Florentino Fernández (Madrid, 1972), ya saben, es humorista, actor, presentador… Pero también fue conductor de autobuses –como su padre– y vigilante de seguridad. Eso nunca lo ha escondido. Lo que sí se desconocía era su virtud y gusto culinario. De eso, realmente, nadie tenía constancia. Hasta que Pepe, Jordi y Samantha, en Masterchef, lo han alumbrado -entre correcciones- como un ‘futuro’ cocinero en ciernes. Y, claro, su familia está encantada. “Me pillas con el mandil puesto, en casa, haciendo un pote gallego y unas chuletillas al horno”, explica a EL ESPAÑOL.

No importa. El guiso puede esperar, al menos, unos minutos. Flo -como se le conoce desde hace décadas- deja la cocina unos minutos para recibir a este periódico y abrirle su nevera, más sana de lo que se podría imaginar. Sin hacerlo público, ha escondido su gusto por la fruta y la verdura; la carne blanca sobre la roja o la ‘alergia’ por la bollería.

- ¿Qué relación tiene con su nevera?

Muy buena. En Masterchef, entre otras cosas, me han enseñado a organizar los alimentos y a tener siempre visible lo que voy a consumir en los días venideros. Y tengo de todo: mucha fruta (sandía (1), por ejemplo) y verdura, Dashi (2) –que es para hacer sopa de miso–, quesos frescos y tiernos, algo de embutido –pero muy poco, apenas lomo ibérico–, aceitunas –que me gustan mucho–, yogures desnatados (3) y griegos, salsas (4) para enriquecer los alimentos (kimchi, sriracha…).

Me gusta todo tipo de cocina: la clásica, la moderna, la oriental…

- Veo, por ejemplo, que tiene leche de cabra. Desconocía su existencia. ¿Me la recomienda?

Está buena, eh (5). Pero sabe mucho a cabra [risas]. La toma mi hijo. Yo lo único que tomo de cabra es el queso fresco. La leche, para mi gusto, está demasiado fuerte. A veces, eso sí, la mezclo con café… Es una buena alternativa.

- ¿Sí le gusta el tabasco, lo picante?

Sí, tengo salsas de todo tipo: tabasco (6), mostaza, kimchi… Voy picando a mi cerebro a lo que me gusta y van saliendo platillos.

- ¿Y de bebida, Gatorade? ¿Hace deporte?

No, eso es más para mi hijo, que le da más al fútbol. No le gusta la Fanta, ni la Coca-cola, pero sí mucho el Aquarious y el agua (7). Bebe mucha agua.

- ¿Qué ha desayunado, comido y va a cenar hoy?

Desayuno un yogur natural con frutos secos y un poquito de fruta (naranja o manzana) y, depende de cómo tenga de movida la mañana le añado un poco de avena. Para la comida, pote gallego (que tiene un poco de lacón, judía blanca y berza) y chuletas de cordero con patatas gajo aliñadas con romero, tomillo y un poco de aceite al horno. De postre, nada. Y luego, para merendar, kombucha o una infusión o té rojo o algo así. Y para cenar, una tortilla francesa, una patata cocida con un poco de aceite y una lata de atún.

- Imagino que su nevera –y alimentación– ha cambiado mucho desde que era pequeño. ¿Era muy caprichoso comprando entonces?

Ha cambiado mucho mi consumo. No sólo por la cantidad que comía, sino por la forma. Mi madre siempre ha hecho guisos y cocinado empanados, fritos… Ahora, de mayor, cocino más al vapor, los guisos los sigo comiendo más que antes… A grosso modo, he cambiado las frituras por el vapor y el número de calorías en las ingestas.

- ¿Iba al supermercado con su madre?

Iba al mercado. Pero no me gustaba mucho lo que cocinaba. Ponía lentejas y… no me gustaban. Y no es que abusara de los utraprocesados. Cuando teníamos flanes o natillas en casa los fines de semana era una fiesta. Pero sí comía mucho pan, bollos, nocilla, chocolate, cuñas...Eso ya no lo hago. Es otro mundo.

- ¿A cocinar le enseñó su madre?

Mi madre, mi padre, mi suegra… He ido aprendiendo en qué consistía la cocina: en cómo se hace un sofrito, en echar un poco de vino, sal… A Masterchef he llegado con unos conocimientos inconexos entre sí y al salir del programa ya sé por qué se hacen las cosas.

- Su nevera, supongo, también habrá cambiado mucho con respecto a cuando se independizó.

Sí, cuando me independicé había mucho plástico protegiendo el procesado y el ultraprocesado. Ahora lo recuerdo muy a menudo. ¡Menuda diferencia entre el carro de ahora y el de hace 10 años! Ahora es todo más natural. Karlos Arguiñano siempre decía: ‘En mi nevera no puede haber nada que esté envuelto en plástico’. Y lleva razón. Si está envuelto en plástico pierde frescura mucho más rápido o está intentando que un alimento perecedero dure más. Los ingredientes no son los mismos.

- ¿Qué ha dejado de echar en su carro de la compra?

Ultraprocesados. Me gusta el Dashi, que es un alimento oriental, que viene en unos tarros de aluminio fuerte. Por fuera es plástico, pero no es un alimento ultraprocesado, sino una pasta de anchoa con una mezcla de algas… Lo haces enseguida. Pones un poco de tofu, algas y haces una sopa miso espectacular. Es una de esas cosas que compro siempre. Pero ultraprocesados, no.

- ¿Habrá dejado la bollería?

Sí. Ya no recuerdo ni el sabor de las palmeras de chocolate. En algún sketch de televisión, a veces, me ponen Donuts y digo: ‘Hoy voy a comer un poquito’ [ríe]. Pero es verdad que luego… me sienta mal. Lo paso mal. Así que simulo que me lo como y luego no lo hago.

- ¿Compra congelados?

Si no son procesados sí que los tengo: piña, mango, que es muy complicado de encontrar… También guisantes o verduras cortadas, perejil o ajo machacado. Y luego hago guisos: lentejas, cocido… y lo guardo congelado (8) para el día siguiente.

- ¿Ha cambiado la compra durante el confinamiento?

No he cambiado la compra, pero sí el proceso de hacer los alimentos. Siempre intento tener productos naturales. Antes ibas al pueblo y te decían: ‘Llévate tomates, higos…’. Y pensabas: ‘¿Qué hago yo con esto?’. Y ahora, en cambio, soy yo el que pregunto: ‘¿No tendrás unos tomates, unos pepinos o unas judías verdes de huerta?’. Peo es que ahora sí sé qué puedo hacer con eso y sé que está muy rico. Al final, cambiar los hábitos de comida no tiene sólo un componente físico, sino también necesita algo de filosofía. Tienes que educar a tu cerebro para que le gusten sabores más moderados porque los ultraprocesados están cargados de azúcar y de sal. Cuando haces el cambio, crees que vas a peor. Y vas a peor, porque cuanto mayor eres, peor estás. Pero se trata de intentar durar peor lo máximo posible. Y cuando le enseñas a tu cerebro que las grandes cantidades de azúcar no te sientan bien, pues luego, si lo comes, te sienta mal.

- ¿Se volvió loco comprando papel higiénico?

No, yo compré levadura y claro, cuando empezó todo el mundo a comprarla, yo ya la tenía cargada. Cuando la gente compraba papel higiénico yo ya estaba preparando bizcochos.

La nevera de Florentino Fernández.

- ¿Qué le vuelve loco? ¿Algún plato de su madre?

Cuando era pequeño no tenía ningún criterio. Quería comer, disfrutar, llenarme la panza y decir: ‘Ya no puedo más’. Era un ser que comía sin ningún tipo de criterio y era mi madre la que me reñía. Mi plato estrella no es suyo, sino de mi abuela: su arroz con leche para cuatro personas. Se llama así porque está calculado para que haya cuatro raciones. Ninguna más. Por eso, cuando vienen seis, me jode. Sobran dos y al final el que se las come soy yo. Ahora lo hago yo y he cambiado un poco la receta: ella lo hacía con leche entera y condensada y yo con desnatada (9) y la mitad de dosis de azúcar. Intento respetar los clásicos, pero buscando que sean más sanos y saludables.

- ¿Es más de supermercado o de mercado?

Me gusta mucho comprar en la tienda del barrio, en la pescadería de aquí… Sólo como carnes blancas (10) (pavo, pollo o conejo) y en grandes superficies voy a puestos que parecen del mercado. Suplo que no tengo un mercado al lado –y que voy solo cada mes o mes y medio para arrasar– comprando en las tiendas locales y de barrio.

- ¿Cuesta más ese tipo de comida sana?

Cuesta más, sin duda. Pero bueno, ahora, hay locales que hacen comidas igual de sanas que las que haces tú en casa y a un precio muy razonable y ajustado. Aquí en mi barrio, por ejemplo, hay un local que se llama ‘La cocina de Rafa’. Él cocina el mismo producto que tú en casa y te lo puedes llevar barato. Una ración de cocido, por ejemplo, te puede salir por cuatro euros y medio. Al final, con la vida que llevamos todos no es fácil cocinar todos los días: hay que comprar el producto, limpiarlo, cocinarlo, freírlo, comerlo…

- ¿Cuánto gasta a la semana en hacer la compra?

Entre 150 y 200 euros. Comemos tres en casa y salimos poco fuera.

- ¿Todos comen sano?

Sí, bueno, mi hijo… Él me va viendo cómo cocino y yo le digo para lo que sirve. Se prepara ensaladas, que no faltan nunca en su comida. Desde luego, tiene una alimentación más equilibrada que la tenía yo a su edad.

Flo, en Masterchef.

- ¿Qué no compraría jamás?

La pizza de piña me parece lo peor. Están muy bien los contrastes, pero la piña no entra en las pizzas. Y yo soy muy sencillo: les echo rúcula, tomate y cebollita roja. Con eso está bien.

- ¿Qué producto ha descubierto en Masterchef?

Por ejemplo, cuando nos pidieron cocinar con el color negro y nos dieron queso negro, frijoles, patata negra… Son alimentos que no voy a cocinar nunca jamás ni pregunté dónde se compran. Pero es un concurso y es divertido. Luego, por detrás, ya hablo con Jordi o con Pepe y les pregunto cómo se hacen otros platos.

- Más allá de la cocina, ¿es ‘friki’ de comprar algún producto concreto?

Los tecnológicos. Todo lo que sea darle a un botón y que pase algo me gusta: los ordenadores, los relojes electrónicos, los móviles, las cámaras de vídeo… Tengo mis lujos. Pero cada vez menos.

- ¿Qué es lo más caro que se ha comprado?

Un teléfono móvil por 700 euros. El que me lo vendía me decía: ‘Es que lleva cámara, procesador…'. Y yo sólo quería un móvil. Pero luego me puse las pilas, le he sacado el mayor partido posible y me encantó.

- ¿Es muy consumista?

No, intento comprar lo que necesito. Intento siempre aguantar las zapatillas y los pantalones. Pero en septiembre-octubre hago la compra y me intento olvidar hasta dentro de un año.

-¿Qué ha aprendido que no se debe hacer?

Que hay que comprar lo que se necesite. No hay que dejarse guiar por eso de: ‘Compra este producto porque te va a hacer la vida más cómoda’. Y puede ser, pero sólo si lo necesitas. Si no, mejor que ni lo mires. Y luego, que hay que comprar sin hambre porque lo ves todo de otro color. Con hambre te llevas media tienda. Luego lo dejas en la nevara…

- Y se te caduca.

Sí, eso pasa. Pero eso es otro capítulo.

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