Es la cuestión que hacen muchos trabajadores a sus jefes y, otros tantos, lo desean pero no se atreven: “Quiero un aumento de sueldo”. Ahí entran en juego diferentes variables que se ponen sobre la mesa: esfuerzo, trabajo, dedicación, antigüedad...
Esos empleados creen que la empresa, además, dispone de los medios suficientes para dar ese paso. Pero, ¿realmente es así?
Para responder a la pregunta nada mejor que echar mano del estudio “¿Las empresas españolas ganan dinero suficiente para subir los salarios?”. Elaborado por el Consejo General de los Gestores Administrativos junto al economista Javier Santacruz, la conclusión puede sorprender a más de uno.
“Las empresas no pueden dar lo que no tienen”, afirma Fernando Jesús Santiago Ollero, presidente del Consejo General.
Y va todavía más allá: “Si no creamos las condiciones para que sean rentables, productivas y competitivas, no solo no habrá subidas salariales: no habrá empresas”.
¿Por qué no pueden subir los sueldos?
El informe antes indicado busca, a través de datos objetivos, cuál es la capacidad real del tejido empresarial español para absorber nuevas cargas salariales o fiscales.
Y la conclusión, teniendo en cuenta que más del 90% de dicho tejido está formado por micro y pequeñas empresas, es que no tiene recursos para asumir dichas subidas. ¿Por qué? Porque opera con una rentabilidad estructuralmente baja y sin capacidad de absorber esas nuevas cargas sin comprometer su viabilidad.
¿A qué se debe esto? A la caída sostenida de la productividad por trabajador desde 2008 y al deterioro del volumen de ventas por empleado en los últimos seis trimestres, sobre todo entre las empresas más vulnerables.
“Esta fragilidad estructural, unida al incremento de costes laborales y financieros, deja a miles de negocios en una posición límite”, se apunta desde el informe.
El mismo, además, indica que “la rentabilidad no es un lujo, sino una condición básica para sostener el empleo, la inversión y la cohesión social. Exigir más sin reconocer esta realidad es condenar al tejido productivo a una lenta asfixia”.
Por tanto, la mayoría de las empresas no tiene margen para asumir nuevas cargas salariales. Como ya se ha dicho, el 90% del tejido productivo español lo conforman microempresas y pymes con una rentabilidad muy limitada, baja productividad y escasa capacidad de inversión.
Desde 2008, la productividad por trabajador ha caído de forma sostenida, mientras que los costes laborales han aumentado. Muchas empresas sobreviven, pero no crecen, no invierten y, en muchos casos, ni siquiera compensan el coste de su deuda.
En el segmento más vulnerable, el volumen de ventas por empleado ha caído durante seis trimestres consecutivos. “Nosotros no negamos la necesidad de mejora social. Lo que decimos es que no puede haber justicia social sin viabilidad económica”, apunta Fernando Santiago.
Y remarca: “Las empresas no pueden dar lo que no tienen. Si no creamos las condiciones para que sean rentables, productivas y competitivas, no solo no habrá subidas salariales: no habrá empresas”.
Por último, concluye que hay otro elemento que no ayuda. Y ese no es otro que legislar sin mirar el margen real de las empresas, lo que se traduce en una condena a desaparecer: “La rentabilidad es hoy el gran ausente del discurso público. Sin rentabilidad no hay tejido productivo sostenible”.
