Washington DC

José Manuel Soria probablemente llevaba tiempo imaginando cómo sería su aterrizaje en Washington. Iba a llegar en otoño, la estación más apacible en estas latitudes, con su nombramiento bajo el brazo y el currículo recién actualizado gracias al curso de economía que hizo este verano en Harvard.

En la sede del Banco Mundial, un imponente edificio de cristal y aluminio a dos manzanas de la Casa Blanca, todo estaría listo para recibirle. Tomaría posesión de su cargo de director ejecutivo, se instalaría en su flamante despacho y saludaría a su equipo, especialmente a Beatriz de Guindos, directora ejecutiva suplente y sobrina de su compañero, amigo y ministro de Economía, Luis de Guindos, artífice de su nuevo destino.

Finalmente, y tras ponerse al día, iba a empezar a disfrutar de un puesto menos desagradecido y más de tres veces mejor pagado que aquel de ministro que tuvo que dejar en abril tras desvelarse que su nombre aparecía vinculado al de sociedades que operaban en los paraísos fiscales de Bahamas y Jersey.

Ha sido precisamente el eco de este escándalo de los papeles de Panamá, demasiado reciente, el que le ha obligado a renunciar nuevamente, esta vez a su retiro dorado en una de las instituciones internacionales que brinda a sus directivos toda suerte de privilegios.

Pero que Soria no lo haya logrado no significa que otros españoles no vayan a gozar de las ventajas de una colocación reservada, en muchos casos, a ex altos cargos o a sus familiares, un selecto grupo que forma la jet set de la política patria en EEUU, donde ya trabajan gracias a la puntería del Gobierno tres sobrinas De Guindos, un compañero de promoción y amigo del ministro, el hermano de la secretaria general de Presidencia, o el esposo de la ex directora del Instituto de Comercio Exterior, también con plaza en la Embajada.

Pero antes de profundizar en esta red de conexiones personales, centrémonos en el caso más reciente, el del exresponsable de la cartera de Industria, Energía y Turismo. El político canario iba a ocupar una dirección ejecutiva de turno en el Banco Mundial, institución en la que la mayoría de los países miembro se agrupan por circunscripciones. España comparte una con Venezuela y México, naciones con las que se rota ese puesto, desde el que también se representa a Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua.

El sueldo que le esperaba a Soria ascendía 252.720 dólares al año libres de impuestos (223.604 euros, es decir, 12 pagas mensuales de 18.633 euros), casi tres veces el salario del presidente Rajoy. Está claro que la suma puede parecer desorbitada si se compara con el nivel retributivo español, pero en este organismo no es de las más altas.

Por ejemplo, el presidente del Banco Mundial cobra 492.000 dólares (435.000 euros), además de 352.000 dólares (312.000 euros) entre aportaciones a un plan de pensiones y otros beneficios. Son precisamente los directores ejecutivos los encargados de revisar al alza cada año estos estipendios, comparándolos con los del sector público y privado de EEUU.

Aunque el dinero en sí parecería razón más que suficiente para que Soria o cualquiera aspirase a uno de estas plazas, las ventajas de ocupar un sillón en el Banco Mundial no terminan aquí. Los agraciados disponen de un plan integral de beneficios médicos y dentales para ellos y sus familias, un seguro de vida y de accidentes sin coste alguno y un plan de pensiones en el que está incluido todo el personal de la institución.

También hay ayudas para los traslados y en algunos casos se abona una prima para la movilidad del personal expatriado. Además, cuentan con 26 días de vacaciones anuales pagadas (todo un lujo en EEUU) y 15 días de baja por enfermedad al año.

GIMNASIO, SAUNA, GUARDERÍA Y TELETRABAJO

Pero hay más. Con el objetivo de “ayudar al personal a alcanzar el equilibrio en su vida laboral y personal” se les ofrece la posibilidad de “trabajo flexible”, mediante el teletrabajo desde el domicilio, horarios alternativos y jornadas reducidas.

Su sede brinda otros servicios para ayudar a “alcanzar el equilibrio trabajo-vida” como un departamento médico preparado para tratar enfermedades o lesiones menores y un programa de promoción de la salud con cursos y actividades para el personal y sus familias. Los trabajadores también disponen de un centro de fitness “con un equipamiento de última generación, vestuarios, duchas, saunas y salas de ejercicios”. Y para aquellos que tengan hijos pequeños, hay una guardería y salas de lactancia.

A cambio de todo esto, un director ejecutivo debe representar al gobernador de su país (en el caso de España, al ministro de Economía y Competitividad) a la hora de supervisar la actividad diaria de los intereses nacionales en la institución. Deben residir en Washington y reunirse normalmente dos veces a la semana para decidir sobre préstamos y cuestiones financieras, proyectos y políticas.

Soria ya no podrá encargarse de este cometido ni practicar ese “equilibrio trabajo-vida” del que presume el organismo internacional, si bien otro español, ex alto cargo también, gozará de estos privilegios. Será Fernando Jiménez Latorre, ex secretario de Estado de Economía de 2011 a 2014, a propuesta de Luis de Guindos, su amigo y compañero de la promoción de 1984 del cuerpo de técnicos comerciales y economistas del Estado, a la que también perteneció Soria.

Esta cercanía al ministro propició que en agosto de 2014 fuera designado director ejecutivo rotatorio para el Fondo Monetario Internacional (FMI), con un sueldo de más de 245.000 dólares anuales (unos 216.000 euros al año o 18.000 euros al mes). En principio, iba a continuar en otro puesto directivo de la misma entidad a partir de noviembre, si bien el Ejecutivo finalmente optó por otorgarle la plaza del Banco Mundial tras la polémica y la renuncia de Soria.

El exministro de Industria, José Manuel Soria. J.C.Hidalgo Efe

Sorprendentemente, el pasado desconocido hasta ahora de Jiménez Latorre también podría complicar al Gobierno su segundo intento de poner nombre a ese cargo. EL ESPAÑOL publicaba este viernes que además de haber estado ligado durante varios años a una empresa radicada en Delaware (EEUU), estado considerado por muchos países -no en España- un paraíso fiscal, concedió un contrato de 7,2 millones de euros desde el ministerio a la empresa en la que había estado trabajando previamente.

Todas estas polémicas salpican al Banco Mundial, una institución que por otro lado está muy acostumbrada a la controversia. No en vano, aunque su objetivo primordial es acabar con la pobreza y ayudar a los países en desarrollo financiando proyectos con préstamos a bajo interés, en ocasiones ve su labor empañada por acusaciones de subvencionar infraestructuras innecesarias, de no tener en cuenta el medio ambiente o de respaldar iniciativas pese a las sospechas de corrupción.

Lejos de ayudar a despejar esas críticas, España parece dispuesta a contribuir a ese runrún con sus discutibles y sonados nombramientos. Sin ir más lejos, la elección de Beatriz de Guindos Talavera como directora ejecutiva suplente en el Banco Mundial en noviembre de 2014 también levantó polvareda.

Pese a su sólido currículo, Beatriz llegó a Washington después de renunciar en Madrid a la dirección de Competencia de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, debido al agrio debate que generó su nombramiento por su vinculación familiar con Luis de Guindos. No obstante, no todo fue negativo. Pasó de cobrar unos 75.000 euros anuales a 218.620 dólares (193.433 euros, o 16.119 al mes), según la tabla salarial de 2015.

Sin tanto ruido llegó al Banco Mundial Rafael Domínguez Pabón, que desde noviembre de 2014 ejerce de asesor del grupo al que pertenece España, y que pasará a asesor senior en el siguiente turno, ayudando por tanto a Jiménez Latorre. Cuenta con una dilatada trayectoria en los sucesivos ministerios de Comercio y ha sido consejero comercial en varias embajadas de Asia. Un dato más, su mujer es Elisa García Grandes, actual consejera comercial en la Embajada de Washington, puesto que logró también en 2014 tras abandonar la dirección general del Instituto de Comercio Exterior (ICEX), dependiente del ministerio de Luis de Guindos. 

LAS ‘GUINDAS’ DE LA EMBAJADA

El hecho de que en muchos casos sean perfiles políticos los que acceden a estos puestos tan suculentos lleva a muchos a ver estas colocaciones como un refugio dorado al alcance de un selecto club. Nueva York o Washington son las asignaciones más codiciadas para ex altos cargos como Soria, en retirada de la primera línea de fuego, que encuentran en EEUU una vida más cómoda y alejada de los focos.

De hecho, la capital política estadounidense ha experimentado un enorme desarrollo urbanístico y económico en las últimas décadas al calor de entes como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Interamericano de Desarrollo, la Organización Mundial de la Salud y, cómo no, las embajadas.

Precisamente la carrera diplomática es otra vía para codearse con esta jet set de la política internacional, aunque en estos casos la elección de sus trabajadores es mucho más transparente, por concurso, y no suele producirse a dedo. En este apartado, habría que sumar a Beatriz de Guindos otras dos sobrinas del ministro colocadas también en DC. Las conocen como las Guindas en la legación española.

La primera que cruzó el charco fue María Luisa Pedrosa de Guindos. Llegó en 2010 como secretaria general de Educación de la Embajada. Estuvo un lustro en este puesto, el máximo que permite la ley a un funcionario en el exterior.

María Luisa Pedrosa de Guindos.

Para permanecer en EEUU consiguió un traslado a la costa oeste como agregada de Educación en Los Ángeles, en el otro extremo del país y con tres horas de diferencia horaria sobre Washington. Curiosamente, ella siguió residiendo en la capital, donde se encuentra su entorno familiar y desde donde desempeñaba sus funciones a distancia.

Esta operación generó cierto revuelo entre el cuerpo diplomático español, ya que obligó a reforzar el trabajo en California, donde además los ciudadanos interesados en reunirse con ella tenían difícil hacerlo directamente. En 2015 volvió a ser situada en la secretaría general.

La última sobrina es Leticia de Guindos Talavera, nombrada en el verano de 2012 por el entonces ministro Arias Cañete como agregada de Agricultura en la Embajada de Washington. Licenciada en Veterinaria por la Universidad Complutense de Madrid, aprobó en 2010 el acceso al Cuerpo Nacional de Veterinaria con la mejor nota de la promoción. No obstante, su elección también generó revuelo y petición de explicaciones por parte de los partidos de la oposición por su vinculación familiar con el ministro.

Leticia de Guindos.

Pero las De Guindos no son las únicas vinculadas familiarmente a algún dirigente político. Manuel Pablos López es el hermano de la secretaria general de la Presidencia del Gobierno, María Rosario Pablos, y ejerce de consejero de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente en la misión permanente de España ante las Naciones Unidas en Nueva York.

Su nombramiento en 2012 también dio problemas al Gobierno. Algunos partidos alegaban que ese puesto había estado reservado hasta entonces para directores generales con más de 20 años de experiencia, característica que él no reunía.

Por supuesto, estos trabajos no tienen un nivel retributivo similar al que se puede encontrar en el FMI, el BM o la ONU. Los sueldos en posiciones consulares dependen de muchas circunstancias, ya que al salario base que cada trabajador tiene como funcionario, generalmente de la máxima categoría, se suman una serie de complementos de destino, puesto y antigüedad.

Además, estos emolumentos están adaptados al nivel de vida del nuevo lugar de residencia. En el caso de EEUU, Nueva York y Washington son dos de las ciudades más caras del país. En esta última, por ejemplo, el alquiler de una vivienda de tres habitaciones y dos baños puede alcanzar los 5.000 dólares al mes, o incluso más, una copa de vino en un restaurante puede salir por 15 dólares; una cerveza, ocho, y un café, cuatro.

Los miembros más selectos de esta comunidad de élite española en Washington tienen uno de sus puntos de encuentro, al margen por supuesto de la Residencia del Embajador, en la casa que la exministra Ana Palacio posee en Georgetown, el barrio más exclusivo de la ciudad. Allí se han celebrado cenas y eventos cuando ha coincidido en la capital con la visita de altos cargos.

La ex ministra de Asuntos Exteriores de José María Aznar, tras dejar su carrera política, ocupó entre 2006 y 2008 el cargo de vicepresidenta senior-consejera del Grupo Banco Mundial. En ese puesto se cobró en 2015, libres de impuestos, 364.127 dólares (323.443 euros, 27.000 al mes), más una contribución anual de 92.000 dólares a un plan de pensiones y 82.000 dólares destinados a otros beneficios. Ahora Ana Palacio, entre otros desempeños, lleva la firma Palacio y Asociados, con sede en Madrid, Bruselas y Washington, que ofrece asesoría jurídica y consultoría estratégica pública y privada.

LAS MINISTRAS DE ZAPATERO

Pero dejando los exministros populares al margen, lo cierto es que la búsqueda de retiros dorados a políticos no es patrimonio exclusivo del PP. El último gabinete de José Luis Rodríguez Zaparero envió en 2010 como asesora del Programa ONU Mujeres, en Nueva York, a la responsable de Igualdad, Bibiana Aído, la ministra más joven de la democracia, que se hizo popular por acuñar el término 'miembra’ durante una comisión en el Congreso, llegando incluso a enfrentarse a la RAE por no aceptarla. También participó en normas de calado de aquel ejecutivo, como la última ley del aborto.

Esta joven gaditana aterrizó como asesora de la exdirectora de aquella institución, Michelle Bachelet, y continuó tras su marcha. Una portavoz de este organismo ha asegurado a EL ESPAÑOL que Aído sigue como asesora para la región de las Américas y el Caribe.

De hecho, sus últimas apariciones públicas han estado vinculadas a actividades en Colombia. Según esta fuente, “es una posición técnica que se resuelve por concurso público y no depende ni representa a ningún estado miembro”. Su categoría, asesora de programas, es un puesto de nivel P5, por lo que su salario anual, libre de impuestos, estaría entre los 67.000 (60.000 euros) y los 106.000 dólares (94.000 euros).

Del estilo de vida de la exministra Aído en Nueva York se ha escrito mucho desde su marcha. Desde que reside en el nada accesible barrio de Tribeca, hasta que es una aficionada a las compras en los outlets de Manhattan. Lo cierto es que desde 2010 sus apariciones públicas son muy escasas y no parece tener el menor interés por volver a la primera línea de la política.

La ex ministra de Sanidad socialista Leire Pajín es otro caso de retiro en tierras americanas. En julio de 2012 anunciaba que dejaba su actividad pública para trabajar en la Organización Panamericana de la Salud, desde Nueva York, organismo que abandonó luego para unirse al Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), con un rango de asesora similar al de Aído.

Dos años después regresaba a España, si bien no se ha desligado por completo de su actividad internacional. Un portavoz de esta institución ha explicado a EL ESPAÑOL que “Leire Pajín ya no es miembro del personal, si bien actualmente está comprometida como consultora del PNUD”. Aunque no detalló el salario que recibe por este servicio, la fuente sí aclaró que “los consultores no tienen derecho a los beneficios extra y otras prestaciones de las Naciones Unidas”.

A tenor de estas manifestaciones pudiera interpretarse que Aído y Pajín llegaron a esos destinos sin intermediación alguna de España, aunque lo cierto es que durante los años de Zapatero el Gobierno realizó cuantiosas contribuciones a ambos programas de la ONU. Unos 60 millones de euros en el caso del PNUD y más de 200 millones para ONU Mujeres, datos que el PP saca a relucir cada vez que se ponen en cuestión sus nombramientos.

En cualquier caso, y por ponerlo todo en perspectiva, hay que recordar que el gusto por la buena vida a costa de las instituciones internacionales no es algo exclusivo de España ni nuevo. Desde su creación hace 72 años, los miembros del Banco Mundial y del FMI han vivido rodeados de lujos.

Ya en julio de 1944, cuando se celebró la Conferencia Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas en Bretton Woods (New Hampshire, EEUU) para pergeñar el futuro económico tras la Segunda Guerra Mundial y poner las bases de ambos organismos, los países aliados alojaron a sus delegados en el Hotel Mount Washington.

Durante 22 días, además de debatir, aquellos enviados disfrutaron de campos de golf, pistas de esquí alpino y de tenis, 2.300 metros cuadrados de spa, paseos en trineo tirados por perros y coches de caballo. De aquellas jornadas salió el nuevo orden financiero y el propósito de reconstruir Europa y luchar contra la pobreza mundial. El resultado pareció encomiable. La factura del hotel... la pagaron los de siempre.

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