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Tribuna Abierta

Divagaciones sobre la autoestima

La psicóloga del Centro Lingoreta reflexiona sobre la necesidad de revisar nuestro pasado, pensamientos y valores para lograr educar y tratar a los hijos en un entorno favorable para el desarrollo del amor propio
Carlota Villar Montero
Por Carlota Villar Montero

En mi opinión, mucho se habla de la autoestima pero, muy poco sabemos de ella o muy poco nos paramos a pensar verdaderamente en ella. Grosso modo, sabemos que se refiere al amor que sentimos por nosotros mismos, cuánto nos queremos y, a menudo, empleamos frases del tipo: "si tú no te quieres nadie te va a querer" o "tienes que confiar en ti mismo para tener éxito". Pero… ¿cuánta ayuda le brindan realmente estas frases a quien las recibe? Quizás le hagan sentir culpable, una vez más, por no quererse lo suficiente.

Desde que somos pequeños/as, somos constantemente evaluados/as y tenemos que alcanzar unos objetivos o unas expectativas, que en un primer momento impone el entorno, pero que poco a poco iremos interiorizando como propios. El alcanzarlos o no determinará en cada momento si soy o no lo suficientemente bueno/a. Sabemos que nadie es perfecto, que la vida está llena de errores y que de ellos se aprende, pero mientras crecemos muchas veces no hay comprensión de verdad hacia esos errores. Por tanto, un niño puede ser un mentiroso porque ha dicho algunas mentiras, un vago porque le da pereza ponerse a hacer los deberes, un desobediente porque no siempre hace lo que le ordenan, un egoísta porque a veces no le gusta dejar sus juguetes, o sencillamente es malo porque se ha dejado llevar por las emociones y se ha comportado de manera agresiva.

Las críticas son constantes y muchas de ellas van forjando poco a poco la identidad de la persona. Es asombroso a veces tomar conciencia de la poca consideración y respeto que guardamos hacia los niños, a los que se les exige, en cambio, que en muchas ocasiones tengan un comportamiento impecable, con el poco conocimiento y experiencia que tienen todavía del mundo. De esta forma, les hacemos sentir culpables o avergonzados por un comportamiento desviado de la norma y los humillamos contando en voz alta eso tan malo que han hecho. A veces, no les damos tregua ni descanso de sus quehaceres si se sienten tristes, abatidos o agotados y les acusamos un montón de veces de no esforzarse lo suficiente.

A menudo, en terapia, identifico una de las ideas irracionales que definió el psicoterapeuta cognitivo Albert Ellis: "Para considerarse uno mismo valioso se debe ser muy competente, suficiente y capaz de lograr cualquier cosa en todos los aspectos posibles". Esta idea nos lleva a la eterna lucha de lograr una perfección que de sobra sabemos que no existe, pero la seguimos buscando, porque en algún momento aprendimos que esa era la forma de lograr la aprobación de las personas que son importantes para nosotros.

Claro que esto no se soluciona tratando de evitar a los niños todo sufrimiento, dándoles la solución ante cualquier problema, permitiéndoles todo o alabándoles de manera exagerada. Pues bien sabemos que la sobreprotección tampoco favorece la autoestima, más bien limita el desarrollo íntegro de la persona, favorece la inseguridad y la baja capacidad de resolver problemas. Quizás, simplemente se trata de permitirles ser libremente, emocionarse, fracasar, equivocarse y rectificar, sin culpabilizar, avergonzar o recriminar, sino acompañar y dar confianza, comprensión, respeto y amor.

Pero mientras escribo esto me pregunto… ¿Cuánto les puede ayudar a unos padres leer algo así? Quizás, les haga sentir culpables, una vez más, por no ser lo suficientemente buenos padres. Pues, la gran mayoría intentan hacer lo mejor para sus hijos con la experiencia y conocimientos que tienen.

Y es que dentro de cada uno de nosotros, ya adultos, seguimos teniendo a ese niño constantemente juzgado al que le gustaría hacerlo todo perfecto y que no se liberará de sus cadenas hasta que no haya perdido la necesidad de demostrarle al mundo lo valioso, exitoso, competente y fuerte que es. Por desgracia no hay fórmulas mágicas ni rápidas para ello ni frases salvadoras, sino un largo trabajo de revisar nuestro pasado, nuestra identidad, nuestros pensamientos, nuestros valores... y rehacer expectativas e ideales.

Quizás lo que digo en estas líneas no son más que obviedades o esa es, en parte, la sensación que tengo. Quizás, considero que no soy lo suficientemente buena. Obviedades o no creo que a veces estas cosas se nos olvidan y que es importante pararse a reflexionar sobre ellas.

Carlota Villar Montero
Carlota Villar Montero
Licenciada en psicología y máster en Psicología General Sanitaria. Formación en cursos de rehabilitación neuropsicológica y primeros auxilios psicológicos. Ha desarrollado parte de su carrera profesional en el sector sanitario y asociativo a través de programas terapéuticos de intervención en trastornos del neurodesarrollo y enfermedad mental grave, y ha realizado un trabajo de investigación sobre la influencia de las emociones morales en las conductas relacionadas con la alimentación. Actualmente es psicóloga del Centro Lingoreta donde realiza evaluaciones psicodiagnósticas y tratamiento cognitivo-conductual con población infanto-juvenil.