En Valladolid las mañanas empiezan con frío incluso en septiembre. En la Plaza Mayor los camareros arrastran sillas, los estudiantes cruzan con carpetas y algunos jubilados se saludan de memoria. A pocos metros de esas fachadas de ladrillo y balcones de hierro, Ana María Carmen Redondo García (1966), actual ministra de Igualdad del Gobierno, aprendió la política como se aprende un oficio.
Su último cargo en la ciudad que la vio nacer fue el de concejala de Cultura y Turismo. Antes, procuradora en las Cortes de Castilla y León. Doctora en Derecho Constitucional por la Universidad de Valladolid, ejerció como profesora en la misma universidad. Esa es la biografía mínima.
La otra, la que susurra en cafés y despachos, dice que fue una tecnócrata que rompió techos en política con silencios largos y de la mano de otros dos socialistas vallisoletanos: los 'Óscar'. Óscar Puente, exalcalde de Valladolid, y hoy ministro de Transportes; y Óscar López, el operador discreto que llegó a jefe de Gabinete de Sánchez y ahora dirige Transformación Digital.
Una joven Ana Redondo, durante su etapa en en las Cortes de Castilla y León.
Perfil tecnócrata
En la barra de un café con espejos y mármol, un murmullo de platos tapa conversaciones. Afuera, la Plaza Mayor es una losa tibia que desprende el frío hacia arriba. Las voces que hablan de Ana Redondo lo hacen con media sonrisa de prevención, como quien repite una contraseña que no conviene elevar de volumen.
"Feminista de boquilla", dicen fuentes socialistas en Valladolid consultadas por EL ESPAÑOL. "Seca en el trato; dura con quienes tiene por debajo; deferente con quienes están por encima". Hay un gesto que se repite cuando pronuncian su nombre: los dedos ordenan una servilleta como si repasaran un índice.
Otra voz, femenina, añade: "Cuando se rumoreó que se iba a Madrid junto a Puente, nadie se extrañó. Lo que sorprendió fue que fuera a Igualdad. Nos cuadraba en Cultura, Educación, algún puesto en Universidad. Es una política técnica, institucional. Pero no es ni ha sido nunca una dirigente feminista; empezó a usarlo como etiqueta desde que llegó a la cartera, por exigencia de guion".
Antes de todo, de esa etiqueta y de ese guion, estuvo en la universidad. Ana Redondo fue profesora titular de Derecho Constitucional en la Universidad de Valladolid. En su memoria quedarán esquemas y sentencias, recursos de inconstitucionalidad y competencias autonómicas desplegadas en pizarras verdes.
Óscar López conversa con Ana Redondo, momentos antes del comienzo de un Pleno, en el año 2014.
Una vida política
Fue en el 2007, casi una década después de afiliarse al PSOE, cuando dio un salto al hemiciclo. Se convirtió, primero, en procuradora por Valladolid en las Cortes de Castilla y León. Un año después, Óscar López, recién nombrado secretario general autonómico, la aupó a portavoz del Grupo Socialista.
No era un escaparate, para nada, más bien, según fuentes cercanas, un oficio de resistencia en un parlamento de mayoría absoluta del PP. "Con López, su tarea fue ordenar el discurso del grupo. Había días de sesiones eternas, tenía una capacidad fría para sostener el expediente", expresan.
De aquella época queda una fotografía que parece una cápsula de tiempo. Campaña de 2008, Óscar López en el centro, Redondo a su lado, recibiendo un abrazo. Óscar Puente cerca. Un Pedro Sánchez, aún emergente, entre otros rostros. Quince años después, los cuatro aparecerían en los organigramas del poder. La imagen inscribía una geografía, la de Valladolid como punto de origen.
La imagen completa, extraída de cuando Óscar López presentó su proyecto electoral en la fiesta de Villalar, el 23 de abril de 2010. En ella aparecen Pedro Sánchez, Óscar Puente y Ana Redondo.
En 2015 cambió el decorado. La ciudad estrenaba alcalde, un Óscar Puente todavía desconocido a nivel nacional, de quien Ana Redondo fue número dos. Allí estuvo dos mandatos, hasta el 2023, como teniente de alcalde y concejala de Cultura y Turismo. Su calendario —Seminci, festivales, equipamientos— se convirtió en una partitura sólo ella sabía leer.
Con Óscar Puente, dicen otros cuadros del PSOE en Valladolid, hubo sintonía total. "Tándem. Él hacía ruido y titulares; ella, método y actas". Todo hasta que el PSOE perdió la alcaldía en 2023, cuando el PP y Vox llegaron a un pacto que hizo tomar el relevo al popular Jesús Julio Carnero.
Lo que podría parecer un final se convirtió en un gran inicio. El 20 de noviembre de 2023, Pedro Sánchez anunció su nombre. Tan sólo un día después, juró el cargo: se convirtió así en la sustituta de Irene Montero al frente del Ministerio de Igualdad.
La cartera venía con cicatrices profundas: la ley del "solo sí es sí", una relación accidentada con sectores del feminismo, una ruptura con Podemos que había convertido cada rueda de prensa en una refriega. "Ferraz buscaba bajar el volumen", dicen dirigentes locales. "Redondo garantizaba disciplina. Menos grito y mucho más BOE".
En Valladolid el eco fue doble: orgullo por la ciudad —tres nombres propios con acento local en la mesa del poder: Redondo, Puente, López— y incredulidad por el destino. "Lo normal habría sido Cultura", insisten fuentes socialistas en la ciudad. "Igualdad no estaba en su naturaleza política. Simplemente fue su peaje para llegar a Moncloa".
Ana Redondo junto a Óscar Puente en un acto celebrado en Valladolid en 2016.
Las pulseras telemáticas
El primer temblor llegó por donde menos se exhibe: tecnología y procedimientos. Cometa, el sistema de pulseras telemáticas para controlar a maltratadores con órdenes de alejamiento, nació en 2009. Vivió hasta marzo de 2024 bajo contrato con Telefónica. Ese mes, la gestión pasó a una UTE de Vodafone y Securitas. Al cambiar la casa, el traslado dejó cajas sin etiquetar.
La Fiscalía consignó en su Memoria que, durante la migración, se perdió temporalmente el histórico de posiciones previo al 20 de marzo. La herida no era retórica: afectaba a procedimientos por quebrantamiento de condena o medida, donde esos datos son una prueba cardinal. El Consejo General del Poder Judicial asegura haber enviado oficios de alerta a comienzos de 2025.
En Granada, un acta de julio de 2024 describió los primeros meses como "caóticos". El Defensor del Pueblo venía desde 2019 recogiendo quejas sobre el sistema. Y en 2023, un informe técnico interno del propio Ministerio —antes de Redondo— suspendió la transición: 3,6/10. Deficiente.
Pulsera de localización de la firma israelí Attenti, proveedora de los brazaletes hasta 2023.
Desde Igualdad, la respuesta fue que no hubo notificación formal en los primeros compases y que las incidencias fueron acotadas. En la Ejecutiva del PSOE, la portavoz Montse Mínguez pidió "no jugar con el miedo" de las mujeres y acusó al PP de "bulos". La oposición pidió la dimisión de la ministra o una auditoría independiente.
La ministra ha sostenido, en público, que el sistema "ha funcionado razonablemente bien" y que "ninguna mujer con dispositivo ha sido asesinada". Ha admitido disfunciones, ha descrito protocolos —llamadas encadenadas a víctima, policía y agresor; sustitución del dispositivo en 24 horas— y ha repetido que la geolocalización no es la única prueba en quebrantamientos: pesan también atestados y testificales.
Feminismo en el aire
Lo que fuentes socialistas en Valladolid, todas mujeres, repiten —a media voz, como quien guarda una herida— es que Redondo no venía de esa tradición. No era una militante feminista ni una dirigente moldeada en el activismo de base. No levantaba esa bandera.
Las asociaciones críticas lo explican por estilo y por fondo. Por estilo: hieratismo, rigidez, gestión de gabinete, un tono que a menudo suena a papel sellado. Por fondo: inclinación a la sutura institucional y a la equidistancia en batallas donde los matices se leen como renuncia.
El 8-M de 2025, cuando la ministra acudió a las dos marchas en Madrid —una convocada por la Comisión 8-M y otra del Movimiento Feminista de Madrid—, la decisión fue entendida por unos como gesto de cosido y por otros como blanqueo de posiciones excluyentes.
La comparación con Carmen Calvo apareció en pancartas y columnas. La réplica oficial insistió en el mandato representativo: representar a todas, tejer con todas, sostener la diversidad sin ceder a la fragmentación.
Ana Redondo (c), junto a Reyes Maroto (i), Pilar Bernabé (2d) y Óscar López (d), al inicio de la manifestación del Día Internacional de la Mujer.
El foco que quema
A la vez, hay una corriente de respeto que no se extingue. "Trabaja. Llega preparada. Aguanta", dicen dirigentes locales que la trataron en el Ayuntamiento. "No gana un debate con una frase, pero sostiene expedientes que otros no han leído; y cuando el foco se apaga, sigue en la mesa".
Mientras tanto, el personaje permanece fiel a su gramática. En Madrid, Redondo mantiene el perfil que la trajo hasta aquí: poca red, poco plató, mucha mesa. Discursos sobrios, ausencia de fuegos artificiales, horarios largos de despacho. En Valladolid, voces del PSOE repiten una idea: siempre trabajó muy bien en la sombra, pero ahora está en el foco, y ahí la luz quema.
A última hora de la tarde, la Plaza se enciende. El ladrillo toma un color de pan tostado y el frío vuelve a subir desde las baldosas. Un grupo de estudiantes cruza de nuevo. Un jubilado —quizá el mismo— levanta la mano. En una pantalla, una foto vieja: 2010. López, Redondo, Puente, Sánchez.
No anuncia nada mágico; recuerda que algunas historias se escriben despacio. Ana Redondo, dicen cuadros del PSOE en Castilla y León, no es una heroína ni una villana. Es una gestora que llegó por lealtades y método a un lugar que exige, a la vez, empatía pública y precisión privada. La ministra que hoy se juega su saldo no con un discurso, sino con archivos.
En un país de eslóganes, su ecuación es brutal y simple: o gobierna el dato, o gobierna la consigna. Aquí, en Valladolid, eso se entiende sin levantar la voz. Tal vez porque la ciudad —como la política bien hecha— está hecha de cosas que funcionan sin aspavientos: una silla que se arrastra, una taza que suena, una luz que se enciende. Y, cuando no funcionan, de alguien que firma el arreglo y asume el coste.
