Esta semana ha arrancado el curso en la universidad y yo he comenzado uno más como profesora en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla. Como siempre me presento ante el alumnado con la ilusión y la responsabilidad que mi puesto entraña. Sí, soy consciente de cuánto puede condicionar lo que dice un docente a la formación del joven que le escucha. Con todo ese compromiso he iniciado el curso, y como en mis clases es imposible que no se cuele casi a diario la actualidad (las ventajas o inconvenientes de haberme dedicado laboralmente más de 20 años a los medios de comunicación), esta primera sesión no podía ser menos. Inevitablemente al hablar de periodismo cultural, a nuestros futuros informadores, o de Comunicación de Masas a los publicistas del mañana, no puede dejar al margen algo tan importante como la lectura, pero con el debate abierto y las redes repletas de opiniones a favor o en contra sobre la necesidad o no de leer, este año se hacía completamente obligatorio. La influencer María Pombo, a la que casi en cien por cien de la clase conoce, en seis segundos y medio, confesaba en internet: "Lo voy a decir: creo que hay que empezar a superar que hay gente que no le gusta leer, y encima no sois mejores porque os guste leer”


Habría que agradecerle que haya abierto el debate sobre un tema que debería ser de interés para todos, aunque solo sea por su repercusión sobre el sistema educativo y, por ende, en la sociedad en general." ¿A cuántos os gusta leer? O, mejor dicho, ¿cuántos leéis por placer?", les he preguntado. Seguro que a nadie extrañará que ni la mitad de la clase levantase la mano. La siguiente cuestión que les planteé fue que pensarán las cosas que habían aprendido en los últimos meses y a través de qué medio las habían conocido. Series, cine, Internet... Fueron las respuestas más repetidas. Tampoco puede sorprender.

Esto me ha hecho recapitular en qué ocasiones les he recomendado a mis estudiantes un libro y no ha sido para que aprendieran, me refiero a que no fuesen manuales de la asignatura, y he recordado casos concretos. Cuando un alumno en último año de carrera tenía faltas de ortografía; ante un estudiante que no sabía redactar, tenía la idea, pero no sabía expresarla; otro que al exponer solo le salían palabras coloquiales y no encontraba sinónimos para poder adaptar su forma de hablar al auditorio… “¿Profesora qué hago para no suspender por faltas de ortografía el examen? “, y mi respuesta siempre ha sido la misma, “leer mucho”. Lo mismo que le aconsejo a mi hija de siete años. Quizás pueda parecer triste, a mí me lo parece y mucho, pero es la situación que nos encontramos en la universidad y, según hablo con mis colegas, no es un caso aislado. Estamos hablando de los profesionales del futuro, periodistas, publicistas, pero también médicos, abogados, arquitectos… Y retomamos el debate, ¿pueden otras ofertas de ocio aportarles esto que les ofrecen los libros? ¿“Debemos superar” que a la gente no le guste leer”? Leer no es solo un magnífico medio de entretenimiento, sino que es un instrumento que da vocabulario, estructuras gramaticales, ayuda a organizar el pensamiento… y junto a esto, lo que es quizás más importante les brinda conocimiento (sin necesidad de estudiar), les hace iguales, les transmite cultura de grupo… No es que no haya otros medios, pero este está comprobado y avalado por los datos. ¿Cómo podemos mirar a otro lado y pensar que la lectura no nos hace mejores o que una sociedad que lee no es una sociedad mejor?

El pasado mes de abril, el Ministerio de Cultura, como lema del Día del Libro, utilizaba la frase del escritor Álvaro Pombo, Premio Cervantes 2024: “Leer es comprender. El acto de leer es entendimiento. Leer y comprender es vivir”. En esta composición, el autor reflejaba su visión sobre la importancia de la lectura como forma de enriquecimiento personal y de ampliación de la existencia. Es como mínimo curioso que, si ponemos hoy en el buscador de internet “lectura y Pombo”, no nos lleva a esta necesaria reflexión sino al debate abierto por la Pombo más joven, que no considera que la gente que lea sea mejor. No conozco a María y creo que es posible que se haya malinterpretado lo que ha dicho o, quién sabe, si no es consciente del valor que tienen las palabras de alguien con 3,3 millones de seguidores, solo en Instagram. Ojalá sí seamos conscientes, cada uno desde la plataforma que tenemos, de nuestras responsabilidades. Por mi parte, yo he acordado con los alumnos de mi clase que voy a llevar libros que les puedan gustar para que se los queden y los lean, puede ser solo el inicio de su nueva relación con la lectura, nunca se sabe, lo que seguro que no saben es que, en el fondo, les estoy brindando la oportunidad para mejorar su redacción, tener menos faltas de ortografía, sacar mejores calificaciones, conseguir un pensamiento más crítico, entender, comprender, vivir, y, sí, por qué no, ser mejores personas.

Nuria Sánchez-Gey Valenzuela
Periodista, doctora en Comunicación y profesora en la Universidad de Sevilla