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La música en directo vuelve a una renovada Sala Karma en Pontevedra

Tras más de 550 días cerrada, la sala de conciertos pontevedresa abría sus puertas a finales de agosto para "volver a ver bailar y sudar al público"
Sala Karma en Pontevedra.
Beatriz Císcar
Sala Karma en Pontevedra.
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Después de un año y medio con la persiana bajada, Marcos Rivas y su equipo reabrían la Sala Karma el pasado 28 de agosto. Una imagen renovada, un espacio amplío y blanco y muchísimas ganas de volver a empezar recibían a sus primeros visitantes en un concierto que traía la música en directo de vuelta a la sala después de 552 días de cierre. "Sentadiños" y con un aforo del 50% trataron de recuperar la normalidad en la sala de conciertos más concurrida de Pontevedra.

"Es bonito volver a ver a la gente sudar dentro de tu local", dice Marcos, "tenemos que volver a vivir". Desde su reapertura, no obstante, han tenido que ir con mucho tiento y haciéndolo todo "muy poco a poco". De hecho, reconoce que han tenido que cambiar los horarios de apertura de la sala para adaptarse a esta nueva realidad. "Abrimos más temprano para que la gente pueda venir a tomarse un vino o una caña, ya no podemos ser solo ese pub que abría hasta tarde".

El dueño de la sala reconoce que "ha sido muy emocionante ver que todos nuestros clientes de siempre han vuelto: en el Karma hay varias generaciones de pontevedreses y todos han vuelto para apoyarnos, y eso emociona a cualquier hostelero". Por eso han seguido abriendo como club, por las noches, con sus DJs residentes y "la música indie de siempre".

También han tratado de reinventar su programación, "porque tenemos que seguir cumpliendo con las normas y aforos y, sobre todo, luchando por que la gente cumpla con el uso de la mascarilla". Por eso han intentado programar algún monólogo, aunque reconoce que "no acaban de arrancar". La idea, no obstante, es seguir contando con este tipo de espectáculos, más adaptados a la necesidad de estar sentados y mantener la distancia de seguridad entre los clientes.

Año nuevo, vida nueva

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Desde su cierre en marzo de 2020, Marcos Rivas decidió darle una vuelta de tuerca al local y a la imagen de la Sala Karma "para hacerla más pontevedresa". Hace algunos meses el dueño de este local contaba a Treintayseis que ya antes del cierre habían comenzado a hacer un rebranding y un cambio de imagen que transformó el logo y el merchandising del club.

El diseño, que corrió a cargo de Guillotina Estudio, pretende renovar la imagen del Karma con un aspecto "limpio, blanco y, sobre todo, muy pontevedrés". De hecho, Marcos reconoce que la elección del color blanco para un local de ocio nocturno es muy arriesgada, porque ya se ve sucio y solo llevan dos semanas abiertos. "A mí me encanta que se note la suciedad, porque eso significa que está viniendo gente a vernos".

Además, han incluido imágenes de Valle Inclán con tentáculos de pulpo, al "cocodrilo surfeiro" del Lérez, e incluso han incluido su mítica frase de "mételle fume ao baterista" en camisetas, bolsos y demás material. "Se han diseñado imágenes que mezclan Pontevedra con el local, que acercan la Sala Karma a todo lo pontevedrés".

La vuelta de la sala de conciertos

Ahora, Marcos dice que están buscando artistas para retomar la actividad que mejor se les da: ser una sala de conciertos de referencia. "El problema son los aforos, porque muchos artistas grandes no quieren venir a conciertos de solo 100 personas", así que están preparando un invierno en el que mezclen artistas locales con algún concierto patrocinado, "traeremos a Ortiga con Momentos Alhambra en diciembre e intentaremos buscar más patrocinios porque será lo que mejor nos funcione".

Cada fin de semana, la música corre a cargo de los DJs residentes (Foto: Beatriz Císcar)

"Estamos trabajando en hablar con managers y volver a tener a los artistas de siempre, querríamos repetir los sold out de los artistas que vinieron antes del cierre". Rivas se refiere a los conciertos de Novedades Carminha, Ladilla Rusa, Carolina Durante o Wyoming y Los Insolventes, entre otros, que lograron agotar entradas en el primer trimestre de 2020.

No obstante, Rivas sabe que "hasta que no acaben los festivales no tendremos tantas ventas como querríamos". Pontevedra, dice, "no es una ciudad que venda muchas entradas para artistas locales", así que solo queda esperar a que el otoño traiga la calma y los conciertos en salas vuelvan a ser un buen reclamo. "No tengo nada en contra de los festivales, me encanta ir y disfrutarlos, pero nos hacen una competencia enorme y es muy difícil competir con ellos".

Por el momento confiesa que tienen otros "dos o tres" conciertos cerrados, pero todavía no puede desvelar qué artistas vendrán. Las bandas que vendrán a la sala pontevedresa, dice Marcos, son "las de siempre" del Karma mezcladas con artistas que han conseguido triunfar durante la pandemia.

El hastío de la hostelería

Marcos Rivas, como muchos hosteleros, está cansado de las trabas burocráticas que ha habido para la reapertura y de la ingente cantidad de medidas restrictivas a las que tienen que adaptarse para volver a su actividad. "Estamos incluso irascibles, sentimos que se está jugando con nuestra salud y nuestra economía: estamos más endeudados que nunca".

En el interior del local es obligatorio guardar la distancia de seguridad y mantener la mascarilla puesta excepto si se está consumiendo (Foto: Beatriz Císcar)

Hace referencia a la vuelta a la normalidad de otros países europeos, en los que ya se han eliminado las mascarillas y la gente está volviendo a hacer vida como antes de la pandemia. "Aquí las restricciones son cada vez más fuertes, siento que todo es ya un sinsentido. Primero nos dejan abrir con medidores de CO2, ahora tenemos que hacernos PCR periódicas y llevar mascarillas FFP2... considero que nos están haciendo gastar dinero inútilmente".

De hecho, las salas viguesas contaban a este medio que las ganas de reabrir están "empatadas" con la incertidumbre que vive el sector ahora mismo, en el que no se sabe siquiera qué medidas habrá a una semana vista. Por el momento, habrá que disfrutar del presente y confiar en los números, que auguran que la "normalidad" real está cada vez más cerca.

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