Morante de La Puebla lancea a una mano con su capote en la Maestranza.

Morante de La Puebla lancea a una mano con su capote en la Maestranza. EFE

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Sevilla

Un histórico Morante desata el delirio en la Maestranza: dos orejas a un sello propio de un torero único

En el cartel más rematado de la feria hubo toreo caro de capote, sobre todo de Morante a una mano y de Juan Ortega a la verónica. La corrida de Domingo Hernández no sirvió.

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Morante de la Puebla ha vuelto a demostrar en Sevilla que es uno de los mejores toreros de la historia. De la contemporánea seguro y no sólo por lo que ha hecho en el ruedo ante un toro que no valía nada, sino por abrir cartel una tarde tras otra, esta vez junto a Juan Ortega y Pablo Aguado, del mismo corte artista que él, y dar una lección de torería inmejorable.

Sí tiene valor cortarle dos orejas a un toro bravo, más tiene cortárselas a ese 'Bodeguero' porque todo lo hizo él, desde los lances del inicio a una mano hasta acabar en la boca de riego con una estocada de matar o morir. En medio se entretuvo a darle a cada lance su sello propio.

Llegó muy decidido Morante a su segunda tarde a Sevilla ante una corrida de Domingo Hernández que no sirvió en general, pero sí al de Puebla para dejar atrás, al menos durante unas horas, los fantasmas que le han acompañado este invierno.

Parecían esfumarse en cada larga a una mano que le pegaba con su capa de una hombrera a otra. Media docena, un recorte torerísimo, más por alto y la plaza era un clamor frotándose los ojos por lo vivido. Y ya con la muleta la lección fue aún mayor. Pronto cantó la gallina y Morante lo entendió a la perfección.

Embaucándolo con la franela se lo llevó más allá de la boca de riego para torearlo a su querencia. Sin clase ninguna, el torero de La Puebla no desistió hasta que le extrajo unos derechazos de mano baja y riñones encajados. Con el izquierdo le llegó mucho al animal, que al final no tuvo más remedio que rendirse ante tal lección de torero grande.

Si en los lances de recibo ya tenía cortada una oreja, en la estocada cayó la segunda, tirándose con todo hasta topar con los pitones en su pecho. Salió ileso el genio y la plaza se volvió blanca pidiendo el doble trofeo. La petición fue unánime, pero sí que hubo división de opiniones ante dos orejas de ley porque a ese toro sólo se las corta él.

Con su primero también estuvo muy dispuesto Morante. Salió muy suelto de sus verónicas y con una larga de arte metió a la gente en su faena, al igual que su intento de galleo por chicuelinas, aunque sólo se pudo lucir en dos lances, pero qué lances...

Con la muleta el toro se vino a menos y Morante se vino arriba en un trasteo de mucha sensibilidad, suavidad y elegancia por ambos pitones, tirando siempre de él. Si el animal no hubiera movido la cara y entra la espada, quizás hubiera caído otra oreja y quién sabe...

Juan Ortega paró el reloj con su toreo a la verónica al segundo de la tarde. No se puede torear más despacio y atemperar de esa manera la embestida de un toro. Algunos lances se hicieron eternos en el mejor sentido de la palabra, al igual que las dos primeras chicuelinas, pura danza con el animal, hasta que ya este no quiso bailar.

Con la muleta lo intentó por todos los medios, pero le duró dos series y ya todo fue mal estilo y el personal pidiéndole que abreviara. Los lances con el capote a su primero no fueron tan profundos porque el animal lo descolocaba en el arranque y no podía embeberlo en los vuelos, ni mecerlo ante una embestida tan informal.

Prendió en un arreón a Jorge Fuentes antes de que Ortega se lo llevara a los medios, donde quiso torear sin que el toro se dejara. Lo que sí bordó fue la estocada en toda la yema.

Pablo Aguado consiguió meter en la canasta al abanto quinto, que recorrió el anillo maestrante en todas las direcciones posibles. En el peto le dieron bien y en la muleta consiguió fijarlo con sus doblones genuflexos iniciales rematado con un trincherazo marca de la casa.

Le buscó las vueltas al toro hasta que consiguió embeberlo en sus vuelos. Primero por el pitón derecho, con unos pases de pecho hasta la hombrera contraria, y después con cadenciosos naturales y trincherillas de cartel con las que consiguió salvar la papeleta. Tenía cortada una oreja que se la llevó su espada.

Con el último y ya la gente borracha tras la obra de Morante y el capote de Juan Ortega poco pudo hacer ante un animal con la misma escasez de clase que el resto de la corrida. Mañana más y va a ser complicado que sea mejor, pero quién sabe...