Daniel Luque torea con la muleta en la Maestranza de Sevilla
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El valor seguro de Daniel Luque: se inventa la tarde en la vuelta de Morante a Sevilla
La corrida de Núñez del Cuvillo no sirvió, a excepción del quinto. Talavante no terminó de acoplarse.
Desde que don Diodoro Canorea, antiguo empresario de la empresa Pagés, le diese caché al Domingo de Resurrección en la Maestranza de Sevilla convirtiéndolo en el día en el que todas las figuras quieren estar, está señalado en rojo en el calendario taurino a nivel nacional.
Este año aún más porque volvía Morante de La Puebla tras cortar la pasada temporada y contar sin tapujos que padece un problema de salud mental. Por tanto, hoy volvía el torero Morante y el hombre José Antonio. El de La Puebla hizo un esfuerzo ímprobo con su primero bis y apenas quiso ver al cuarto.
Tras unas primeras verónicas profundas con el mentón en el pecho, su primera faena transcurrió entre las ansias de verlo triunfar y la realidad de que ese esfuerzo que estaba haciendo tragando ante el sobrero de Cuvillo no tenía recompensa.
“¿Qué queréis?”, exclamó de repente un Morante muy decidido, pero algo contrariado, que sacó el amor propio necesario para enjaretarle cinco o seis naturales de frente cargando la suerte, que el personal jaleó con fuerza. Sonó la música, pero la paró en seco porque ya se había ido a por la espada.
Morante saluda al terminar el paseíllo.
Y ahí terminó su vuelta porque al cuarto, tras una lidia un tanto desordenada, le dio en el caballo sin contemplaciones y comenzó la faena de muleta con la espada de verdad acabando pronto con él.
Pero, sin duda también, al menos en los últimos años, esta tarde del Domingo de Resurrección se ha caracterizado por lo poco que sucede en el ruedo. A no ser que esté acartelado Daniel Luque, tras su Puerta del Príncipe del pasado año a pesar de los vetos, y se invente la tarde con dos animales prácticamente inexistentes. Sin duda, un valor seguro porque si torea algo se tiene que contar después con una cerveza en la mano.
Sobre todo al que lidió en tercer lugar, un novillete con cuatro años recién cumplidos. Con el quite y el remate a cámara lenta despertó al personal para dar paso a una faena volcánica, que unos minutos antes nadie preveía.
Consiguió captar la atención de todos después de que el personal sanitario se llevara a un espectador en estado crítico a la enfermería. Con gran técnica y solvencia, bordó varios naturales en un inicio pegado a tablas sin quitarle la muleta del hocico de Correvientos, que llegó a asustarse al final ante el toreo encomiasta del de Gerena.
Prácticamente sin toro, fue elevando la intensidad de la faena rozándole la taleguilla por los pitones, haciendo fácil lo difícil. Lo tumbó patas arriba tras una estocada fulminante, que por sí sola valió la oreja. El público pidió la segunda, pero el palco, con buen criterio, contuvo el pañuelo.
Con el último también se quiso inventar la faena y lo consiguió en los últimos compases. Sonó la música, a la que mandó a callar para recetarle unas luquesinas, marca de la casa, al talento. El animal ya no podía ni con el rabo.
Alejandro Talavante tuvo muy pocas opciones con su primero y no aprovechó del todo las que le brindó el quinto, con el que estuvo muy acelerado y muy rígido, quedando para el recuerdo sus muñecas de goma con las que levantó del asiento a más de uno en esta plaza. Incluso hoy llegó a escuchar el clásico '¡Mátalo ya!'...
Así ha transcurrido el preámbulo de la Feria de Abril, marcado por la falta de clase de la corrida de Núñez del Cuvillo y también por un nuevo enfrentamiento entre Morante, en su papel de director de lidia, y el presidente Fernández Rey por diferencias de criterio en el cambio de tercio. Le quedan tres tardes más y ya se ha agotado el papel.