La izquierda no soporta que le “canten” las verdades
Mientras España lidia con uno de los gobiernos más desacreditados de su historia, con escándalos que salpican hasta la moqueta de La Moncloa, hay quien prefiere invertir su tiempo en perseguir a un grupo de música que —¡oh, sacrilegio!— no entona loas al sanchismo.
Ese es el caso del concejal socialista Borja Sanjuán, que en su caída en desgracia dentro del PSOE local, desplazado por la nueva lideresa Pilar Bernabé, ha encontrado en Los Meconios un blanco fácil para intentar recuperar protagonismo. Su pecado: hacer sátira política sin arrodillarse ante el catecismo ideológico de la izquierda.
Lo inquietante no es solo el intento de censura, sino el envoltorio con el que tratan de disfrazarla: una supuesta defensa de la "ética democrática". Y lo dicen quienes aplaudían a Valtònyc, condenado por enaltecer a ETA, y defendían a Pablo Hasél mientras insultaba a la Guardia Civil y celebraba atentados terroristas.
¿Dónde estaba la izquierda cuando el humorista Xavi Castillo denigraba, insultaba y humillaba a la alcaldesa de Valencia Rita Barberá? Aplaudiendo en primera fila
Los mismos que ahora se escandalizan porque dos músicos valencianos hacen humor desde una perspectiva diferente. Lo que antes defendían como “creación artística”, hoy es "discurso de odio". Curiosa transformación.
Pero, el verdadero problema no está en las letras ni en el tono. El problema es que no controlan el mensaje. La izquierda no soporta perder el monopolio del relato cultural y mediático que ha construido durante años.
Por eso, cuando alguien desafina fuera de su partitura, su reacción es inmediata: censura, cancelación y linchamiento. Da igual si es música, literatura o teatro. Lo importante es que no se salga del guion.
Resulta especialmente grotesco que quienes gobiernan con los votos de Bildu hablen ahora de “moral democrática”. Los mismos que acuden con normalidad a conciertos de Fermín Muguruza, donde se cantan fugas de presos de ETA, ahora se echan las manos a la cabeza porque un grupo ironiza sobre Ábalos, Koldo o Cerdán. ¿Doble rasero? No: hipocresía en estado puro.
La cultura no es un cortijo de partido. Es pluralidad, es crítica, es sátira. Incluso cuando incomoda. Especialmente cuando incomoda. Una democracia sana no necesita unanimidad, necesita libertad. Y lo peligroso no es lo que canta un grupo. Lo grave es que desde las instituciones se intente dictar qué se puede decir, quién puede actuar y qué es aceptable escuchar.
El caso de Los Meconios no es un episodio aislado. Es síntoma de una deriva más profunda: la izquierda ha confundido libertad de expresión con el derecho a no ser molestada. Y cada vez que alguien cuestiona su dogma, se activa la maquinaria del señalamiento, la cancelación y la etiqueta fácil: “fascista”, “machista”, “ultra”.
Pero esto ya no cuela. Hay una mayoría de españoles, cada vez más, que no está dispuesta a vivir en una España silenciada por la corrección política y la censura ideológica.
Frente a quienes quieren imponer un pensamiento único, la respuesta de este Ayuntamiento, del Gobierno de Mª José Catalá es clara: más libertad, más pluralidad, más democracia. Porque ni la sátira ni la crítica necesitan permiso para existir. Y desde luego, mucho menos el visto bueno del PSOE.
Juan Carlos Caballero es portavoz del Ayuntamiento de Valencia