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Las claves

El 22 de diciembre de 1995, el número 45.495 fue cantado por los niños de San Ildefonso como el Gordo de la Lotería de Navidad, repartiendo 300 millones de pesetas (1.803.036,36 euros) y dejando una huella imborrable en la memoria colectiva.

Entre aquellas voces estaba la de Leticia, que tres décadas después sigue recordando con nitidez aquel momento que marcó su infancia.

Han pasado 30 años desde entonces, pero ella aún conserva cada detalle de aquella mañana. Vivía junto a su amiga Raquel la tensión previa al sorteo, consciente de que las probabilidades eran mínimas.

Sin embargo, algo dentro de ella le decía que ese día sería diferente. "Los compañeros nos decían que no porque ya era la penúltima tabla. Y salimos, y como le había dicho a mi compañera, en la 7.ª tabla cantamos el Gordo", recuerda.

El impacto del premio fue inmediato, especialmente en Palma de Mallorca, donde el número dejó una auténtica lluvia de millones en pesetas.

Como agradecimiento, Leticia y el resto de los niños de San Ildefonso recibieron un regalo inolvidable: un viaje a la isla balear meses después.

"Nos invitaron a ir una semana en el verano del 96, con el avión, el alojamiento y todos los gastos pagados", explica. 

Aquel viaje fue uno de los recuerdos más felices de su niñez, pero no el único legado que le dejó cantar el Gordo.

Treinta años después, Leticia ha construido su propia vida lejos de los focos. Actualmente trabaja como profesora en un instituto y se define como una mujer afortunada, aunque no atribuye su trayectoria únicamente al azar.

"Yo creo que la suerte uno la busca, que se trabaja, se estudia y, con esfuerzo, consigues las cosas; no todo es suerte", afirma convencida. 

Pese al paso del tiempo, la Lotería de Navidad sigue teniendo un lugar especial en su vida. Hoy, Leticia juega solo dos números: el de su trabajo y, cómo no, el de los niños de San Ildefonso, el mismo que hace 30 años cambió su historia para siempre.