericanos del siglo pasado, son preciosas casas coloniales de estilo victoriano pintadas en colores pastel. Grandes atractivos turísticos que la potente naturaleza deteriora o destruye con cierta frecuencia. Tanto, que en la otra mitad de la isla, República Dominicana, muchos lo atribuyen a su falta de creencias cristianas y sus prácticas de vudú.

Ciudadela de Laferrière en Haití.

Sacrificios rituales, trances como forma de comunicarse con los dioses, ritos y pociones capaces de matar y convertir, después, a los muertos en seres vivientes, sin voluntad propia, sometidos a los deseos del hechicero. En Haití siguen vigentes los misterios y las leyendas que generaron un mito tan taquillero como el de los “zombies”, aunque poco o nada de ese rentable negocio tenga que ver con sus vidas. Y, sin embargo, son muchos los visitantes convencidos de que en toda leyenda existen destellos de verdad.

La Galicia del Licántropo

El hombre lobo es otro de esos iconos del terror que siguen generando ficciones muy lucrativas. Sin embargo, la realidad supera a la ficción y la Galicia española lo sabe. Durante el siglo XIX, uno de los vecinos de la Aldea de Couso Galán fue autor confeso de trece asesinatos, en los bosques cercanos, y está catalogado como el único caso documentado de Licantropía clínica. Manuel Blanco Romasanta, el sacamantecas, el hombre del saco, el psicópata bajito que padecía una extraña enfermedad que le equiparó con la leyenda.

Boceto del rostos de Manuel Blanco Romasanta.

La aldea abandonada del “hombre lobo”, situada a 50 kilómetros de Orense y a 40 de Portugal, fue reconstruida y reconvertida, a principios de este siglo, en un hermoso complejo rural. En la aldea de Couso Galán se organizan rutas turísticas y recorridos por los maravillosos parajes gallegos que ocultan auténticas postales como los parajes de San Mamede, Rebordechao y A Ermida, el pueblo en el que estuvo escondido este personaje tan maléficamente humano.

Las Brujas de Zugarramundi

Zugarramundi se encuentra a muy pocos kilómetros de la frontera con Francia. Con apenas 250 habitantes, la población aparece en medio de un magnífico paisaje de pinos y castaños. Los senderos que recorren el valle del Baztán no reparan en fronteras y, en el pasado, fueron bien utilizados por los contrabandistas. El más importante nos conecta con la brujería. Las cuevas de Zugarramurdi están unidas con las de Sara y Urdax, en zona francesa. El recorrido no supera los doce kilómetros.

Zorginen Leizea, la cueva de las brujas, en Zugarramundi.

Zorginen Leizea, la cueva de las brujas, resulta tan sugerente como su nombre. La cavidad principal de la gruta se llama Infernuko Erreka, regata del infierno, y se encuentra al lado del prado llamado Campo del Macho Cabrío, Akelarre, un término autóctono y conocido mundialmente. La gruta fue utilizada, durante siglos, para practicar ritos paganos y preparar remedios naturales con plantas o medicinas ancestrales. Pero, se convirtió en objetivo de la Inquisición atribuyendo a sus visitantes ritos y prácticas satánicas. Cincuenta y tres vecinos de Zugarramurdi fueron torturados y condenados y, al menos, once de ellos ardieron en la hoguera.

En el siglo XVII sus brujas y sus Akelarres, de invocación demoníaca, convirtieron a Zugarramurdi en un lugar maldito. Fue el proceso de brujería más conocido de toda Europa y toda aquella historia de brujería y “locura Inquisitorial” se encuentra recogida y expuesta en su Museo de las Brujas. En el pueblo, separado de la cueva por apenas quinientos metros, la arquitectura típica se mezcla con los palacios señoriales. Zugarramurdi y sus cuevas se esconden en un entorno natural tan evocador que incita a creer que la magia, realmente, existe.