Las claves
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Por recurrente, parece que la subida del precio de la vivienda deja de ser noticia. Sin embargo, estos continuos incrementos no hacen sino tener un impacto profundo sobre la sociedad. “Sobre todo a una generación que ve cómo sus expectativas vitales se desdibujan”, afirma Robin Decaux.
El CEO y cofundador de Equito resalta que el mercado ha dado una nueva vuelta de tuerca en 2024: “El precio de la vivienda libre en España aumentó un 8,4%, el mayor repunte desde 2007”.
Y añade: “Un dato que muestra que en tan solo un año el horizonte para miles de jóvenes se ha alejado un poco más. Implican que comprar una vivienda deja de ser una decisión económica y pasa a ser un privilegio condicionado por el patrimonio familiar, por la herencia o por la suerte de haber entrado en el mercado antes de que los precios se dispararan”.
Más ingresos para la vivienda
Como una imagen vale más que 1.000 palabras, un ejemplo: En ciudades como Barcelona, Valencia o Málaga, los hogares destinan entre el 40% y el 50% de sus ingresos al alquiler. Por tanto, muy por encima del umbral del 30% que se considera sostenible.
“A escala nacional, el esfuerzo medio del alquiler ya consume alrededor de un tercio de la renta del hogar, según datos del Banco de España y del INE”, señala Decaux.
El CEO de Equito subraya que “no se trata solo de números. Detrás de ese esfuerzo creciente hay hogares que recortan gastos básicos, jóvenes que descartan emanciparse y familias que renuncian a mudarse incluso cuando lo necesitan”.
Y enfatiza que “el encarecimiento del acceso a la vivienda no sólo golpea a los bolsillos, sino que afecta a la cohesión social y a la capacidad del país para garantizar oportunidades reales a las nuevas generaciones”.
Fruto de esta situación, por ejemplo, los jóvenes españoles son los que más tiempo permanecen en el hogar familiar, según Eurostat. “No por preferencia cultural, sino por pura imposibilidad económica”, concreta Robin Decaux.
De hecho, más de la mitad de los menores de 35 años declara necesitar apoyo familiar para acceder a una vivienda, un factor que se ha convertido en una frontera decisiva entre trayectorias vitales.
“Los estudios de mercado reflejan un deterioro sostenido en la capacidad de acceso a la vivienda en propiedad entre los menores de 35 años, un desplazamiento hacia alquileres cada vez más tensionados y una fractura creciente entre quienes pueden recibir apoyo económico familiar y quienes dependen únicamente de su salario”, añade.
¿Resultado? “La edad de emancipación se retrasa, la movilidad laboral se reduce, la capacidad de ahorro se aplaza indefinidamente y la planificación familiar se vuelve una incógnita. Este retraso tiene efectos directos sobre la natalidad, la movilidad laboral y la productividad, factores que agravan el riesgo de una verdadera burbuja social”.
Y el CEO de Equito concluye subrayando que “si queremos evitar que esta dinámica desemboque en una ‘burbuja social’, es imprescindible actuar con una visión amplia”.
Visión en la que "hace falta incrementar la oferta de vivienda asequible y protegida, revisar los incentivos para fomentar la construcción y rehabilitación y establecer un marco regulatorio del alquiler que proporcione estabilidad tanto a inquilinos como a propietarios. Pero incluso todo eso sigue siendo insuficiente”.
Desde su punto de vista, “es necesario también repensar cómo permitimos que los ciudadanos participen en la creación de valor del mercado inmobiliario”. Y ahí entran en juego la inversión fraccionada o la tokenización, por ejemplo.
