En la mañana del miércoles María José Jiménez y Carmen Fernández llegan a una cafetería del centro de Madrid con retraso y con prisa. La vida no les dá para más. En menos de 24 horas empieza el evento que llevan cuatro años preparando: el I Congreso de Feminismo Romaní que se celebra en España.

María José pide un cortado que se bebe del tirón. Carmen se sienta y suspira. Son las 12 de la mañana y casi no se ha sentado. Pertenecen a la Asociación Gitanas Feministas por la Diversidad -donde ocupan el cargo de presidenta y vicepresidenta, respectivamente- y fueron las fundadoras de lo que ellas consideran que es un "movimiento social participativo y político", pero sobre todo feminista y "muy gitano".

La Asociación -que carece de sede física y subvenciones públicas- cuenta con una treintena de participantes, tanto hombres como mujeres, por toda la geografía española -desde Murcia hasta Ponferrada- y este fin de semana, por fin, ve satisfecha su mayor aspiración: hacer un simposio organizado por mujeres gitanas para mujeres gitanas. Y eso, dicen, es algo pionero: "Es la primera vez que se hace algo diseñado en clave gitana, desde nuestra perspectiva y pensando en nuestras necesidades", explica Carmen. Durante dos días discutirán sobre cómo ser feminista gitana dentro del propio movimiento feminista o sobre qué significa ser un hombre feminista.

Política en clave gitana

Aspiran a que el congreso sea un modo de crecer y asentarse como motor de cambio de una minoría que dicen está necesitada de reconocimiento: "Necesitamos que la causa gitana tenga estatus político y se cree una agenda política feminista para que de una vez por todas se nos tenga en cuenta a la hora de desarrollar políticas de Educación, Empleo o Vivienda", explica la vicepresidenta de la Asociación. "Las políticas que hacen no nos benefician porque se hacen sin contar con las demandas del pueblo gitano. Es necesario que no se hagan más proyectos, que no se desperdicie más dinero sin que se invierta en necesidades reales". 

Carmen Fernández, vicepresidenta de la Asociación de Gitanas Feministas por la Diversidad. Moeh Atitar

Pero ese cambio político no es tan fácil, sea cual sea el color del partido. "Llevamos cuatro años de despacho en despacho de los políticos para explicarles la necesidad de que los gitanos dejen de ser el objeto de la política para ser el sujeto activo" pero no ha dado resultado, explica Carmen. María José lo intentó presentándose ella misma a las últimas elecciones generales con Podemos como número por Salamanca, pero no consiguió ser la primera mujer gitana diputada. Tampoco consiguió que el partido de Pablo Iglesias se concienciase de las necesidades del pueblo gitano, no representan una masa suficientes de votantes como para que a Podemos les interesase por ellas, según explica María José. Perdido el escaño, perdida la causa romaní del partido morado.

Si eres gitano vives sólo con los gitanos

En España hay unos 650.000 gitanos que, según la Asociación, viven estigmatizados y discriminados en muchas ocasiones. Carmen, que es maestra y vive en Cartagena, lo ejemplifica: "Yo vivo en un barrio que se llama Las Seiscientas, hace un tiempo mis padres quisieron mudarse y comprar una cosa en otra zona, encontraron una que les gustaba y cuando iban a finalizar la operación les dijeron que no sin más explicación. Al tiempo nos enteramos de que la comunidad de vecinos se negó a que unos gitanos viviesen entre ellos". Pero, aseguran, no es una excepción; "las inmobiliarias tienen la premisa de no vender o alquilar casas ni a moros ni gitanos".

4 Maria José Jiménez: Ser Gitana en el movimiento feminista

"A nosotros nos persiguen cuando entramos en una tienda porque tienen miedo de que robemos, no podemos entrar en algunos bares porque nos prohíben la entrada y la gente te sigue mirando en la calle, para la mayoría los gitanos somos gente mala que sólo quiere robar y engañar", explica la vicepresidenta de la Asociación. "Pero, ¿sabes qué? Yo lo entiendo, este es el resultado de 600 años de proyección negativa del pueblo gitano, desde que se dictó la primera pragmática en el año 1499 que ordenaba la expulsión de todos los gitanos, hasta la derogación de la ley de vagos y maleantes con la Constitución que decía que se vigilara a todos los gitanos y se comprobasen fehacientemente sus pertenencias... Todo eso ha creado una historia de machaque, de exterminio y de desconfianza", analiza Carmen.

Según la Fundación Secretariado Gitano después de la crisis un 54% de los gitanos españoles están en exclusión severa. Exclusión económica pero también social ya que las dificultades en el acceso a la vivienda conforma ghettos que no favorecen a la integración ni a la socialización.

Cartel del congreso.

¿Se puede ser gitana y feminista?

¿Es compatible ser gitana, feminista y seguir participando de las tradiciones gitanas? "¡Claro que sí!", exclama Carmen, "hay que empoderarse sin renunciar a nuestra identidad". A la vez que se abordan las tradiciones desde una perspectiva renovadora.

Pero no es tan fácil, ya que aunque dentro del colectivo gitano no han encontrado problemas, sino facilidades, sí las han encontrado dentro del "feminismo blanco hegemónico" y por las limitaciones del "patriarcado payo". "Nos decían que nosotras no podíamos ser feministas porque no teníamos producción feminista, ni referentes ni líderes, nos decían que lo primero que teníamos que hacer era cambiarnos a nosotras mismas", explica Carmen. Por eso no se sienten representadas con la "lucha de las payas" ya que mientras que su desigualdad es de género la de las gitanas es también de "raza y clase, nos sentimos más identificadas con las feministas negras, indígenas o mapuches".