Las claves
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La gran crisis inmobiliaria que vive España afecta a varios niveles de la sociedad: jubilados, extranjeros, jóvenes, familias... Pocas personas se salvan de la gran escasez de oferta y altos precios en el mercado.
Como consecuencia, provoca que muchas personas tengan que reinventarse de alguna manera para tener un techo bajo el que dormir sin arruinarse en el camino, ya sea volviendo a casa de los padres, reformando locales o compartiendo pisos con muchas personas.
Un caso así es el de Sonia Mel, la madre de una familia que se enfrentó al final de su contrato de alquiler y no puede encontrar un nuevo hogar por lo que ha optado por volver a casa de sus padres con sus hijos mientras su marido vive en otro sitio.
Objetivo: encontrar vivienda
España atraviesa un problema de vivienda que se ha profundizado en los últimos años. El aumento sostenido del precio de los alquileres y la dificultad para acceder a hipotecas hace que el problema afecte directamente a los ciudadanos.
Además, ya no solo afecta a los jóvenes sino a familias consolidadas que se enfrentan a la incertidumbre de no poder mantener su hogar.
La escasez de alternativas y precios han convertido en frecuente la situación de familias que, tras años de estabilidad, se ven obligadas a dejar su vivienda por finalización de contrato o por incrementos imposibles de asumir.
"Llevábamos 11 años viviendo en la casa de alquiler", contaba Sonia Mel en Espejo Público. "Mi marido y yo siempre hemos vivido de alquiler porque nos ha parecido una forma fácil y cómoda. Nunca nos hemos planteado comprarnos una casa, y eso que te estoy hablando hace 15 años".
Sonia vivía en un piso de alquiler en Torremolinos junto a su marido y sus tres hijos menores. Sin embargo, una vez se les acabó el contrato no tuvieron otra opción que marcharse.
"Nos habían dicho que no nos renovaban el contrato, que fuéramos buscando", señalaba la mujer. "Buscamos y no había nada para nosotros. No encontramos nada que nos pudiéramos permitir".
Cabe mencionar que ambos trabajan, y aunque ella sea fija discontinua, su marido tiene un sueldo estable y fijo.
"Trabajo en un supermercado, y mi marido es camarero. Trabaja entre Torremolinos y Benalmádena. Él sí tiene un sueldo fijo y estable. Yo sí que va rotando con lo que encuentro: 18, 20, 25 horas... es más intermitente. Entre los 2 podemos sumar 2.200 euros como máximo", indicaba Sonia.
No obstante, ante su dificultad para encontrar una vivienda en la que residir, a Sonia no le quedó otra que volver a casa de sus padres junto a sus hijos, mientras su marido se ha ido a la de su madre. Es decir, viven separados aunque sigan siendo una familia los cinco.
"Los niños están conmigo porque como mi marido trabaja en hostelería es más fácil que los atienda yo", afirmaba Sonia. "Al final también les cuesta. Sobre todo echan de menos a su padre. A los dos mayores les cuesta un poco más adaptarse a esta situación".
Ante esta nueva realidad, Sonia pide ayuda para que pueda conseguir un nuevo hogar a un precio asequible: "No quiero que me regalen nada, quiero un alquiler a nuestro alcance. Creo que no es ninguna locura".
"Con estos precios, pensamos en ir a por una hipoteca y me dijeron que con lo que tenemos me podían dar una hipoteca de 1.000 o 1.100 euros. Con los tres niños y los gastos que tenemos, lo máximo que podemos pagar son 800 euros al mes", apuntaba la mujer.
De hecho, la propia Sonia se encargó de contar que su caso no es un caso aislado en Málaga y otras zonas costeras. La mujer señaló que conoce de más casos como el suyo y cómo el alquiler turístico abarca gran parte de la oferta, lo que complica el acceso a una vivienda residencial a un precio asequible.
