Para los inversores inmobiliarios, muchas veces la compra de una vivienda okupada supone una gran oportunidad, ya que suelen ser pisos más baratos y, algunas veces, en buenas zonas.
Esto fue lo que llevó a Helena Soto, inversora inmobiliaria, a comprar una vivienda que estaba siendo habitada por un okupa. Así, compartió su experiencia en su red social Instagram (@helenasoto), calificándola como algo "arriesgado".
Explicó que lo que la impulsó a comprar esta vivienda con la esperanza de reformarla y alquilarla, es que en su momento parecía 'la oportunidad de oro'. Estaba en una buena zona y, por el okupa, se estaba vendiendo casi por la mitad de precio.
"Los okupas saben que vendrá algún inversor"
Comenzó con el titular: "Una vez compré una vivienda okupada". Así, continuó explicando que "los okupas muchas veces entran en casas que son propiedad del banco y luego el banco las pone a la venta por un precio muy económico".
Al ver esto, "los inversores compran esas viviendas. El okupa sabe que en algún momento va a llegar un inversor y le va a ofrecer dinero por irse de esa vivienda y por eso entran ahí", explicó Soto.
Con este contexto, "hice un análisis de la zona, vi que las propiedades estaban en unos 40.000 euros, yo no tenía nada de dinero, y esa propiedad la estaban vendiendo en 26.000 euros. ¿Qué puede salir mal? Este es un plan sin fisuras", pensó la inversora.
Aprovechó para recalcar también que en el momento de la compra de esta vivienda "yo no tenía experiencia". Así, pagó la vivienda en "cash y sin haberla visto".
Para desalojar al okupa, explicó que "contraté una empresa que se encargaba de negociar con el okupa para que saliera, le pagué 3.000 euros a esa empresa y el okupa al final quería otros 3.000 euros para poder salir".
Con esto, continuó relatando que "el día que yo estaba. Me dieron un papelito que era una especie de contrato con la fotocopia del DNI del okupa".
No obstante, se llevó una desagradable sorpresa cuando vio que "tenía en la dirección del DNI la dirección de la propiedad y dije '¿Y esto qué es?'".
"Ahí aprendí que los okupas se pueden empadronar en una vivienda, resulta que es legal", comentó. Esto, por supuesto, suponía otro problema con el que lidiar.
Igualmente reformó la vivienda, después de desalojar al okupa, pero con toda la situación "los márgenes estaban ajustados y no me podía permitir una reforma grande", así que la inversora optó por contratar "al reformista más barato".
Esta decisión, que calificó como un error, desencadenó en que "a mitad de la reforma me dejó tirada y se llevó el dinero, me encontré con un piso que no podía vender porque todo el mundo me cancelaba las visitas en la puerta, ya que era uno de los barrios más peligrosos de todo Madrid".
"Yo no sabía ni lo que había comprado y, bueno, ya, desesperada y pensando que iba a perder el dinero, pasó un año hasta que pude quitarme esa propiedad de encima", declaró.
¿Quiénes la compraron? Soto los calificó como "unos ángeles", pero fueron "unas personas del extranjero que les pareció bien la propiedad y me dijeron que terminaban la reforma si la vendía por X precio".
La cantidad ofrecida por el extranjero para comprar la vivienda "era un número en el que no perdía ni ganaba", con lo que la inversora entregó esta vivienda "con un lazo".
"Me deshice de esa vivienda y aprendí que lo barato sale caro", concluyó su relato la inversora tras haber reflexionado sobre sus cuestionables decisiones en lo que respecta a esa vivienda.
