“Estaba en un momento bueno. Esa tarde todo lo que intuía me salía. Todo lo que proponía. Había mucha responsabilidad. Cada vez que José Tomás se anuncia en un cartel tiene transcendencia a nivel mundial. Podía suponer un empujón a mi carrera y mi temporada. Así fue. Mi nombre volvió a aparecer en las ferias, de las que me había alejado. Ahora, con el tiempo, valoras más esas cosas, ya no por vanidad, si no por la satisfacción de haber formado parte de una página de la historia y los recuerdos de la gente. Las grandes faenas tiran de sentimiento y emoción. Una emoción artística o por la emoción de la entrega. Es lo que siempre ha sido este espectáculo, doma mezclada con ballet. Ahora la batalla está decantada hacia el hombre, es desigual. El animal es cada vez más previsible y los toreros están volviendo a lo de siempre. Escuchas decir a Juli o Talavante eso de apartar la técnica. Yo nunca he sido un virtuoso. Considero que he toreado con pureza porque no he sabido hacerlo de otra forma. Para ser un torero importante además de ser bueno tienes que ser oportuno. No fallar. En esos casos da igual quien te apodere o la suerte. De eso son capaces todos los que tenemos en la cabeza. El resto, no”.

José Luis Moreno reconoce que mucha gente le sigue recordando nueve años después aquel final de faena en la tarde de José Tomás. Pegado al tendido de la propiedad, en uno de los tercios de la plaza de toros de Córdoba. Algunos hablan de naturales, estoy seguro de que fueron derechazos. La tarde tenía el color punteado de tonos naranjas en uno de los últimos atardeceres de mayo, el calor confortable de la ciudad antes de anochecer, el runrun festivo colgado del ambiente. Los primeros bronceados, planes, la liviana esperanza de aprobar algún examen. Fueron dos tandas sobre el rugido de la multitud. Un ole común, del que perdura el eco, grabada la sombra en los ladrillos. Esa década se nos viene encima imparable. Ahora es concejal. Ha cambiado la vida legendaria por la tranquilidad. Él sigue igual. La naturalidad de la conciencia tranquila. Algún chispazo de remordimiento que no prende. Es difícil poner perspectiva a la retirada, a ese tipo de instantes adictivos. Tiene la culpa de los detalles, del abrigo de ese recuerdo. Eso es fácilmente identificable con la eternidad.

José Luis Moreno Cedida

 

¿Por qué dejó de torear? ¿Qué espina clavada tiene?

No estoy para nada satisfecho de lo que es mi carrera. Hay tantas cosas que me hubiera gustado hacer y por mis limitaciones no he sido capaz… La sensación que tengo es verdadera. Sí, estoy contento con las cualidades que he tenido, la carrera que he llevado. He competido de tú a tú con muchos toreros y han sido toreros muy superiores a mí. Me hubiera gustado llegar ahí. De lo que me siento orgulloso es que desde los 14 a los 38 me dediqué en cuerpo y alma al toreo. Eso conecta con la razón por la que me quité de torear. Cuando no veía en el toreo la posibilidad de andar en el día a día decidí dejarlo. Me quité el 3 de enero de hace cinco años. Subí a las Ermitas andando [una ruta de senderismo] y encontré algo que llevaba rumiando. Tenía otras ilusiones. A nivel artístico estaba a buen nivel, me sentía capacitado para estar ahí. Lo que ya había hecho lo valoraba mucho. Por respeto al toreo no podía seguir. Tomé esa decisión como si me tirara a un precipicio. Tenía ordenado mi futuro, para vivir, pero lo que no tenía ordenada era la rutina. Estás pensando siempre en ser cada vez mejor torero y al día siguiente de retirarte, qué. ¿Ahora qué hago?

 

¿Lo echa de menos?

No lo echo de menos, Juan Diego. Tenía que tomar distancia. No quería coquetear con nada. El resto de cosas son placebos. Nada en la vida me llenará como querer ser torero y nunca voy a ser ser feliz como lo era toreando. Oye, pero tengo una vida por delante. No me gustaría ser una caricatura, como veo que lo son algunos compañeros. No son capaces de desarrollarse en otros ámbitos. Yo entiendo el toreo como una vocación, como una necesidad vocacional. En ese tiempo salió lo de la concejalía.

 

¿Por qué da el paso a la política?

Llevaba tiempo dándole vueltas a ver qué hacía cuando me retirara. Tenía amistad con [José Antonio] Nieto [entonces alcalde de Córdoba] y cuando dejé de torear me lo propuso. Era una oportunidad de poder ayudar a la ciudad, de hacer cosas por ella. Poder también, por qué no decirlo, rellenar ese hueco de actividad diaria.

 

¿Por qué con el Partido Popular? El uso que hace el PP de la tauromaquia hipoteca su imagen.

El toreo no entiende de colores ni política, eso es seguro. Nunca había pertenecido a un partido, ni me había metido en política. Primero, creía en el proyecto. En lo que podía aportar a él. Y segundo porque dentro de los valores que pueda tener el Partido Popular comparto muchos de ellos. Hay otras cosas como es lógico que no. De lo que sí estoy seguro es que esto tiene fecha de caducidad. No me veo a largo plazo en la posición que ocupo ahora.

 

Unir política y tauromaquia afecta al toreo. ¿Cómo se defiende eso siendo político y torero? Cómo vive esa contradicción en el día a día del Ayuntamiento.

Tratando con respeto ambas cosas. En primer lugar la profesión, no utilizándola para hacer política. Además de ser torero, tengo unas inquietudes y unas capacidades para formar parte de otros ámbitos. Formando parte de mi delegación dentro del Ayuntamiento tengo la ilusión como ciudadano de aportar todos los valores que he aprendido en esta profesión a la política municipal. No hablo de grandes políticas. Pero sí me parece bien, dentro de la ciudad, arrimar el hombro.

 

¿Se ha sentido discriminado en algún momento?

Jamás. Los prejuicios que se tienen… Algunos compañeros los tenían conmigo por ser matador de toros. Cuando llega el factor humano, el hombre, desaparecen. No prejuzgo a nadie, no lo valoro por las aficiones o el partido que tenga, ni por la orientación sexual. A la gente hay que valorarla y escucharla por su forma de comportarse.

 

¿Qué idea tenía de la política? ¿Ha cambiado ahora?

Destacaría, sobre todo, que hay personas con una verdadera vocación y que se dejan el pellejo. Luego la política está demasiado marcada por los partidos, me gustaría que las personas llevaran más las riendas, que se trabajase con menos consignas. Una de las desilusiones que me he llevado es por culpa de las limitaciones que tiene la política municipal. No se puede hacer todo lo que creas conveniente. Al principio pensaba que un alcalde y un concejal si tenían dinero, tenían vía libre para hacer cosas. Pero hay una burocracia. Está bien, porque pone límites pero a la vez limita la gestión diaria.

 

¿Qué puede aprender un político de un torero?

No hablaría sólo de los políticos. La sociedad… La gente habla mucho de los políticos pero los políticos son un extracto de la sociedad. Cuando ha habido todas estas cosas tan asquerosas de corrupción es porque los políticos han reflejado esa parte de la sociedad. No es una casta aparte. Llevan a sus hijos a los colegios… La tauromaquia transmite ese respeto por una profesión vocacional como esta. El torero prioriza el respeto a su profesión por encima de todo. El respeto a la jerarquía, ese respeto que se tiene al toro y al aficionado. Eso sería muy trasladable. También los valores de solidaridad, la disciplina: un torero tiene que ser muy disciplinado y autoexigente y no puedo caer en la autocomplacencia; eres tu propio jefe y tienes que tener el espíritu de superar tus propias limitaciones. Hay que superarse para hacer lo que te da mucho miedo. La fe es algo muy importante. Muchas veces lo digo. Pongo en práctica lo mismo que he hecho mil veces hasta ahora: tirarme al vacío sin nada esperando a que se me ocurriera algo por el camino. Una tarde de toros es eso. Cómo sabes que un toro va a ir a por el trapo y no a por ti. Es un acto de fe total.

 

¿Y al revés? ¿Qué puede aprender un torero de un político?

Poco (ríe).

A hombros con José Tomás

 

Acaba de finalizar el centenario de Manolete. ¿Qué balance hace?

Te voy a hablar con total franqueza. Mis palabras a veces no son bien entendidas pero creo que es mi obligación decir lo que siento en este sentido. En el centenario de Manolete ha habido una parte de la estructura taurina de la ciudad, empezando por la empresa, que no ha estado a la altura. No ha sabido verlo. ¿Quién tenía que proponer un festejo, un acontecimiento, el modelo que ellos consideraran oportuno? La empresa [La FIT]. Eso no se ha hecho. La empresa hizo una exposición muy buena, había cosas de gran valor, ¡trajeron el coche de Manolete!, algunos trajes... Pero no hubo un paso más. No sólo eso. Plantearon muy mal la programación. Anunciaron los carteles algunos días antes. Era un año para haber estado trabajando de principio a fin.

 

Con lo bueno que hubiera sido involucrar a todo el mundo en un día señalado, aprovechar el renovado tirón turístico de la ciudad.

Totalmente. La cosa es que tampoco las entidades taurinas se han preocupado. Ha habido cosas anecdóticas. Nosotros, el Ayuntamiento, logramos un consenso. Se sumaron todos lo grupos para desarrollar las actividades del centenario. Hay muchos partidos contra la tauromaquia, sobre todo partidos de la línea de Podemos, y los pusimos de acuerdo para la conmemoración del centenario. Se han ejecutado ciento y pico actos. La propuesta ha sido muy diversa, publicaciones, concursos de relatos, de tipo gastronómico… Desde la diversidad cultural. Un gran trabajo de la comisión, que ha contado con todos. Quisimos hacer un programa limpio, sin controversia. No ha habido ninguna postura en contra. En el bulevar, por ejemplo, hubo una exposición al aire libre. Pensaba que no se iba a respetar y al final nadie le hizo nada. A última hora sí hubo polémica para nombrar a Manolete hijo predilecto de la ciudad. Fue un movimiento político. Izquierda Unida tiene aficionados en el Ayuntamiento, votantes partidarios de los toros. Manolete transmite unos valores trasladables a la sociedad. Se ha descubierto que era un icono en muchas facetas, su grandeza más allá del ruedo. Estoy en la oposición pero se ha hecho bien.

 

¿Qué vigencia mantiene en la ciudad Manolete más allá de la efeméride?

Creo que Manolete está dentro del corazón de esta ciudad. Vas a Santa Marina y te lo encuentras. A lo mejor a la gente joven, con desafección por la tauromaquia, quizá el nombre de Manolete le pilla un poco lejos. Pero del resto, Manolete forma parte de la vida de la ciudad. La desafección es un problema general. El verdadero problema de la tauromaquia es ese. Hay mucha gente de espaldas, que le da igual. Por muchos factores, los que quieras: hay un problema de comunicación, de enseñar la tauromaquia a las nuevas generaciones.

 

¿Los poderes públicos pueden hacer algo por cambiarlo?

Precisamente aquí lo primero que se hizo fue quitar la poca ayuda que daba el Ayuntamiento a la plaza de toros. Al festival contra el cáncer se le daba un empujoncito para empezar y a la empresa le compraban abonos para personas mayores y de protocolo, que es algo que se hace con todas la actividades de la ciudad. Con este gobierno no se espera nada. A mí verdaderamente me hubiera gustado trabajar con un proyecto taurino fuerte, en el que la escuela taurina sería uno de los puntos claves.

 

¿La desafección también es de la afición?

No, creo que no. En el entorno taurino debería haber una empresa involucrada, que ilusione y sea participativa. Falta ilusión en el aficionado porque está harto de ver los mismo carteles durante 20 años, a los toreros que tantas veces ha visto. Eso es malo. Hay que hacer una labor de base.

 

Lo cierto es que 100 años después de Manolete, taurinamente Córdoba está en coma.

Ahora mismo está pasando por un momento malo porque se ha llegado a una situación de apatía y aburrimiento por parte de los propios interesados. Hablo muchas veces con la sociedad propietaria, que por muchos palos que se le den llega a donde tienen que llegar. Lo fundamental es que ellos vean cuál es la situación y que apuesten por una empresa segura, no por el nombre. Esta es una plaza para un empresario que esté aquí, que se involucre totalmente, como ha pasado, por ejemplo, en Cuenca. Y así puedes involucrar más a la ciudad.

 

Incluso el museo taurino de Córdoba no hace justicia a la historia de la ciudad.

Se le quiso dar importancia a dos cosas. A los fondos del museo taurino, casi los más importantes del mundo, y otra pedagógica y didáctica de hacerlo con salas que dieran la posibilidad de interactuar al visitante. Creo que se ha llegado a una indefinición que no satisface a nadie. El museo necesita cambiar. Fíjate que está en todo el corazón de la ciudad, la ubicación es fantástica, el espacio es muy bueno, y tenemos buenos fondos. Hay que trabajar para darle valor de nuevo.

 

¿Qué pasa en la escuela taurina?

Desde hace tiempo no sólo no salen toreros, sino que ningún chico se clasifica en bolsines ni concursos. Algunos se han tenido que ir de la ciudad, como Rocío Romero, que se ha hecho en la escuela de Écija. Alabo al círculo taurino por todo lo que han hecho sin recursos en este tiempo. Hacen falta para construir un proyecto de entidad. Igual que creo que la Administración no debe entrar en la gestión de la feria taurina sí se tiene que involucrar, como hace con deportes o otras disciplinas artísticas, en apoyar la base. Debería haber un proyecto en el que el Patronato, la Diputación o el Ayuntamiento, con la colaboración de entidades privadas, ayudara a levantar la escuela taurina. Hacer una escuela con recursos económicos y personal cualificado. A los chavales para moverlos hace falta mucho tiempo y dedicación. Me parece prioritario. Si en la próxima legislatura estoy en el gobierno o estoy involucrado en la política municipal habrá un proyecto de escuela taurina. Eso es seguro.

 

¿Qué solución ve para impulsar la Feria de Córdoba?

En primer lugar es necesario un empresario que esté todo el año trabajando en la ciudad. Una empresa que haga carteles con tirón para la ciudad e involucre a las demás entidades, dándole cariño y participación. ¿No crees que Córdoba debería presentar sus carteles en Fitur? O que la empresa estuviera involucrada en todos los eventos que hay al año en la ciudad. Aprovechar los patios, por ejemplo. Te hablo de un empresario que tenga un producto bueno para vender. No hace falta románticos, que eso tiene un recorrido corto. El empresario necesita un balance económico positivo. Y cuidar la base. Cualquier festejo que se una a la programación de la ciudad se va a notar. Con dos corridas de toros, una de rejones y una novillada se pueden hacer cosas bonitas. No soy partícipe de hacer más, en el momento tan bajo que estamos sería ir en contra de la calidad. Y darle fuerza con otro tipo de programación durante la temporada. Esa reducción ha provocado un cuello de botella que afecta a los jóvenes toreros, a los que les cuesta cada vez más hacerse populares. Te haces popular en los grandes eventos. Y las figuras están cada vez más juntas, van arropándose, y no se le da hueco a los nuevos. Si son los nuevos los que deben meter gente en las plazas. Lo decía José Luis Lozano, que los toreros ahora duran tanto como notarios. Y lleva razón. La gente no va a ver un producto que está ya consumido. Hay que ser generoso. ¿Sabes cómo se solucionaba esto? A veces lo pienso. ¿Por qué en una feria, al contratar ganaderías y toreros, no se hace un sorteo? Los mejores serían siendo los mejores, pero habría más interés. Cuando tu haces tu obra siempre con las mismas herramientas se parece mucho a lo que ya has hecho. Hay que buscar cosas diferentes, que generen interés.

 

¿Cómo ve que casi ningún torero esté ya apoderado por independientes?

Los toreros deben ser representados por una persona que no tenga más intereses que el propio torero. Si toreara ahora no sería Don Quijote, eso seguro. Pero eso no es bueno. Mira a Perera. Da mucho vértigo estar fuera del sistema.

 

¿Sigue siendo apoderado?

Ya no. Estuve con Ángel Jiménez por un compromiso personal.

 

¿Y se ha fijado en alguien?

El campo del apoderamiento me gusta. Sería muy bonito sacar a alguien de Córdoba. Transmitir los sentimientos y los conocimientos que he adquirido en mi andadura pero no he encontrado a ningún chaval al que apoderar.

 

¿Qué torero le ha influido más?

Tengo una abanico enorme de toreros que me han marcado. Si tengo que nombrar a uno: Manzanares padre. Era lo que a mí me hubiese gustado ser. Un torero con un sentimiento… Ese toreo tan bueno necesitaba un toro determinado. Cuando alguna vez he tenido crisis de vocación en las que pierdes al torero que llevas dentro buscaba en varias fuentes y una de ellas era Manzanares padre.

 

¿Con qué faena en la plaza te has sentido más identificado?

Con varias de Manzanares. Le he visto hacer cosas a José Tomás tremendas. Morante, por hablar de toreros más actuales. Ortega Cano siendo yo novillero era un espejo. Julio Robles, Curro Vázquez… He visto torear con el capote como los ángeles a Fernando Cepeda. Y pensaba “ojalá toreara así yo”. A Padilla le he visto hacer cosas cuando empezaba con esos toracos, y a Fundi, que pensaba que no iba nunca a ser capaz de hacerlo. Siempre nos vamos al que ha toreado bonito, bueno, soñado, a ver, bien. Pero hay otros toreros que no se pueden dejar de lado. Igual que para otras cosas, siempre he tenido la mente abierta. Hay toreros que personalmente no son santo de mi devoción pero me encanta verlos torear. Por ejemplo, Finito de Córdoba. No hemos conectado nunca pero ha sido uno de los toreros que mejor he visto torear.

 

Pero eso no se tradujo en competencia con Finito en la plaza.

Hemos toreado muchísimo juntos aunque no éramos de la misma época. Lo de Finito y Chiquilín fue la leche. El ambiente que cogió la ciudad… Ojalá vuelva algo parecido. Nunca hemos coincidido en épocas acertadas. Cuando tomé la alternativa era su primera decadencia, cuando estaba toreando en el 98, 99 era cuando él se retiró… La carrera de Finito está muy por encima de lo que he hecho. Me he pegado el gusto de torear con él y hay veces que he estado mejor y eso queda para mí.

 

 

¿No se plantea una vuelta?

Competir no voy a competir. Con el respeto que le tengo al toreo y por el respeto que me tengo a mí mismo. A lo mejor hay alguna cosa. No quiero comerme mis palabras dentro de dos años. Ahora me da un poco de vergüenza. Antes hacía a veces campo… bueno, me mantenía ahí. Pero ahora cinco años después me da pudor. No soy capaz de hacer ciertas cosas.

José Luis Moreno en Las Ventas Cedida

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