En una pequeña bodega del barrio de La Milagrosa, en Madrid, un hombre empezó a destilar algo más que una bebida. Carlos Muñecas, padre del actual CEO de Vermut Zarro, elaboraba una receta secreta de vermut que compartía con amigos y vecinos. Hoy, más de cinco décadas después, aquella mezcla artesanal ha dado lugar a una marca icónica que embotella el sabor de Madrid: Vermut Zarro.
"Lo que empezó como una receta casera se ha convertido en un símbolo de tradición y autenticidad", afirma Carlos Muñecas hijo, fundador y actual director ejecutivo de la marca.
Él y su familia decidieron en 1968 transformar la pasión de su padre en un proyecto empresarial con una visión clara: mantener viva la esencia del vermut, sin renunciar al respeto por el legado.
Carlos Muñecas, fundador y CEO de Vermut Zarro.
Zarro no es solo una bebida. Es, en palabras de su portavoz, "el vermut de Madrid por excelencia". Desde hace más de medio siglo, forma parte del paisaje castizo de la capital. No hay vermutera del Rastro, tasca del centro o fiesta de San Isidro que no tenga un grifo de Zarro.
Su presencia en momentos tan cotidianos como el aperitivo de domingo o un tardeo tras la jornada laboral lo convierte en un protagonista silencioso de la cultura madrileña.
"Los bares más tradicionales tienen un grifo de Zarro. Eso dice mucho", subraya Muñecas, con evidente orgullo.
Aunque Vermut Zarro ha crecido significativamente, hoy dispone de 6 naves industriales en Fuenlabrada con capacidad para producir 40.000 botellas al día.
Vermut Zarro.
"Seguimos elaborándolo como lo hacía mi padre. Aunque es un proceso laborioso, se nota en el producto final", asegura el CEO.
Al mismo tiempo, la empresa ha incorporado tecnología de última generación para garantizar eficiencia sin sacrificar autenticidad. Esta fusión entre pasado y presente define la filosofía de la marca.
Zarro no es solo vermut; es una declaración de principios. Tradición, autenticidad y honestidad son los tres pilares que Muñecas destaca como esenciales en su forma de hacer y comunicar.
"Detrás de Zarro hay una marca honesta, comprometida con la calidad y con la satisfacción de quienes confían en nosotros", explica.
El branding actual de la empresa no oculta su identidad castiza, sino que la reivindica. "Nuestra comunicación busca llevar esa esencia a donde vayamos", sostiene Muñecas.
Más allá de su historia, Vermut Zarro también ofrece una experiencia gastronómica. Su versión clásica, el Zarro Rojo, marida perfectamente con embutidos ibéricos, guisos tradicionales como el rabo de toro, gildas o quesos curados.
Su sabor comienza suave y dulce, pero al tragar aparece un amargor persistente que, según Muñecas, "es la esencia de Zarro: primero dulce, luego amargo".
Para quienes prefieren algo más fresco, el Zarro Blanco se sugiere con mariscos, frutas ácidas o quesos suaves. Incluso existe una versión sin alcohol que conserva el espíritu de la receta original y se adapta a nuevas demandas de consumo.
No obstante, el CEO tiene su favorito claro: "Zarro Reserva es mi elección personal. Tiene una calidad altísima, mantiene la esencia del vermut tradicional y está a un precio muy competitivo".
Este reserva combina hierbas aromáticas y botánicos con un largo envejecimiento en barrica, dando como resultado un vermut elegante y equilibrado.
A día de hoy, Vermut Zarro no es simplemente una marca de bebidas. Es la continuación viva del trabajo de un hombre apasionado, el reflejo de una ciudad con carácter y el resultado de una familia que decidió hacer del vermut su forma de vida.
Carlos Muñecas resume en tres palabras lo que representa su marca: tradición, autenticidad, honestidad. Y todo indica que, mientras haya un grifo de Zarro en Madrid, esa promesa seguirá sirviéndose, copa tras copa.
