Es 14 de mayo de 2009 en Coronel Oviedo, una zona rural perdida en el corazón de Paraguay. Un lugar con más miseria que infraestructuras. Son las diez y media de la mañana. En la calle Mariscal Estigarribia aparca un coche; una ranchera Nissan de color blanco. Por el lado de la acera baja una mujer de 20 años. Por el de la calzada su novio, un español adinerado de 63 años. Al abrir la puerta, aparece una motocicleta a toda velocidad, arrolla al hombre y lo derriba, provocándole graves heridas. La semana que viene se cumplirán ocho años de aquel fatal accidente.

La víctima, Julián Lago (Valladolid, 1946), falleció tres meses después a causa de las lesiones sufridas. Ese fue el fin de uno de los periodistas más polémicos, admirados y criticados de la historia reciente de nuestro país. Un pionero que, sin experiencia previa delante de las cámaras, se convirtió en el presentador estrella de la televisión española en los 90. Tras una dilatada trayectoria en los medios, se desengañó de la profesión, se ennovió con una paraguaya que conoció en Madrid y se marchó a retirarse a una zona pobre de Paraguay. A dar un golpe de timón a su vida y alfabetizar a los indígenas. Allí encontró la muerte medio año después, en unas circunstancias tan extrañas que aún no se han esclarecido.

NO ME CONTESTE AHORA...

“No me conteste ahora; hágalo… después de la publicidad”. Esa fue una de las muletillas que puso en órbita la popularidad de Julián Lago. Es la frase con la que el presentador daba paso a los anuncios en La máquina de la verdad, el primer programa con polígrafo que se emitió en nuestro país. Una auténtica revolución para una audiencia española que no dejaba de asombrarse con las novedades que llegaban día tras día por la tele tras la irrupción de los canales privados. Pero, sobre todo, una audiencia a la que le empezaba a subir esa nueva droga llamada reality show.

Telecinco fue el canal que más removió a las audiencias. Su concepto de show business llegó de la mano de su director Valerio Lazarov, que importaba los formatos más exitosos de la televisión europea. Fue el primero en llevar un detector de mentiras a un plató de televisión en España. Para poner en marcha La máquina de la verdad recurrió a Julián Lago, un periodista con una dilatada trayectoria de investigación e información política. Uno de los históricos que estuvo metido en el Congreso el día del golpe de estado. Fundador de las revistas Tiempo y Tribuna, trabajó en Interviu, fue director de El Periódico y llegó a ser la mano derecha de Antonio Asensio en el Grupo Zeta. No tenía experiencia en televisión, pero Valerio Lazarov vio en su perfil de periodista incómodo a la figura perfecta para conducir un programa de preguntas incómodas.

Julián Lago, en la última etapa de su vida, bebiendo mate en Paraguay

Y es que de eso iba La máquina de la verdad: un fenómeno televisivo que arrancó en diciembre de 1992. En cada programa se abordaba un tema polémico. Se invitaba, previo pago de importantes sumas de dinero, al protagonista controvertido de turno. Luego se le sometía a una serie de preguntas.

¿Cómo saber si mentía o decía la verdad? Con un detector de mentiras. Es decir, con un polígrafo. Un aparato que se conecta a la persona interrogada mediante unos cables, como un electrocardiograma. Mide las fluctuaciones en la presión sanguínea, el pulso y la respiración. Son valores que, cuando uno mienten, se alteran. Y la máquina los detecta. Un aparato inédito hasta entonces en España, pero que en algunos países ya se utilizaba como prueba judicial. De hecho, este polígrafo venía cada semana en avión desde Estados Unidos. Allí volvía tras la grabación del programa, a hacer servicio a la policía californiana.

BANESTO YA USABA DETECTOR DE MENTIRAS

Hubo una vez que el polígrafo no pudo viajar. Desde California se excusaron diciendo que lo estaban utilizando para tomar declaración a un acusado en un juicio importante. La productora del programa tuvo que recurrir a otro polígrafo fiable. Encontraron uno en Israel. La persona que se encargaba de él confesó a Julián Lago que ya había venido en alguna otra ocasión a España. Concretamente a Banesto, donde al parecer, los altos directivos tenían que pasar de vez en cuando interrogatorios ante un polígrafo.

Ver a personajes famosos siendo pillados en sus mentiras prometía éxito. Y así fue. La máquina de la verdad se convirtió en el programa de más audiencia de Telecinco, que en aquella época era el canal con más audiencia. 5,6 millones de espectadores de media se registraron en noviembre de 1993.

Los famosos, como Antonia Dell'Atte, se sometían a interrogatorios ante el detector de mentiras

“Sólo se emitieron 42 programas, pero parece que estuve allí toda la vida”, le confesaba Julián Lago a Federico Jiménez Losantos años después. Lamentaba Lago que, a pesar de su dilatada trayectoria como periodista de investigación, al final acabase siendo reconocido solamente como el presentador de un reality show.

El programa, tras numerosas polémicas y escándalos judiciales, se dejó de emitir en 1994. Lago siguió haciendo televisión. Fichó por Canal 9 y se fue a vivir a Valencia. Para muchos de sus allegados, aquel fue el principio del fin del periodista. Se separó de la también periodista Natalia Escalada y empezó a llevar cada vez una vida más frenética y disoluta. Él, por su parte, echaba de menos el periodismo de toda la vida.

RETIRO MORTAL EN PARAGUAY

En 2009, tras haberse retirado oficialmente de la profesión y haber criticado duramente en lo que se había convertido el periodismo, su vida dio su último giro: conoció a Elva Yolanda Franco Drakeford. Una paraguaya 40 años menor que él apodada “La Morocha” (la morena), sin profesión estable y que malvivía en Madrid. Procedía de una familia muy pobre de un pequeño pueblo perdido de Paraguay llamado Simón Bolivar.

Elva Yolanda Franco, conocida como La Morocha, fue la persona por la que Julián Lago se fue a vivir a Paraguay

Julián y Yolanda se conocieron en septiembre, en un ambulatorio de Madrid. En diciembre se fueron juntos a pasar la Nochevieja a Simón Bolivar, el apartado pueblo rural del que ella procedía. Allí, en mitad de la nada, Julián Lago decidió que se quedaba. Compraría un rancho donde viviría con Yolanda y toda su familia, y dedicaría su patrimonio a ayudar a los más necesitados. Qué mejor sitio para obedecer al corazón que un país conocido como “el corazón de Sudamérica”, por su situación geográfica en el centro del continente.

“VOLVERÁS EN ATAÚD”

Así lo hizo. Regresó a España, vendió muchas de sus propiedades y avisó a sus íntimos de que cambiaba de vida. “En cuanto volvió a Madrid me dijo que se iba a Paraguay”, recuerda José María Arranz, su mejor amigo y confidente. “Yo no podía creerme que Julián fuese a hacer eso. Irse a vivir un país tan pobre, con una mujer 40 años menor que él, que tenía una situación económica tan mala… y se lo dije. Le avisé de que lo iban a matar. Que le iban a pegar dos tiros y que iba a volver en ataúd. Él se rió; se lo tomó a broma y llamó a Yolanda para explicarle mi ocurrencia. Ella llegó, se puso muy seria y me vino a decir que no, que no pensase esas tonterías. Pero al final...”

José María Arranz, el mejor amigo de Lago, le advirtió de que si se iba a Paraguay lo matarían

Julián Lago no hizo caso de las advertencias de su mejor amigo y se marchó a vivir a Paraguay en febrero. Compró un rancho al lado de los padres de su novia y le puso de nombre “La Morocha”, en honor a Yolanda. También compró cientos de cabezas de ganado. Su situación económica era buena porque había sido uno de los periodistas mejor pagados de España. Sobre todo tras su paso por televisión. "¡Cuánto tiempo hemos perdido en la prensa escrita! Donde se hace dinero realmente es en la tele" le confesaba a un amigo y antiguo compañero de periódico.

“En cuanto se fue a Paraguay empezaron a pasar cosas raras”, revela Arranz con una anécdota: “La última vez que hablamos por teléfono me dijo que se quitaba su número español. Que Yolanda le había convencido de que diese de baja porque era muy caro y le saldría mejor mantener sólo la línea de teléfono paraguaya. Me dio su nuevo número, larguísimo con un montón de cifras. Luego dio de baja aquel teléfono español. La única vez que marqué ese número en mi Nokia, mi móvil se apagó y no volvió a encenderse nunca. Igual es casualidad, pero el teléfono era nuevo. Era todo muy extraño”. Tan extraño como morir atropellado por una moto.

LUGO MATA A LAGO

El 14 de mayo de 2009, un joven de 23 años llamado Roque Lugo atropelló a Julián Lago con una moto sin matrícula, marca Kenton 110cc. Roque Lugo le contó a la policía que aquel español había intentado cruzar la calle justo después de bajarse del coche, y él lo atropelló porque no lo vio. Curiosamente, un segundo antes había cruzado la carretera el hermano de Yolanda, de 8 años, que no sufrió un rasguño. Tampoco Yolanda, que salió por la puerta del copiloto y aseguró a la policía que no había visto el impacto porque un contenedor le tapaba la visión. Yolanda, la novia de Lago que también aseguró no conocer al motorista. Un extremo que luego fue desmentido por una investigación posterior: los contenedores paraguayos no tienen la forma que describió Yolanda.

Roque Lugo, un motorista paraguayo, atropelló mortalmente a Julián Lago

Julián Lago sufrió numerosas heridas a causa del choque, pero en su entorno tienen la certeza de que si eso le hubiese sucedido en España, hubiera salvado la vida. Hay quien dice que tardaron dos horas en llevarlo a un centro de salud. Además, el informe policial recoge que Lago no fue trasladado al hospital en ambulancia, sino que fueron los bomberos voluntarios los que lo llevaron a la clínica. Lo transportaron sin camilla en un vehículo que no estaba medicalizado ni preparado para llevar heridos. ¿Por qué no se atendió a Julián Lago de inmediato? ¿Por qué fueron los bomberos voluntarios los que lo hicieron la labor de la ambulancia? ¿Por qué nadie denunció los hechos a la policía? La familia nunca ha obtenido respuestas.

“LO LLEVARON AL VETERINARIO”

Más problemas: la clínica de Coronel Oviedo no tenía los medios suficientes para tratar a Lago. “Dicen que lo llevaron a un centro veterinario” cuenta una persona del entorno de Lago. Entretanto, las heridas del periodista español se iban complicando y su estado de salud se deterioraba. Requería atención inmediata, pero la única posibilidad de salvar su vida pasaba por el traslado inmediato a un hospital con recursos. Eso sólo está en Asunción, la capital de Paraguay. 140 kilómetros a través de carreteras hostiles. Casi 4 horas más de trayecto para una persona moribunda.

A Julián Lago lo atropellaron en Coronel Oviedo, una ciudad de la zona rural de Paraguay

Cuando Lago llegó al hospital de Asunción, su estado ya era crítico. A las pocas horas entró en un coma del que jamás volvió a salir. Dada la gravedad del herido, desde Paraguay avisaron a su familia. O mejor dicho, a sus familias: por una parte, Ana y Víctor, los dos hijos del primer matrimonio de Julián Lago. Por el otro, Natalia Escalada, su segunda esposa (de la que se separó pero no se divorció) y Pablo, su hijo pequeño. Dos partes de la familia Lago que ni se hablaban, ni se hablan. Las dos partes viajaron de inmediato y por separado a Paraguay. En el hospital coincidieron con la nueva y tercera parte de la vida de Julián Lago: Yolanda, que se ya se presentaba como la esposa del presentador.

Yolanda había adquirido ventaja sobre el resto de familiares desde el momento en el que fue nombrada curadora: una figura que se convierte en la responsable de un herido cuando no puede valerse por sí mismo. Esto le otorgó también la posibilidad de disponer de la firma de Julián Lago para sacar dinero de sus cuentas con el objetivo de pagar el tratamiento.

MISTERIOSAS RETIRADAS DE DINERO

Aseguran familiares de Julián Lago que, estando el periodista en coma en Paraguay, Yolanda voló a Madrid en un viaje express, hizo una serie de retiradas de dinero de las cuentas de Julián y se volvió a su país. Ella lo desmintió en todo momento. Apareció en los principales medios paraguayos quejándose de que el dinero se había acabado, y que ella y su familia tenían que vender lechugas para poder pagar el tratamiento del presentador. Paralelamente negoció una serie de entrevistas con medios españoles.

Yolanda, con su familia, en el rancho de Simón Bolivar. Mostraba a la prensa las lechugas que tenía que vender para costear el tratamiento de Julián abc.py

Entretanto, desde la embajada española en Paraguay explicaron a los familiares españoles de Lago, de forma extraoficial, que lo que había sucedido no era raro. “Los españoles que se juntan con una paraguaya y vienen a retirarse aquí, aparecen tirados en una cuneta”, les dijo uno de los diplomáticos. Un mes antes, en la misma ciudad, un empresario español jubilado fue hallado muerto en un bosque con un tiro en la cabeza. También se había ido a vivir a Paraguay con una guaraní mucho más joven que él.

LA EFÍMERA INTERVENCIÓN DEL POCERO

Cuentas corrientes por un lado, conflictos familiares por otro… y Julián Lago cada vez peor. Salvar su vida ya sólo pasaba por ser trasladado a España en un avión medicalizado. En ese momento apareció la figura de Francisco Hernando 'El Pocero'. El controvertido constructor tenía un avión privado que puso a disposición de Rocío Jurado para que viajase a tratarse el cáncer a Estados Unidos. En esta ocasión, a través de su entonces jefe de prensa Alfredo Urdaci, ofreció su jet a la familia de Julián Lago. Pero ese ofrecimiento nunca se materializó. Cuando llegó el momento de partir, el avión sufrió una misteriosa avería. Nunca les volvieron a llamar. Nadie sabe el motivo, pero se echaron atrás.

El periodista Antonio Herrero, Julián Lago y el hijo pequeño de éste, Pablo.

Julián Lago murió el 4 de agosto de 2009 en un hospital de Asunción, Paraguay. Su herencia aún no está resuelta. Se dividió en 4 partes: una para cada uno de sus tres hijos y otra para Yolanda. Sus hijos sólo obtuvieron la llamada “legítima”, que es la parte mínima que se les puede asignar. La mayor parte fue a parar a Yolanda, a la que había conocido menos de un año antes.

Yolanda ha declinado amablemente participar en este reportaje, asegurando que hablar de Julián aún le produce gran dolor. Ella vive todavía en Simón Bolivar, pero investigaciones posteriores encargadas por la familia Lago han revelado que su situación económica ya no es tan precaria como en 2009. Cuenta con unas 300 cabezas de ganado y vive en 'La Morocha', el rancho que lleva su nombre y que pagó Julián Lago. La familia del periodista sospecha que ella tuvo algo que ver en aquel suceso que le costó la vida. Ella asegura que no. ¿Sería capaz de someterse a La máquina de la verdad?

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