Alerta en Galicia tras los incendios por la llegada de la lluvia: Puede tener efectos perniciosos

Alerta en Galicia tras los incendios por la llegada de la lluvia: "Puede tener efectos perniciosos" Antonio Galvez Lopez / Shutterstock.com

Ofrecido por:

Galicia

Alerta en Galicia tras los incendios por la llegada de la lluvia: "Puede tener efectos perniciosos"

A pesar de que la llegada de chubascos a la provincia de Ourense pueda ayudar a aliviar la ola de incendios que ha arrasado más de 70.000 hectáreas, también hay el riesgo de que su aparición de manera continuada y torrencial arrastre la ceniza y provoque graves perjuicios a los ecosistemas marinos de los ríos

Información relacionada: Alfonso Rueda, sobre la ola de incendios en Galicia: "La humedad abre una ventana de esperanza"

Publicada

Galicia se está enfrentando en este mes de agosto a una ola de incendios que se ha focalizado en la provincia de Ourense, donde ha arrasado más de 70.000 hectáreas y que también está afectando a otras provincias como Lugo. De hecho, el incendio que permanece activo en el municipio ourensano de Larouco ya se ha convertido en el mayor incendio forestal de la historia de la Comunidad Autónoma.

Al encomiable esfuerzo y trabajo de bomberos y brigadistas, se une en el horizonte el de la progresiva bajada de temperaturas, a las que hacía referencia este martes el presidente de la Xunta, Alfonso Rueda: "La humedad que se empieza a percibir por las noches abre una ventana de esperanza".

También la previsión de lluvias de cara a la semana que viene, generalizadas en toda Galicia, pero que también son un arma de doble filo. "En estos momentos, la llegada de lluvias es un mal menor, porque ayudarán a apagar incendios incontrolados y que por su volumen parece que los servicios de extinción no están siendo capaces".

Son palabras de Cristóbal López, portavoz de Ecoloxistas en Acción, que explica a Treintayseis esa otra cara de la llegada de los chubascos. "Si son lluvias torrenciales, continuadas e importantes, pueden tener efectos perniciosos", señala. Y es que la propia orografía gallega, donde los bosques no están en valles, sino que se encuentran en montes con inclinación, provoca que la lluvia arrastre la ceniza hacia los ríos.

"Las matogueiras y el herbazal, como matorrales, se agarran al suelo y cuando llueve hay arrastre de tierras, provocando una erosión importante de la zona calcinada y arrastrando las cenizas, que crean el problema de que contaminan las aguas de los ríos", prosigue. Es decir, que ese material calcinado desemboque en ríos y regatos, provoca, por ejemplo, que las aguas no sean potables.

"Cuando es lluvia en proporciones considerables, con suficiente intensidad y cantidad, si el monte está lleno de cenizas éstas son arrastradas y contaminan ríos, regatos, manantiales y todas las aguas superficiales", ahonda Cristóbal. "Además de hacer que el agua no sea potable, también provoca la mortandad de las especies acuíferas", añade consciente de que "los servicios de extinción bastante tienen como para hacer algo más".

Prevención

Porque la solución en el estado actual de los incendios no es sencilla. Desde Ecoloxistas en Acción saben que "no hay una varita mágica", pero la solución está en las medidas y actuaciones previas y aplicar el conocimiento científico para "reducir en un porcentaje mayor el daño".

El problema, asegura Cristóbal, es que desde las administraciones públicas "no suelen hacer nada". "Lo primero es estudiarlo y tener un plan de acción y protocolos", explica y propone soluciones como crear barreras en las zonas de acceso a los ríos para contener esa ceniza, algo que "no evitará el daño al 100%, pero a lo mejor sí al 60-70%", o buscar fórmulas para recoger esa ceniza acumulada tras los fuegos.

"Si negamos el error, nunca vamos a aprender", critica sobre la actuación de la Xunta en estos casos. "Los humanos somos ensayo error, si no hacemos un examen crítico de los fallos, no podremos resolverlos", asegura Cristóbal, que mira también hacia un futuro no muy lejano. "Si ahora no somos capaces de contenerlos, con el cambio climático serán más extremos así que qué pasará dentro de 10, 20 o 30 años". "No digo dentro de mil años, estoy hablando dentro de una generación", sentencia.

"Nunca han hecho nada, aunque se lo hemos reclamado", lamenta Cristóbal, que incide en que en casos anteriores ni siquiera se ha tenido en cuenta las previsiones de los servicios meteorológicos de "lluvias intensas".

El humo, otra amenaza

Al propio daño del fuego y las consecuencias de las cenizas, Cristóbal añade otro peligro añadido: el humo. "El bombero trabaja con máscaras preparadas para respirar ese aire, y una persona a la que le está ardiendo su casa, no va a estar pensando en qué respira, pero hay poblaciones alejadas del foco del incendio y sin riesgo que están respirando el humo cargado de partículas", señala.

Hay protocolos para estos casos "que no se activan" porque "la Administración no quiere alarmar, porque cuando hay alarma se identifica con mala gestión", lamenta. Eso sí, recuerda, lo relativo a la prevención y extinción de incendios son "desde hace muchos años" una competencia de la Xunta, por lo que "ahora no cuela lo de echarle la culpa a Madrid".

Precedentes

La afección de la ceniza al ecosistema marino tiene un precedente muy cercano: octubre de 2017, la última gran ola de incendios. En ese momento, se conoció el manto negro y viscoso que contaminó el agua como "chapapote de monte", haciendo referencia al vertido de fuel del petrolero Prestige de 2002.

Aquella mezcla densa de tierra y ceniza dio lugar a un paisaje hídrico deformado, acuñando algunos medios de comunicación el término de "ríos de chocolate". En aquel año, el fuego en zonas costeras provocó que la ceniza llegase incluso a bancos marisqueros. Meses después, en diciembre, la borrasca Ana provocó lluvias que volvieron a arrastrar cenizas residuales de incendios anteriores, contaminando de nuevo las aguas.

Los estudios que se llevaron a cabo posteriormente, desvelaron que la calidad química del agua se veía alterada, con una variación de la acidez y la alcalinidad y afectando a la vida acuática local. Además, los informes técnicos de aquel otoño alertaban de que la erosión post‑incendio, agravada por la falta de cubierta vegetal, podía causar inundaciones en núcleos urbanos, pérdida de capacidad productiva del monte y daños en zonas costeras.

La causa

Sobre los incendios, para el portavoz de Ecoloxistas en Acción "la mayor parte" tienen origen en la actividad humana, pero quita peso a los provocados por pirómanos, que son "puntuales", y por aquellos que "quieren sacar lucro", que son "otro tipo de delincuentes".

Para Cristóbal, la mayor parte son por accidentes, negligencias o temeridad que nacen de los trabajos en el campo. "Si dicen que es un pirómano, ya no es culpa de la gestión", razona, y en el caso de los trabajos, "hay que decirle a la gente que no puede hacer determinados trabajos en esas fechas o que tiene que tomar determinadas medidas". "Puede haber un accidente, pero así reducimos la posibilidad de que los haya", añade. Luego, lamenta, "puede haber la tormenta perfecta" y que el fuego vuelva a ser incontrolable.

Como último apunte, reflexiona sobre lo que puede ocurrir en los próximos meses: "Hay una zona muy peligrosa a finales de septiembre, mediados de octubre, que se puede dar una seca continua sin lluvias, con días de calor y vientos". Similar a lo que ocurrió en 2017, y además es una etapa en la que "la Xunta empieza por fases a despedir a trabajadores de extinción, llega la ola de incendios y no hay personal".