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Ser la generación más preparada de la historia y tener un salario inferior al de sus padres: esta es la cruda realidad de los jóvenes españoles hoy en día. Según la Encuesta de Estructura Salarial de Eurostat, un joven percibe de media un 20% menos de lo que cobraban sus padres a los 30 años.

Ismael tiene 26 años y a pesar de su juventud ya está trabajando como profesor de oncohematología e investigador. Sin embargo, ni se plantea comprar una vivienda porque sabe que en este contexto, con su salario y sus condiciones laborales, es imposible.

Cuenta que los investigadores en España "cobran en 12 pagas unos 1.400 euros netos", un salario ligeramente superior al Salario Mínimo Interprofesional (SMI), fijado actualmente en 1.184 euros brutos mensuales.

Precios de la vivienda disparados

En un reportaje de los servicios informativos de Antena 3, han acudido a la vivienda donde reside Ismael de alquiler junto a otra compañera. Como tiene trabajo, ha intentado comprar un piso y convertirse en propietario, pero sin éxito.

"Estuve mirando para ver si me podía comprar un piso y si me podían dar alguna hipoteca, pero fue completamente imposible. Además, los contratos de trabajo no son estables", protesta.

Según el portal inmobiliario Idealista, el precio del metro cuadrado se sitúa en España en 2.555 euros, que supone un incremento del 15,7% con respecto a octubre de 2024 y un 1,5% más que en septiembre de este año, confirmando así el crecimiento imparable por la falta de construcción de inmuebles y la altísima demanda de vivienda.

En este momento, Ismael se plantea cambiar de profesión porque con sus salarios actuales como profesor de oncohematología -estudio y diagnóstico de cánceres relacionados con la sangre, la médula ósea y el sistema linfático- no se puede permitir un futuro de garantías, sobre todo a la luz de que "buscar piso es una locura".

Añade que si continuase inmerso en el ámbito de la investigación, "lo veo muy negro porque es muy complicado vivir de ello". Además de la baja remuneración, muchos investigadores universitarios empiezan a trabajar con contratos temporales y sin horas suficientes.

La consecuencia es que las profesiones que requieren de una carrera universitaria no garantizan un futuro prometedor y muchos jóvenes tienen que retrasar su edad de emancipación hasta más allá de los treinta o incluso cambiar de rumbo.