Aunque recorrió buena parte de Europa ejerciendo de artista, diplomático e incluso espía, fue en la ciudad flamenca donde el célebre pintor pasó la mayor parte de su vida, y allí terminó convirtiéndose en una de las figuras más sobresalientes de la Historia del Arte. No es de extrañar, por tanto, que el casco histórico de Amberes esté todavía hoy salpicado de huellas que delatan el paso del maestro por la animada urbe, orgullo de los amberinos.

Pedro Pablo Rubens debía haber nacido en la ciudad bañada por las aguas del Escalda pero el destino –disfrazado de guerras de religión–, quiso que viniera al mundo en la alemana Siegen, donde se habían refugiado sus padres –de fe calvinista–, huyendo de la persecución que en aquellos años sufrían los protestantes en los Países Bajos españoles. Tras la muerte del cabeza de familia, Rubens, su madre y sus hermanos –ya convertidos al catolicismo– regresaron a Amberes en 1589, donde Pedro Pablo comenzó la formación que le llevaría a convertirse en el artista más admirado de su tiempo.

En la Groenplaats, la animada plaza que se abre en el corazón de la ciudad antigua, puede verse desde 1843 una vistosa escultura de bronce que representa al maestro, erigida precisamente para conmemorar el bicentenario de su muerte. A unos pasos de allí, subiendo por la calle Jan Blomstraat en dirección a la catedral, el visitante se encuentra con el edificio en el que siglos atrás se ubicaba la escuela de latín del maestro Rumbold Verdonck (Papenstraatje, 1), con quien el pequeño Rubens –tenía entonces 12 años– inició sus estudios.

Javier García Blanco

A sólo unos metros –imposible no verla con esa gigantesca torre que sirve de faro para los turistas–, se yergue orgullosa la catedral de Nuestra Señora, el templo gótico más grande y de mayor altura de toda Bélgica. La relación de este hermoso santuario con Rubens no es banal, pues en su interior pueden contemplarse cuatro grandes obras –en tamaño y en calidad– del pintor flamenco.

En la capilla de Nuestra Señora de la Paz se encuentra un tríptico representando La Resurrección de Cristo, obra que creó para decorar la tumba de los impresores Jan Moretus y Martina Plantin. Sobre el altar mayor destaca una impresionante Asunción de la Virgen, y en otros puntos del templo nos sorprenden sendos trípticos, El alzamiento de la cruz y un Descendimiento encargado por su amigo y mecenas, Nicolaas Rockox, para el gremio de los arcabuceros.

LAS IGLESIAS DE RUBENS

Saliendo de la catedral y caminando en dirección norte, el visitante se topa sin remedio con la Grote Markt (Plaza Mayor), donde se alza el espectacular edificio del Ayuntamiento, máximo exponente de la edad de oro de Amberes, como protagonista indiscutible. A su regreso de Italia en 1608, Rubens recibió el encargo de realizar una pintura que decorase el salón de estado, con el tema de la Adoración de los Reyes Magos.

Javier García Blanco

Aunque el magnífico lienzo ya no se encuentra en el edificio –forma parte de las más de noventa pinturas del maestro que atesora hoy el Museo del Prado–, supuso un encargo clave en la carrera de Rubens, pues le decidió a permanecer en Amberes, desechando su regreso a Italia. En la misma plaza, en el número 7, se encuentra un edificio que albergó en tiempos al gremio de San Lucas, la cofradía de pintores de la que el genio fue miembro y maestro desde 1598, cuando tenía 21 años.

Si caminamos desde la Grote Markt por la calle Hofstraat acabamos llegando a la iglesia de San Pablo, bastión de los dominicos en la ciudad. El prior de la orden a comienzos del siglo XVII, Michael Ophovius, fue retratado por el artista, quien además participó en el diseño de su monumento funerario, conservado también en el templo. Además, la iglesia dominica cuenta en su interior con otros tres lienzos del genio flamenco.

Muy cerca de allí, en la apacible plaza Hendrik Conscienceplein –bautizada así en honor al escritor del siglo XIX–, descubrimos más “pistas” del paso de Rubens. Allí se encuentra la iglesia de San Carlos Borromeo, un templo dedicado originalmente a San Ignacio, fundador de los jesuitas. Esta iglesia fue construida entre 1615 y 1621 por dos arquitectos de la orden, pero buena parte del diseño –en especial su hermosa fachada y la torre del reloj– se lo debemos a la fiebre creativa de nuestro protagonista, quien además diseñó el altar mayor y pintó dos retablos con temas jesuíticos: Los milagros de San Ignacio de Loyola y Los milagros de San Francisco Javier.

Javier García Blanco

Estas dos obras ya no se encuentran en el templo, pues la emperatriz María Teresa de Austria se las llevó en el siglo XVIII a Viena, pero a cambio sí podemos disfrutar de la llamada “capilla de Rubens”, un espacio dedicado a la Virgen María, también decorado por el maestro. Por desgracia, una de las obras más monumentales de Rubens, una serie de 39 pinturas que decoraban los techos de las naves, se perdieron para siempre durante un voraz incendio que azotó a la iglesia en 1718. Sólo una de las pinturas, con el tema de El regreso de la Sagrada Familia desde Egipto, se conserva en la actualidad.

ROCKOX, EL ALCALDE HUMANISTA

El pago de esta única pintura superviviente corrió a cargo del alcalde Nicolaas Rockox, quien fuera uno de los más fieles amigos y habitual mecenas de Rubens. Nuestra próxima parada nos lleva precisamente hasta la antigua vivienda del burgomaestre, situada en el número 10-12 de la calle Keizerstraat, en su época una de las más ricas y elegantes de toda Amberes.

Rockox había encargado a Rubens obras de gran importancia para la ciudad, como la Adoración para el Ayuntamiento o el Descendimiento del gremio de arcabuceros para la catedral, y no dejó escapar la oportunidad de encomendarle varias obras para su hermosa mansión, entre otras una pintura con el tema de Sansón y Dalila, además de un tríptico que decoraría su capilla funeraria. El amigo de Rubens gobernó Amberes hasta en nueve ocasiones, pero destacó además por su erudición y amor a las artes y el humanismo.

En su mansión, que el pintor visitó en incontables ocasiones, Rockox reunió una impresionante colección de antigüedades, esculturas y pinturas, con obras de grandes maestros como Pieter Brueghel, Quinten Metsys o Van Dyck, además del propio Rubens. En la actualidad la Rockoxhuis –con su jardín restaurado para reflejar su aspecto original–, es un pequeño pero fascinante museo de encanto exquisito, en el que pueden contemplarse algunas de las obras más sobresalientes de la pintura flamenca de los siglos XVI y XVII.

Dejando atrás la calle de la casa Rockox, y girando a la derecha hasta llegar a la Lange Nieuwstraat, nos encontramos frente a otro de los templos de importancia capital en la vida de Rubens: la iglesia de Sint Jacob (Santiago). Cuando el pintor se estableció en su casa-taller de la plaza Wapper, a solo unas calles de distancia, él y su familia acudían diariamente a escuchar misa a este templo. Fue también allí donde se casó con su segunda esposa, Helena Fourment –37 años más joven que él–, y donde fueron bautizados varios de sus hijos. Allí se encuentran, además, la capilla fúnebre de Rockox y su esposa, la española Adriana Pérez –diseñada por el artista–, y también la cripta familiar del propio Rubens, donde descansan sus restos y los de 42 de sus descendientes.

Javier García Blanco

Desde la iglesia de Santiago hasta la siguiente etapa de la “ruta Rubens” hay apenas cinco minutos caminando. El Rubenianum (Kolverniersstraat, 20) es un centro de investigación dedicado en exclusiva a estudiar la vida y obra del maestro flamenco. El edificio en el que se encuentra ubicado no es otro que la antigua sede del gremio de arcabuceros, el mismo que presidió durante años el omnipresente Rockox, y del que fue miembro honorífico el propio artista.

Al otro lado de la calle, en la plaza Wapper, se levanta el auténtico “templo” de Rubens en Amberes: su casa-taller. El pintor la adquirió en 1610, poco después de su regreso de Italia, pero no comenzó a residir en ella hasta 1618, debido a las numerosas ampliaciones y remodelaciones diseñadas por el propio artista, que dieron forma a una bellísima mansión de estilo italiano con toques flamencos y un jardín de aires renacentistas.

Rubens convirtió su morada en un auténtico museo en el que reunió hermosas obras de arte de diferentes artistas, una rica biblioteca y un taller en el que adiestró a pintores de la talla de Van Dyck o Frans Snyders. Desde 1946 la Rubenshuis está abierta al público como museo, y desde el pórtico que se abre al jardín, sendas estatuas de Mercurio y Minerva –alegorías de las artes y el conocimiento–, saludan en silencio a todos aquellos que acuden para descubrir dónde y cómo vivió el pincel más hábil de su tiempo.

GUÍA DE VIAJE

Cómo llegar. En la actualidad hay cinco compañías aéreas que vuelan desde España al aeropuerto de Zaventem (Bruselas): Brussels Airlines, Iberia, Vueling, Air Europa y Ryanair. Esta última, además, vuela también al aeropuerto de Charleroi (a unos 60 km de la capital). Desde Zaventen, hay conexiones directas por tren con la bellísima estación central de Amberes (dos trenes cada hora, con horarios diferentes en fin de semana) y autobús.

Dónde alojarse. El hotel ‘T Sandt (Zand 13-19) se encuentra en el corazón del casco antiguo, muy cerca de todos los atractivos turísticos. Además cuenta con un acogedor jardín de invierno de estilo italiano, ideal para descansar tras una jornada recorriendo la ciudad.

Dónde comer. Para seguir con la ruta artística incluso durante la comida, nada mejor que acudir al Grand Café Horta (Hopland, 2, muy cerca de la Rubenshuis), decorado con vigas diseñadas por Victor Horta, el genio de Art Nouveau. Los amantes de la cerveza pueden hacer una rápida escapada a ’T Pakuis, una cervecería casera ubicada en un antiguo almacén del barrio sur.

Más información: Turismo de Flandes y Bruselas

Javier García Blanco

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