Se llamaban Cristina y Alejandro. Estaban tocados por la fatalidad. Murieron a tiros el pasado martes 28 de febrero, el mismo día en el que un año antes había fallecido su padre y pocas horas antes de cumplir 21 años. Los mellizos sevillanos y el novio de ella fueron hallados en mitad de un charco de sangre en su casa de la colonia Villas la Ponderosa, en Chiquimula, una próspera ciudad guatemalteca en la que ambos estudiaban. Los asesinos no escatimaron balas -hasta 30 se contabilizaron-. Liquidaron hasta al perro. Todo apunta a un robo de electrodomésticos. 

En la otra parte del Atlántico, en Sevilla, la jornada de fiesta por la celebración del Día de Andalucía quedaba trágicamente interrumpida por la noticia en la casa de los Tobar Risco. María José, la madre de los mellizos, supo del asesinato de sus hijos por teléfono. También que nunca los volvería a ver. Desde entonces pasa los días sedada en Badajoz, arropada por su familia y Guillermo, el único hijo que le queda.

Según apunta el informe de la policía, junto a los cuerpos de Cristina, Alejandro y Mynor Palencia, el novio de ésta, se encontraron una treintena de casquillos. La puerta estaba forzada, los muebles y enseres revueltos y faltaban artículos de valor, por lo que la tesis del robo parece encajar. Las mismas fuentes sitúan en la madrugada la hora de las muertes por los disparos que varios vecinos escucharon.

Tumba del padre de los dos mellizos sevillanos asesinados en Guatemala. Mario Morales / Prensa Libre

“Algo común en ese área, por lo que no les pusieron atención”, explica la prensa guatemalteca. Los medios también resaltan la valía de los fallecidos como judokas y que en 2014 participaron en esta disciplina en los Juegos Nacionales de Guatemala, obteniendo varias medallas para la ciudad en la que participaban: Chiquimula.

ESTUPOR ENTRE SUS COMPAÑEROS DE FACULTAD

Allí estudiaban desde hace años y allí vivían solos los dos jóvenes desde el 28 de febrero de 2016, cuando murió el padre de estos, el guatemalteco César Augusto Tobar Hernández, a los 67 años. Y hasta las inmediaciones del camposanto de Chiquimula se desplazaron de forma improvisada compañeros de la facultad de Administración de Empresas, donde estudiaba Cristina —o Kity para los amigos— y varios profesores del Centro Universitario de Oriente de la ciudad. En el Instituto Nacional de Ciencias Forenses, cerca de la morgue, se encuentran los restos de los españoles a la espera de que den luz verde a su repatriación.

Cuenta el periodista Mario Morales, del diario guatemalteco Prensa Libre, que quienes conocieron a los mellizos los veían como dos jóvenes prometedores, con capacidad de liderazgo. En Sevilla, en La Motilla, la zona en la que estudiaron Cristina y Alejandro, también se ha sentido el dolor. “Él era muy simpático, ella era más reservada”, comenta un amigo de la familia, que también estudió en el Colegio Público Olivar de la Motilla. “Todos estamos muy afectados por lo sucedido”, comentan las mismas fuentes. “Ella era directa, no daba muchos rodeos, decía lo que pensaba”, desvela Morales en su crónica para Prensa Libre.

LA FAMILIA, A LA ESPERA DE RESPUESTAS

Mientras, casi una semana después del fallecimiento de Cristina y Alejandro, su hermano Guillermo cuenta a EL ESPAÑOL que “tanto la Embajada de España en Guatemala como las autoridades guatemaltecas están realizando las investigaciones pertinentes para esclarecer los hechos y detener a los culpables”. Y pedía “discreción” por el “inmenso dolor” que está sintiendo la familia.

“La madre está rota de dolor y altamente sedada”, explican también a EL ESPAÑOL algunos allegados. Ella fue hace décadas coordinadora adjunta de la Oficina Técnica de Cooperación (OTC) de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) en Guatemala. Allí conoció a César Augusto Tobar Hernández, el padre de sus tres hijos.

La madre lleva años trabajando en la Agencia Andaluza de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AACID) en su oficina de la Avenida de la Palmera de Sevilla, donde es jefa de la Unidad Técnica y, por tanto, vínculo con las organizaciones que desarrollan proyectos de ayuda en el extranjero.

Las voces de pésame no se han hecho esperar. La Coordinadora Andaluza de ONG de Desarrollo (CAONGD), en nombre de todas las organizaciones que la componen, ha querido mostrar su consternación ante la terrible noticia del fallecimiento de Cristina y Alejandro.

Grupo de personas frente a la morgue donde esperan a ser repatriados los dos hermanos sevillanos. Mario Morales / Prensa Libre

Ahora, su madre reclama la repatriación de los restos, una tarea que ya está en marcha con la ayuda de la embajada de España en Guatemala, y que requiere que los cuerpos sean cremados. Para ello necesitan el visto bueno de las autoridades locales.

CHIQUIMULA, UNA ZONA MUY ARMADA

“Nos alertaban de que no anduviésemos solas por la calle, que no fuésemos a comprar, que no nos moviésemos de noche… Pero nunca vi nada extraño”, narra María a EL ESPAÑOL. Ella vivió durante meses en la misma zona en la que perdieron la vida Cristina y Alejandro. “Sí, Guatemala es peligrosa, pero al final te terminas moviendo sola”, añade.

Chiquimula está en la zona oriental de Guatemala, “una región ganadera y latifundista de población mayoritariamente no indígena en la que los hombre suelen ir generalmente armados y las armas de fuego son el principal instrumento homicida en todo el país”, explica a EL ESPAÑOL Enrique Navea, coordinador general de Plaza Pública.

“Sin embargo, la ciudad en la que fallecieron los jóvenes no está entre las más destacadas del país en número de homicidios”, concreta. Tasa que superan la capital o la costa sur.

En general, la zona oriental de Guatemala, explica la misma fuente, es una zona conflictiva por el alto número de armas que se concentran y por existir rutas usadas por los narcotraficantes en la región, donde se han instalado algunas de las primeras familias dedicadas al tráfico de drogas”.

“Tradicionalmente ha habido presencia de familias de narcotraficantes. Chiquimula tiene frontera con Honduras y algunos de sus representantes políticos han sido vinculados con el crimen organizado y el narco”, apunta Navea.

“Tiene municipios conocidos desde hace tiempo como algunos de los más inseguros del país”, concreta el periodista. En este país centroamericano uno de cada dos niños padece desnutrición crónica.

En Guatemala, que existan zonas relativamente tranquilas no quiere decir que estén exentas de criminalidad y delincuencia. Precisamente, las zonas más seguras son aquellas dominadas por los cárteles. Los estallidos de violencia se dan cuando existe un conflicto entre ellos por el control del territorio.

En este clima, la noticia de la muerte de los mellizos sevillanos apenas ha tenido recorrido en la presa guatemalteca. Pese a ello, los hechos han motivado que se reactiven las protestas de quienes critican el repunte de criminalidad en Guatemala.

 

 

 

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