En casa de los Cebrián Gervás están haciendo casi cálculos matemáticos para tratar de organizar las futuras salidas a la calle de la familia, compuesta por José María, Irene y sus 11 hijos, José María (1), Helena (3), Alicia (4), Irene (5), Álvaro (8), los mellizos Miguel y Manuel (10), Juan Pablo (11), Luis (12), Fernando (14) y Carmen, de 15 años. Aunque esta última, sin embargo, no podrá salir de momento del piso de 170 metros y cuatro habitaciones en el que ha pasado la cuarentena, infectada de COVID-19, esta gran familia vallisoletana. 

Tras cambiar varias veces de parecer, el Gobierno de España ha fijado que los menores de hasta 14 años podrán salir acompañados de un adulto a dar un paseo a partir del próximo domingo, como primera medida en la desescalada del coronavirus. En principio, según apuntan desde el Ejecutivo, el paseo será de aproximadamente una hora y el mayor de edad podrá llevar consigo a dicha salida a dos o tres niños

Una decisión que ha puesto poco menos que patas arriba la vida de esta peculiar familia, residente en el barrio de Huerta del Rey, en Valladolid. En esta casa son concretamente 12 los que pueden salir, 10 de los 11 hijos y sus dos padres. Pero, ¿cómo se va a apañar esta familia para poder pasear a sus hijos por separado? Lo que está claro es que tanto Irene como José María no podrán salir a la vez y por separado a la calle con los menores, pues aunque sea la fórmula más lógica siempre se tiene que quedar uno de los dos en casa a cuidar del resto de la prole. 

"Lo que tenemos claro es que los fines de semana serán un caos. De lunes a viernes, podremos apañarnos más o menos. Uno de los dos saldrá con las pequeñas por la mañana, para que los mayores estén tranquilos con sus teleclases. Y por la tarde, animaremos al resto a salir. Vaya, que estaremos todo el rato subiendo y bajando en el ascensor, si nos limitan, tendremos que hacer turnos", cuenta José María a ESPAÑOL. 

40 días sin salir

La familia Cebrián Gervás.

Este es el plan que, de momento, han improvisado tanto Irene Gervás como José María Cebrián. Aunque ambos saben bien que en muchas ocasiones los planes no funcionan en casa, sobre todo cuando se está al cargo de 11 vástagos que, además, no pisan la calle desde hace más de cuarenta días. Cuando sus padres comenzaron a tener los primeros síntomas de COVID-19 y después, uno a uno, se fue contagiando el resto de la familia. "Entendemos que nuestra situación no es la común, pero pedimos que sean un poco comprensivos, que si nos ven con cuatro en vez de con tres niños, no nos multen", pide este padre vallisoletano. 

Esta noticia, según cuentan los padres a este diario, ha traído consigo todo tipo de reacciones en los pequeños. "Hay niños que tienen muchas ganas de salir, pero hay otros que casi se han acostumbrado y no tienen excesivo interés. Al final, dar un paso al niño le produce un rechazo natural, es un tostonazo. Les decimos que pueden salir a la calle, sin poder ir al parque ni jugar con otros niños". 

Lo cierto es que, en este caso, el parque está prácticamente en casa de los Cebrián. "Pensarán que sin poder jugar, es mejor quedarse en casa viendo pelis o jugando y peleándose con sus hermanos. Aun así, tenemos que salir, más que nada ya por la salud mental de todos". 

Desde que iniciaron la cuarentena en familia, lo primero que hicieron los dos padres fue establecer un horario dividido en tareas para mantener, en la medida de lo posible, el orden. Desayunar, asearse y hacer las tareas del hogar es lo que todos hacen durante las primeras horas del día. Después comienza el cole. Mientras los mas mayores siguen las clases online con sus profesores, un familia le da clase por facetime a los mellizos y las más peques de la familia ven en la televisión contenidos educativos

Tras la hora de comer, los 13 miembros de la familia ven una película en el salón y disfrutan de un poco de tiempo libre. "Aquí se nos va un poco de las manos porque empiezan a jugar por la casa, gritar... los vecinos ya están armados de paciencia", cuenta, entre risas, Chema. Tal vez, un paseo no les venga tan mal. 

Sentido común 

La familia Cebrián Gervás.

Aunque para esta familia la medida es, en parte, positiva, Chema e Irene también guardan cautela después de todo lo que han vivido en casa con el inquilino indeseado: el coronavirus Sars-CoV-2. "Yo soy el primero que quiere salir, pero sería una pena que por esta idea echásemos a perder todo lo que ha conseguido la sociedad española. Hay que tener sentido común. Necesito la seguridad de que podemos salir, que nos hagan test a todos, que ninguno sea positivo. Yo, personalmente, no voy a asumir ningún riesgo". 

Lo cierto es que en esta casa, el COVID-19 todavía no se ha marchado. Aunque Irene y Chema, enfermera y arquitecto de profesión, respectivamente, han dado negativo en la prueba. Algunos de sus hijos siguen teniendo síntomas. "Hoy se ha levantado uno con manchas rojas en la piel, están muy cansados, ni siquiera saben ya que les pasa. Luego en dos o tres días, se les pasa. El virus te deja del revés hasta que vas cogiendo el ritmo habitual. Son todo síntomas leves, pero al final no sabes si es una suma de todo, el caos, los gritos... Estamos cada vez mejor y esperando que el médico nos de por fin el alta a todos", cuenta este padre. 

Lo peor para esta esta familia comenzó días antes de que el Gobierno decretase el estado de alarma. El 12 de marzo, Irene empezó a tener dolor de cabeza, pero no le dio más importancia. Cuatro días más tarde, y cuando todo el país estaba confinado en sus casas, los síntomas de esta enfermera. Dolor de cabeza, tos, fiebre aguda, dolor muscular... El diagnóstico parecía claro, pero aun así un test rápido se lo confirmó en su centro de salud. 

Para entonces, José María también había empezado a manifestar síntomas de coronavirus. Y poco días después, le seguía el resto de la familia. Una situación que llevó al límite a esta familia vallisoletana. "Hemos pasado momentos de verdadero miedo, ves a tu hijo con tiritonas, vomitando y no sabes cómo va a reaccionar. Yo estuve muy enfermo, solo pensaba en no tener que ir al hospital porque dejaba un cuadro en casa. No podía venir a ayudarnos nadie, estábamos confinados. Hasta ahora, nunca había tenido miedo en la vida. Lo único que nos ha sacado del pozo ha sido la fé", concluye José María Cebrián.