Fue una madrugada de agosto de 2007, cuando el sol todavía no perfilaba las azoteas de los edificios de Slobozia. En esta ciudad del sureste de Rumanía había nacido Marina (nombre ficticio) hacía 18 años. Aquel día, la chica se montó en un minibús. A la espalda cargaba una pequeña mochila. Dentro sólo llevaba algo de ropa y algunos recuerdos familiares: una foto con sus dos hermanas pequeñas, un collar de plata que le regaló su madre...

Aunque la noche anterior a su partida derramó muchas lágrimas, la ilusión por labrarse una vida mejor la llenaba por dentro. Iba a trabajar en España como temporera del campo.

Aunque no era el empleo soñado por Marina, que siempre quiso ser administrativa, el horizonte de prosperidad que se le presentaba le había dibujado una sonrisa en el rostro que no se le borró durante todo el trayecto que hizo por carretera.

Aquel minibús, al que también se subieron una quincena de chicas de Slobozia a las que Marina conocía de vista, recorrió en torno a 4.500 kilómetros y atravesó cinco países (Rumanía, Hungría, Austria, Alemania y Francia). Su última parada fue un pueblo de la provincia de Valencia. Fueron tres días y medio de viaje.

Ruta que siguen las mujeres rumanas hasta España Alba Martín

Al llegar, dos hombres también rumanos y de aspecto rudo -musculados y con varios tatuajes en brazos y cuello- metieron a las chicas en un caserón antiguo donde había cinco o seis mujeres de origen latinoamericano. En la planta alta de aquel lugar había 25 habitaciones individuales.

A Marina le tocó la suite número 12. Nunca olvidará ese número. Allí durmió aquel día y allí, durante los dos siguientes años, conoció el infierno.  

A la mañana siguiente, aquellos dos hombres reunieron a todas las chicas en un comedor de la planta inferior. Les acompañaba un tercero, más delgado, mejor vestido. Aquel rostro desconocido les dijo que, a partir de ese instante, trabajarían como prostitutas.

Luego, sin mediar palabra, los dos lugartenientes de aquel individuo las abofetearon a todas. Un par de chicas que se rebelaron recibieron puñetazos en las costillas y alguna patada en las piernas. Las restantes, muertas de miedo, ni rechistaron.

Marina trabajó en aquel prostíbulo durante casi dos años. De cinco de la tarde a cinco de la mañana, todos los días de la semana. Cada jornada atendió a un mínimo de cuatro hombres. Algunas, hasta 15. Todo el dinero que ella cobraba se lo quedaba la mafia que la trajo a España, que a su vez pagaba al dueño del local -un español- por el alquiler de las habitaciones.

La chica logró escapar en julio de 2009. Una mañana, al amanecer, saltó por la ventana de su habitación hasta un patio trasero de aquel caserón. Luego, cruzó un vallado y salió corriendo. Fue al ambulatorio del pueblo más cercano, que estaba a dos kilómetros de distancia, y recibió atención médica. Los servicios sociales también la atendieron. Sin embargo, ella no quiso denunciar ante la Policía Nacional.

Hoy, Marina reside en un pueblo de Castellón junto a su pareja, un valenciano. La chica, de 27 años, es madre de dos niñas de dos y cuatro años. Para protegerla, en el relato anterior se han omitido datos de su historia personal. “Ahora soy feliz y poco a poco estoy logrando borrar aquello”.

IMPLANTAN EL MODELO 'LOW COST'

“Desde no hace mucho, seis de cada diez mujeres que trabajan en prostíbulos españoles proceden de Rumanía”, afirma rotundo José Nieto, inspector jefe de la Unidad Central de Redes de Inmigración Ilegal y Falsedades Documentales (UCRIF) de la Policía Nacional. “Los supuestos dueños de las chicas han llenado los burdeles de este país”, añade.

Pero , ¿cómo lo han logrado? El incremento de la llegada a España de mujeres rumanas de entre 18 y 30 años para su explotación sexual en prostíbulos comenzó a mediados de la década pasada, tras una modificación legal del Gobierno fechada en 2001 que afectaba a la llegada de extranjeros a territorio español. Desde ese año, la legislación exige el visado a todo ciudadano que quiera entrar en España procedente de países de Latinoamérica como Venezuela, Colombia, Cuba…  

Hasta entonces, las mujeres latinas copaban los prostíbulos de este país. El idioma y la forma de ser, muy similar a la de los españoles, eran sus grandes atractivos para atraer clientes que consumieran alcohol y sexo.

Tras el cambio en la ley, el número de latinas descendió bruscamente y los burdeles comenzaron a buscar chicas de otros países. Y ahí es cuando irrumpe la mafia rumana.

Aunque Rumanía, que ingresó en la UE en 2007, sigue sin pertenecer al espacio Schengen, las mafias comenzaron a trasladar a España a centenares de jóvenes con contratos de trabajo falsos. Las sacan de su país, normalmente en autobús, a través de la frontera con Hungría.

Una vez dentro de Hungría, que sí pertenece a los 26 Estados del continente europeo que no tienen controles fronterizos internos, el viaje hasta España les resulta sencillo. “Pasan de un país a otro por carretera”, cuenta Nieto. “Es el método más barato y quienes están dentro del negocio buscan reducir costes”.

Para el traslado de las chicas suelen emplear dos rutas: la que pasa, después de partir desde Rumanía, por Hungría, Austria, Italia y Francia hasta llegar a España, o la que cruza Hungría, Austria, Alemania y Francia.

La organización que las ha captado les costea el pasaje de bus o minibús, cuyo precio no suele superar los 80 euros. “Han implantado el modelo low cost”, explica Nieto en su despacho de la Dirección General de la Policía Nacional en Madrid. “Viajes baratos, mucha mano de obra…”

A principios de septiembre se detuvo a nueve miembros de una organización que prostituía en Ibiza a 10 rumanas, una de ellas embarazada.

Cuando las chicas llegan a España, las instalan en prostíbulos que suelen gestionar españoles. Entonces se pone en marcha un círculo perverso: las mafias les suministran chicas; éstas, a su vez, muy jóvenes por lo general, atraen a clientes que consumen en su establecimiento y mantienen relaciones sexuales en sus habitaciones; los dueños de las mujeres recaudan casi a diario lo que cada una de ellas genera y, a su vez, éstos pagan un alquiler a los gerentes del negocio a cambio de alojarlas allí.

De esta forma, todas las partes ganan, salvo las mujeres. “Así es el proceso y así es como en torno al 60% de las mujeres que trabajan en los burdeles del país son rumanas”, insiste Nieto. “A ellas apenas se les da unos euros para el tabaco y cuatro gastos más…” 

“SI NO HAY RESULTADOS, PALOS”

Las mafias rumanas que trabajan en la explotación sexual, dice el inspector, son “un coletazo de las mafias rusas”. Éstas siempre fueron las más peligrosas y las más violentas, “con diferencia abismal sobre el resto”.

Pero las organizaciones de Rumanía aprendieron de sus hermanos mayores y perfeccionaron su forma de trabajar. Aunque emplean la violencia con las chicas, nunca les quitan la vida. Su lema es: la letra, con sangre entra.

“Saben que las mujeres les van a dar mucho dinero, con lo que no pueden permitirse el lujo de matar a ninguna. No pueden hacerlo porque supone acabar con la gallina de los huevos de oro”, afirma José Nieto. “Eso sí. Cuando no rinden lo suficiente, las golpean”.

Su modus operandi es el siguiente. Cada día, a última hora de la madrugada, el dueño de las chicas pasa por el local en las que las explota sexualmente con la complicidad del dueño. Junto a varios de sus lugartenientes y a las dos jefas que introduce en el grupo para vigilarlas, el proxeneta hace caja con lo generado esa noche por cada una de las mujeres.

Las reúne a todas, las chicas rinden cuentas y le entregan el dinero obtenido. Después, a la que menos clientes ha tenido ese día, le pegan en presencia del resto. Es su forma de adoctrinarlas y atemorizarlas. “Les exigen resultados. Si no, palos. A través de una asustan a las compañeras”.

OTRAS FORMAS DE NEGOCIO

Pero la mafia rumana no sólo ha extendido sus tentáculos hasta los prostíbulos españoles. Tiene otras formas de generar dinero con las mujeres: mediante casamientos forzosos con las chicas que traen a España, y a través de la explotación sexual de jóvenes, incluidas menores, en pisos alquilados de Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao, Sevilla… 

En el caso de las bodas forzadas, las redes de trata con origen en Rumanía casan a las chicas con ciudadanos extranjeros (fuera del espacio Schengen) que quieren obtener la Tarjeta de Residencia de Familiares de Comunitarios. Normalmente, los casamientos se producen con hombres de origen subsahariano, a los que les cobran en torno a 10.000 euros por boda.

Las mafias nigerianas, también muy vinculadas con la explotación sexual de mujeres, suelen casar a sus cabecillas con rumanas para que éstos puedan permanecer de forma regular en el país y moverse sin ataduras por Europa. Una vez lo han hecho, pueden controlar a sus chicas y dedicarse a otras actividades delictivas como el timo de los billetes tintados, las loterías guineanas o el tráfico ilícito de vehículos.

Aunque ante la Justicia española las chicas se casan de forma voluntaria, en realidad lo hacen bajo coacción de la red que las trajo a España. Además, el dinero íntegro va a parar al jefe de la organización.  “Sólo podemos actuar si las jóvenes denuncian -afirma el inspector José Nieto-. Es muy complicado investigar este tipo de asuntos porque es totalmente legal”.

- ¿Esas chicas siguen ejerciendo la prostitución tras casarlas?- le cuestiona el reportero.

- Sí, se les sigue explotando sexualmente. Lo lógico es que no vuelvan nunca a tener contacto con sus supuestos maridos.

Por otro lado, las mafias rumanas han conducido el negocio de la prostitución desde los clubes de alterne hasta pisos particulares. En ellos, encierran a una o varias chicas y las prostituyen. Suelen tener entre 14 y 20 años. En el caso de las menores, los padres debieron firmar una autorización notarial que les permitió salir solas de su país. A cambio, recibieron entre 2.000 y 3.000 euros.

“En España cada vez hay más pisos particulares donde se ofrece a chicas, muchas de ellas menores de edad”, explica ahora Rocío Mora, la directora de la ONG Apramp, una asociación de ayuda a la prevención, reinserción y atención a la mujer prostituida. “Cuanto más niñas, más vulnerables son. Por eso las esclavizan y las fuerzan en casas que se convierten en cárceles”.

NIÑA HUÉRFANA EN TOLEDO

A la rumana María (nombre ficticio) la trajeron a España siendo menor de edad. Su padre había muerto poco tiempo antes. Su madre, incapaz de mantenerla por sí sola, la entregó a una mafia a cambio de 5.000 euros y firmó la autorización para el viaje.

Aunque su hija pensó que trabajaría en tareas agrícolas y del hogar, la realidad que le esperaba era bien distinta. Cuatro miembros de un clan de su país comenzaron a prostituirla en un bar de un pueblo de 2.000 habitantes situado en la provincia de Toledo.  

A su llegada a España la organización mafiosa instaló a María en una vivienda en la que una mujer la controlaba las 24 horas del día. Sólo salía para complacer los deseos sexuales de sus clientes. Si se negaba, le daban una paliza y la drogaban. A su vez, uno de los miembros de ese clan, con el que la casaron a la fuerza, la violaba cuando quería.

Grupo de prostitutas en las calles de Madrid.

La niña, con una grave enfermedad de transmisión sexual,  fue liberada a principios de julio de este año. Tras la enésima agresión, decidió denunciar. Poco antes, a punto estuvo de pasar a manos de otros mafiosos rumanos a cambio de 2.000 euros. Sin embargo, su venta se frustró por discrepancias en el precio. Hoy María trata de rehacer su vida con la ayuda de una ONG.

“Lo tienen todo planificado y orquestado -dice Rocío Mora, de Apramp-. Cuando un cliente llama para obtener los servicios de una chica, quienes las controlan recogen al cliente y lo trasladan hasta el piso tratando de que no sepa muy bien dónde está ubicado”.

Aunque la directora de Apramp rehúsa hablar de los precios de las chicas por cada servicio sexual, cuenta que éstas han de estar disponibles durante las 24 horas del día. Algunas realizan hasta 40 trabajos por jornada.

“No tienen descanso ni salen a la calle. Una vez entran, les es muy complicado salir de un piso como estos. Además, las amedrentan con hacer daño a sus familiares si le cuentan a alguien la situación que viven”.

Del total de mujeres que atiende Apramp, un 45% procede de Rumanía. Esta ONG tiene ubicadas las ciudades de origen de las chicas que ayuda a reintroducirse en la sociedad. Son en torno a una veintena. Muchas de ellas partieron de Bucarest, Tulcea, Babadag, Bistrita, Galati, Suceava, Constata, Slobozia, Buzau, Vrancea…  

Las víctimas proceden de familias de escasos ingresos, de bajo nivel sociocultural, desestructuradas y, en múltiples ocasiones, de etnia gitana. “Para su núcleo familiar es una forma de aligerar cargas. Si a cambio reciben un beneficio económico, mejor que mejor”, explica José Nieto.

EL ‘LOVER BOY’, UNA NUEVA FORMA DE CAPTACIÓN

Aunque el método tradicional de las mafias para captar a jóvenes que después acaban siendo prostituidas es a través de contratos falsos de trabajo, la Policía Nacional y la Fiscalía Especial de Extranjería han detectado un nuevo método de atracción: los conocidos como lover boys. Se trata de usar a chicos para seducir y enamorar a jóvenes de forma engañosa con el fin de persuadirlas para que viajen a España con ellos. Una vez aquí, las mafias se hacen cargo de ellas para explotarlas sexualmente.

Patricia Fernández, fiscal adscrita al fiscal coordinador de Extranjería, Joaquín Sánchez, confirma que “ahora, con mayor frecuencia, las mafias acuden a este método de captación”. “Un tratante las seduce para que se vengan con él a España. Aquí, se desentiende de ellas”.

Durante 2015, la Fiscalía Especial de Extranjería atendió 169 casos de mujeres rumanas explotadas sexualmente. Tres de ellas eran menores. El año pasado se registraron 24 sentencias condenatorias por trata de seres humanos a manos de las mafias de este país del este de Europa. “Es necesario actuar en el origen de forma coordinada con las autoridades rumanas”, explica la fiscal. “Si no, será imposible atajar el problema”.

EL GRAN CAPO, ENTRE REJAS

En febrero de 2013 la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Madrid condenó a Ioan Clamparu, alias Cabeza de Cerdo, a 30 años de prisión, la máxima que solicitó el Ministerio Fiscal. De esta forma, se metía entre rejas definitivamente al considerado mayor capo de la prostitución rumana en Europa.

Ioan Clamparu, alias Cabeza de Cerdo, era el mayor proxeneta de Europa. EFE

Gracias al testimonio de varias víctimas, se le juzgó culpable de los delitos de determinación a la prostitución, por obligar a una menor a prostituirse y por ser el autor de un delito de aborto. La sentencia no tenía precedentes ya que hasta la fecha ningún proxeneta había sido condenado a una pena de tanta duración.

Durante las distintas sesiones del juicio, las víctimas que se atrevieron a testificar en su contra relataron que a las chivatas se les cosía la boca con alambres, que una mujer atada a una palmera fue devorada por perros, que se las palizas que les propinaban provocaban abortos o que, al poco de perder a sus bebés, las obligaba a volver al trabajo con algodones en la vagina.

Pese a que el gran tratante de mujeres se encuentra en prisión, las mafias rumanas siguen actuando en toda España. Las fuentes consultadas aseguran que en la actualidad no hay un líder único, sino que se trata de pequeños grupos actuando por toda la geografía española. Concluyen que Madrid y el Levante español, desde Girona hasta la Costa del Sol, son territorio bajo su control. Prostíbulos, pisos particulares… Extienden sus tentáculos allá donde ven negocio.

[Para cualquier denuncia, pueden ponerse en contacto con la Policía Nacional a través del 900 10 50 90, el 091 o escribiendo a trata@policia.es

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