
Esta palabra no se utiliza así en otros lugares.
La palabra que se utiliza en Sevilla para referirse a lo tradicional: es pegadiza y un insulto en el resto de España
El uso de esta expresión es totalmente desconocido en otras ciudades, ya que solo se usa así en la capital andaluza.
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En Sevilla hay palabras que, como la propia ciudad, tienen su propio duende. Tienen doble sentido, doble fondo y, a veces, hasta doble vida. Porque lo que en otros sitios puede parecer una cosa, en la capital de Andalucía puede ser justo lo contrario.
Y es que hay términos que al pasar por el filtro de Sevilla, está claro que se transforman. Y un buen ejemplo de ello, es "rancio".
Una expresión, que fuera de la ciudad hispalense puede sonar regular, pero que cuando la escuchas allí, es otra historia.

Sevilla es muy peculiar.
Y es que en muchos lugares, cuando alguien es llamado "rancio", se asocia a algo o alguien aburrido, sin gracia, incluso un poco desagradable. Es la típica palabra que puede referirse a una persona apática, algo que está fuera de moda o que no tiene mucho interés.
Sin embargo, en Sevilla, el "rancio" es ese personaje que conoce al dedillo las tradiciones, que se emociona con una marcha, que se sabe la historia de cada rincón, y que tiene más arte contando anécdotas que muchos libros.
Esa persona, a menudo, es percibida como alguien sabio, con un estilo de vida que se mantiene fiel a las tradiciones que definieron la ciudad en décadas o incluso siglos pasados.
Esta acepción está relacionada directamente con la Sevilla más auténtica, la de los barrios, donde la herencia y el legado cultural están mucho más que vivos. Y es que en estos rincones de la ciudad, la tradición se vive de forma muy intensa.

Una ciudad muy tradicional.
Y lo mejor es que no tiene edad. Puede ser tu abuelo o tu primo pequeño, por que lo que tienen en común es que sienten Sevilla de una forma profunda, casi sagrada.
Con los años, eso de "ser rancio" en la ciudad se ha convertido en algo bonito. Un gesto de admiración. Un homenaje a quienes no han dejado que se pierda lo auténtico.
Y lo curioso es que esto no pasa en ningún otro sitio. En otros lugares, rancio sigue siendo lo que no gusta, lo que huele raro, lo que sobra. Pero en esta ciudad no. En Sevilla, ser rancio es un orgullo. Es tener sevillanía en vena.
Así que si algún día te dicen "eres un rancio", sonríe. Están diciendo que eres de los que saben, de los que sienten, de los que mantienen viva la llama de esta ciudad que no se parece a ninguna otra.