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Las claves

Durante el COVID, Juan Antonio empezó a trabajar en la frutería Crispín de Valencina de la Concepción, municipio de Sevilla. Como era peligroso para mucha gente salir de casa e ir a las tiendas debido al virus, empezó a repartir la fruta a domicilio.

Desde entonces este servicio se ha consolidado para llevar cada día la fruta a todas esas personas mayores que tienen dificultad para moverse y no pueden acudir a la frutería donde trabaja Juan.

Como todos los pequeños negocios relacionados con alimentación, las fruterías requieren sacrificio. Luchan por competir con los precios bajos que ofrecen las cadenas de supermercados intentando no perder la calidad de su producto.

Madrugar, preparar y atender

"Nos levantamos a las 3:30 para poder a las 9 tener preparada la fruta y ahora empieza el día, acabamos a las 3 de la tarde y luego mi compañero David abre la tienda otra vez", explica Juan en una entrevista con el periodista Rubén Colete.

Es una profesión que necesita ganas y dedicación, pero también una clientela fiel que sustente estos negocios. "En mi ámbito que es reparto a domicilio todas las semanas tenemos los mismos clientes y son fieles, todas las semanas te piden", defiende Juan.

El frutero sevillano considera que desde hace unos años los consumidores demandamos un producto más exquisito y más estético: " La gente lo que quiere ahora mismo es todo lo que hay en los supermercados grandes, frutas que entran por los ojos".

Aun así, se esfuerzan para competir con las grandes cadenas y con sus precios imbatibles. Los fruteros van al mercado cada mañana y eligen minuciosamente los productos con mejor calidad y sabor para luego ofrecérselos a sus clientes.

Juan, dueño de una frutería

El trato humano es la diferencia principal: "Sobre todo la cercanía que la gente pueda ver el producto. Aquí en esta tienda se le da mucho probar la fruta antes de comprarla. En las grandes superficies tú no lo puedes probar y eso es la gente te lo agradece", subraya Juan.

Con la inflación generalizada en todos los sectores, a veces buscamos un producto más económico aunque provenga de otros países. Sin embargo, Juan pone en valor que sus clientes siguen eligiendo el producto local o nacional que trae cada mañana.

Fruta de todo tipo durante el año

La logística global y la tecnología han ganado a los ciclos biológicos de la fruta. Antiguamente, si querías naranjas, tenías que esperar al invierno; si querías cerezas, a mayo o junio. Ahora la estación es indiferente siempre que no te importe el origen del producto

El mercado global permite que siempre sea "temporada" en algún lugar del mundo. La tecnología permite conservar frutas durante meses para venderlas más tarde y además, los invernaderos permiten adelantar las cosechas.

"Se puede vivir de la fruta. Nosotros somos dos familias y vivimos de ella, pero con trabajo, mucho trabajo. Es fundamental que te vengan los clientes y sigan insistiendo en que el comercio local es importante", destaca Juan.

Negocios familiares, de barrio, de charlar con los clientes y de probar el producto antes de comprarlo. Aún viven, pero nos necesitan a los consumidores para que el futuro siga siendo una realidad.