Casi cinco millones de personas viven solas en España. Algo más de dos millones son personas mayores de 65 años y, de ellas, una amplia mayoría son mujeres (el 72%), según la última Encuesta Continua de Hogares que realiza el INE. Se trata de una fotografía muy representativa de la evolución de la población española, cada vez más envejecida.

Estas circunstancias se acentúan aún más en la España rural, concepto que define a las poblaciones con menos de 2.000 habitantes. Los mayores representan casi el 30% de la población que vive en zonas rurales, donde al mismo tiempo el proceso de despoblación conlleva una dura pérdida de servicios esenciales como la asistencia sociosanitaria. 

Entre estos servicios asistenciales, cabe destacar lo importante que ha resultado la ayuda a domicilio en las zonas rurales desde que comenzó la pandemia, ya que ha permitido cubrir las necesidades básicas de los mayores donde no llega otro tipo de ayuda. Clece ofrece este servicio en toda España atendiendo a más de 120.000 personas

Protocolos más seguros

Desde la primera ola de coronavirus en España, en Clece han ido adaptando sus líneas de trabajo para prestar el servicio de ayuda a domicilio con las mayores garantías de seguridad, ya que se atiende a un colectivo especialmente vulnerable. “Hubo mucho miedo en la primera ola, pero ahora tenemos mucho más conocimiento y sabemos cómo actuar”, cuenta Lola Torres, jefa de coordinación del SAD de la Diputación de Málaga. 

Aunque durante el estado de alarma solo podían darse algunos servicios esenciales (como la higiene) y urgentes, en la actualidad se presta la totalidad del servicio. La única diferencia es que se han creado nuevos protocolos para diferenciar “entre usuarios sin síntomas, posible caso de Covid-19 (bien por síntomas o por contacto) y usuarios confirmados. En el caso de los confirmados, aunque estén en aislamiento nosotros les seguimos atendiendo”, explica Torres. 

En el momento en el que hay sospecha o confirmación de un caso positivo de Covid-19, “ponemos una auxiliar sustituta con el EPI correspondiente: traje de buzo, gafas de protección y mascarilla FFP2…”. En las zonas rurales, sin embargo, un hecho como este supone una compleja logística, debido a la dispersión de los pueblos. En Málaga, por ejemplo, Clece atiende a más de 4.000 usuarios en 90 pueblos por toda la provincia. 

Para que no falten la ayuda ni los materiales, relata la coordinadora del SAD, “tenemos un dispositivo para hacer el reparto a las 1.500 auxiliares con dos repartidores”. Además, también cuentan con 23 puntos de apoyo por toda la provincia con material para los equipos “por si surge algo durante el fin de semana, que haya accesos cercanos a este servicio”. 

La logística, hacerles llegar el material a las auxiliares, la documentación… “Todo eso es un hándicap en comparación con gestionar un servicio en una ciudad”, advierte Torres, que trabajó durante nueve años en la coordinación de la capital malagueña. Además, “en un pueblo pequeño es más difícil reclutar personal porque hay un problema de despoblación, pero muchas personas mayores. Luego el acceso que nosotros tenemos a ellos y a las auxiliares también es más complicado”, concluye. 

La importancia de los servicios en zonas rurales

A pesar de las dificultades, el Servicio de Ayuda a Domicilio en las zonas rurales es un servicio que “está vivo y sigue creciendo con regularidad”, según Torres. Obstáculos como la dispersión de los usuarios no empañan la necesidad de seguir prestando este tipo de ayudas, porque “al final, en el medio rural queda la persona mayor, pero sus hijos se van a la ciudad y se quedan solos”

Así, estos meses en los que tantas familias han permanecido separadas, las visitas del servicio de ayuda a domicilio han resultado de vital importancia para muchas personas mayores que viven solas. “Tú puedes hablar por teléfono con ellos pero no es lo mismo a que vaya a su casa una auxiliar que lo conoce para que vea si está bien, si está triste o si hay alguna anomalía, para que pueda comunicarlo a la familia”, cuenta Torres. 

Natalia Peciña, que es auxiliar de ayuda a domicilio en Miranda de Ebro desde hace 17 años, se desplaza cada día varios kilómetros hasta un pueblo adyacente para atender alguno de sus servicios. Explica que ahora “los mayores necesitan unos cuidados especiales que no necesitaban antiguamente” y a menudo se precisa de una o más personas para atenderles. Si además, se encuentran en un pueblo, “necesitas un coche para desplazarte y no todas las familias pueden hacerlo”

Los Servicios de Ayuda a Domicilio permiten prestar una atención personalizada y muy cercana a las personas mayores. “Somos sus nietas, como ellos dicen”, así lo describe Peciña. También es un recurso cada vez más demandado por aquellas personas que desean permanecer en sus hogares pero que necesitan cierta asistencia en su día a día. En las zonas rurales, además, donde el acceso a servicios básicos como médicos o farmacia está más limitado, el Servicio de Ayuda a Domicilio ha sido muy significativo durante la pandemia, porque ha permitido que los mayores permanecieran en sus casas de forma segura, mientras se les proporciona atención y acompañamiento cuando más lo necesitan.