En todo el territorio nacional solo existe un punto donde la gente puede estar guardando la cuarentena sin echar el cerrojo a la puerta de su domicilio: la isla de Tabarca, a 22 kilómetros de Alicante. “Los vecinos siguen viviendo en sus casas con las puertas abiertas”, corrobora Ana, una lugareña. Esta situación es del todo anómala en España tras haberse decretado el estado de alarma por el coronavirus, pero se debe a que Tabarca solo cuenta con una población de poco más de medio centenar de habitantes que la están convirtiendo en plena pandemia en un ‘oasis’ sin positivos por COVID-19.

“En Tabarca me siento más segura de los contagios, de momento, aquí todos los vecinos estamos bien”, asegura Ana en conversación telefónica con EL ESPAÑOL. Las posibilidades de que se produzca algún caso de coronavirus en la isla se han reducido drásticamente porque desde el pasado sábado permanece incomunicada: la restricción de movimientos impuesta por el Gobierno de España supuso el cese del servicio de transporte para turistas y residentes que prestan a diario las empresas privadas que gestionan las embarcaciones. Las conocidas popularmente como tabarqueras o barco taxi permanecen amarradas en el puerto de Santa Pola hasta nueva orden de Capitanía Marítima.

“Tenía que ir a Tabarca a hacer unos arreglos en mi negocio para preparar la campaña turística y como han suspendido las clases en los institutos de Alicante decidí instalarme en la isla con mi marido y mis dos hijos”. Al igual que Ana hubo más personas que optaron por sacar un pasaje en las últimas tabarqueras que zarparon para afrontar el confinamiento domiciliario en las residencias que tienen en la isla. Prueba de ello es el hecho de que el INE cifra el censo local en 51 personas y la Asociación de Vecinos ‘Isla Plana’ confirma que en la actualidad hay 75 residentes.

Vista aérea de la isla de Tabarca, de 1.800 metros y un censo poblacional de 51 vecinos.

En la isla se sienten más seguros porque en la provincia de Alicante se concentran la mitad de los 22 fallecidos que ha causado el Covid-19 en la Comunidad Valenciana. “No hay ningún positivo entre los vecinos, pero todos estamos respetando el confinamiento domiciliario como está ocurriendo en la Península”, subraya con responsabilidad Ana. La logística de la cuarentena en Tabarca presenta diferencias abismales con el resto del país: mientras que el Ministerio de Sanidad ha reclutado hasta a los médicos jubilados para combatir los estragos del coronavirus, en este islote el retén sanitaro lo sigue constituyendo el enfermero al que le toca cubrir un turno semanal.

Tampoco se ha desplegado el Ejército ni cientos de efectivos de las Fuerzas de Seguridad. Como ocurre el resto del año, cada semana hay un policía local distinto para erigirse durante siete días en la máxima autoridad de la isla: suya es la competencia de mantener el orden y vigilar que en la isla se cumple el confinamiento domiciliario durante el estado de alarma. Los residentes no montan conciertos en los balcones como en las grandes ciudades ni tienen que andar a grito pelado para comunicarse con el resto de sus vecinos: les basta con asomarse a la ventana o a la puerta de su casa para iniciar una tertulia con el tabarquino de enfrente.

Ana, vecina de Tabarca, está pasando el confinamiento domiciliario en la isla.

“Todo esto nos ha pillado cuando estábamos preparando la campaña turística”, explica Ana, una comerciante que regenta el Bazar Valera que hace más de cuatro décadas montó su padre justo a la entrada de la pintoresca Plaza de Carloforte. En la víspera del puente del Día del Padre, como cada año, los lugareños suelen dar los últimos retoques a sus negocios para dar la bienvenida a cientos de visitantes, pero este año no se ha escuchado el bullicio de hosteleros ni comerciantes en el Carrer D'En Mig: la arteria principal que está trufada de restaurantes, tiendas de souvenirs, hoteles...

230.000 turistas 

En pleno Día del Padre el silbido del viento resoplando es lo único que se escucha a lo largo de los 1.800 metros de longitud que tiene el término de Tabarca: la única isla habitada de toda la Comunidad Valenciana y cuyo nombre se debe a un grupo de familias de origen genovés rescatadas de Tabarka (Túnez) por Carlos III que fueron reubicadas en este islote situado frente a la costa alicantina. La celebración de la festividad de San José de este año es atípica: nadie llega ni sale del puerto de Tabarca. Tampoco el ‘bicho’ del coronavirus.

“Aquí todos vivimos del turismo y tenemos claro que esto no empezará hasta mayo”, subraya preocupada esta comerciante, de 48 años, por el panorama desolador que presenta la isla sin turistas paseando por la muralla, ni por la playa, ni visitando el museo o el entorno de la iglesia de San Pedro y San Pablo. La temporada turística está en el aire y de ella viven la inmensa mayoría de tabarquinos porque cada año moviliza a más de 230.000 personas para disfrutar de la gastronomía de la zona, a base de caldero y arroz a banda, así como de los espectaculares paisajes y las aguas cristalinas de esta isla enclavada en aguas del mar Mediterráneo.

La pandemia se está viviendo entre los vecinos de Tabarca con menos miedo y un riesgo de contagios infinítamente inferior al resto de poblaciones del país. Sin embargo, la isla no está exenta de los problemas que está causando el Covid-19 porque tras cesar la actividad de las tabarqueras se han puesto de manifiesto las carencias en servicios básicos que presenta esta ínsula: no tienen un medio público de transporte. El confinamiento de los residentes es doble: enclaustrados en sus casas y encerrados en la isla sin poder desplazarse al puerto de Santa Pola -más cercano que el de Alicante-.

El estado de alarma obliga a amarrar las embarcaciones en el puerto de Tabarca.

“No hay enfermos”, asegura aliviada la presidenta de la Asociación de Vecinos ‘Isla Plana’ de Tabarca, Carmen Martí. La Consellería de Sanidad ni confirma ni desmiente que no hay positivos en la isla. “Si los hubiese lo sabríamos porque solo hay cinco ancianos, ocho o diez niños, unos cuantos adolescentes, varios matrimonios”, insiste Martí sobre la tasa de cero positivos mientras detalla el contenido del minicenso poblacional.

El colectivo vecinal solo tiene un ‘pero’ a la situación privilegiada que están viviendo en medio de la pandemia: “Nadie ha previsto un servicio de transporte para llevarnos al puerto de Santa Pola a comprar productos de primera necesidad y medicamentos”. El único barco que zarpará hacia la isla durante las próximas fechas es el que se encarga de recoger la basura semanalmente. “¿Qué hacemos vamos nadando hasta Santa Pola?”, se pregunta indignada Martí ante la falta de alternativas de las distintas administraciones que tienen competencias en Tabarca.

Galimatías administrativo

La isla es un galimatías administrativo. Está considerada una partida rural de Alicante porque cuenta con poco más de 150 viviendas, cuyos servicios públicos dependen del Ayuntamiento, pero sus aguas internas son potestad del Gobierno de la Comunidad Valenciana, las aguas externas del Ejecutivo central y el tráfico de embarcaciones de Capitanía Marítima.

“Llevamos cinco años reclamando un servicio público de transporte con embarcaciones y hace un año que la Consellería de Transportes tiene el borrador para convocar el concurso: si lo hubiesen hecho ya ahora no estaríamos así”, reflexiona la presidenta del colectivo vecinal de una isla que de momento permanece a salvo de la pandemia, pero que adolece de algunos servicios esenciales.

“Toda la gente tiene víveres porque las tiendas de alimentación en Tabarca en estas fechas están cerradas, pero no sabemos que pasará la próxima semana". A esta incertidumbre se suma la preocupación por garantizar el abastecimiento de medicinas para aquellos residentes de la isla que tiene patologías crónicas. 

Las pocas calles que tiene la isla de Tabarca están desiertas.

Arroz a banda para todos los lugareños

Para dosificar la despensa, con motivo del Día del Padre, este jueves el dueño del restaurante Almadraba prepararó un arroz a banda para dar de comer a todos los lugareños: algo impensable en el resto de España. La iniciativa no fue festiva porque los vecinos fueron por turnos al establecimiento a coger raciones para preservar la cifra de cero contagios. No se produjeron colas porque solo son 75 personas.

Para garantizar los víveres durante el confinamiento insular, el propietario del Hotel Casa del Gobernador que estaba ultimando la apertura para el puente ha puesto a disposición de los residentes algunos productos de su cocina y el encargado de un restaurante ha ofrecido bebidas. Las medidas de contingencia para evitar la falta de productos básicos y medicinas para los enfermos crónicos que residen en la isla, la principal preocupación de los residentes en Tabarca por encima de los contagios, no se prolongarán más allá de esta semana porque la presión ejercida por la Asociación de Vecinos ‘Isla Plana’ ha surtido efecto.

Capitanía Marítima ha establecido un porte semanal que llevará a cabo un barco taxi: la salida a Santa Pola será a las 10 horas y a las 14 horas regresarán a Tabarca. El día de la semana en el que se realizará el viaje se consensuará con el agente de la Policía Local. Para intentar que la isla siga teniendo una tasa de cero positivos por coronavirus, como máximo, en la embarcación solo podrán viajar cuatro tripulantes, con una distancia amplia entre sus asientos. Ellos serán los encargados de hacer las compras de alimentos y medicamentos para el resto de residentes de la isla de Tabarca: una especie de burbuja en medio del caos del Covid-19.

Las calles están desiertas a pesar de que no hay registros de contagiados.

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