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A Àlex Torío (Barcelona, 1976) le encanta dar clase. “Enseñar a los jóvenes, formarlos… Esa es mi pasión”, dice. Siempre fue así y prueba de ello es que ha sido profesor de Secundaria desde finales de los años 90. Lo suyo fue pura vocación y tras casi 30 años en las aulas, este docente ha dejado la enseñanza. Ha abandonado con amarga “decepción” algo que amaba. No lo niega. No lo oculta.

Han sido muchos los motivos por los que el profesor Torío, especialista en Matemáticas y Física en Secundaria, ha dejado de enseñar. Una idea que ya considera el 47 % de nuestros docentes según un informe publicado este 2025. Pero, sin duda, para Toríola degradación paulatina del sistema educativo” ha supuesto para él un escollo imposible de superar. Esta degradación, dice a EL ESPAÑOL, “se está comprobando en la bajada de los resultados de los alumnos en España”.

Principalmente, “la bajada en el nivel de exigencia a los alumnos es la base de todo”. Él la ha notado a lo largo de sus casi tres décadas como docente. “Hoy en día los niños no perciben la exigencia y no se esfuerzan. No sienten que no estudiar tiene consecuencias. Antes les daba (y nos daba) miedo suspender, pero ahora se ha demonizado suspender a los alumnos y eso provoca que no haya esfuerzo. Total, van a aprobar igual…”, esboza el profesor.

El profesor Àlex Torío. Cedida

Formado en los años en los que existía la Educación General Básica (EGB) –que se terminaba en octavo a los 14 años–, Torío explica que, a su juicio, “los contenidos con los que los alumnos de entonces concluían la educación obligatoria equivalen a los de cuarto de la ESO actuales”. Es decir, argumenta que “se ha estirado dos años la escolarización obligatoria sin aumentar los contenidos”, pues la Secundaria obligatoria, implantada en los 90, dura hasta los 16 años.

Para Torío, “la Secundaria de ahora es un estiramiento de la Primaria”. Es más, piensa que “un alumno de la ESO de ahora es como uno de Primaria de antes”, pues los contenidos con los que se terminaba la vieja EGB equivalen a los de cuarto de la ESO. “Al menos en mi especialidad, yo percibo que el nivel de contenidos que enseñaba con 16 años –ecuaciones, resolución de problemas, trigonometría…–, antes se aprendían con 14”, dice.

Por si fuera poco, Torío ya no sólo siente tristeza por esta bajada en la exigencia. Se muestra preocupado, como tantos especialistas como el pedagogo Gregorio Luri, por la sobreprotección que existe hoy para los niños. “Los tenemos entre algodones y suspenderles o hacerles repetir se considera cruel. Se ha demonizado. Yo he llegado a ver como, a día de hoy, intento poner un 0 a un alumno y el ordenador me lo cambia al 1 por defecto”, ejemplifica con resignación.

Más fallos del sistema

El profesor Àlex Torío, no obstante, ha tenido otras razones para abandonar la enseñanza “como muestra de protesta”. Para él, el sistema tiene más fallos que le han sido difíciles de encajar. No entiende por qué en Secundaria “hay profesores que imparten materias sin ser especialistas”.

A él mismo le ha tocado. Licenciado en Física en la Universidad Autónoma de Barcelona, Torío dice sentirse muy cómodo impartiendo Matemáticas o Física. “Pero ha habido años en que se me ha pedido enseñar Biología o Tecnología. Yo me he sentido falso impartiendo Biología. Obviamente preparé lo mejor posible la lección y además tenía nociones del colegio o la universidad, pero, para mí, en Secundaria las materias las tienen que dar los especialistas en cada campo. En este caso, un biólogo”, reconoce.

Un grupo de alumnos haciendo un examen. EFE

“Y además ocurre otra cosa: he tenido que compartir asignaturas con profesores sin un nivel de dominio del conocimiento necesario para enseñar. Eso me da mucha pena, sobre todo por mis alumnos, pues siempre he querido que aprendan lo mejor”, continúa Torío.

Es más, su preocupación por sus alumnos también se vislumbra en que se queja de los ratios. “Yo tengo 30 alumnos por clase y se me pide que atienda la diversidad. Yo lo hago, pero, por ejemplo, en una clase de Bachillerato tenía que parar para enseñar las tablas a un alumno que había llegado de Pakistán. Está bien hacerlo, por supuesto, pero en ese momento dejaba de dar clase al resto y era un tiempo que perdía. El problema es que el sistema se pone la medalla de que cuida la diversidad, pero en la realidad no se invierte en profesores. Y si no hay presupuesto sólo es ser un bienqueda”, se queja.

Un sueño roto

La puntilla para este profesor de Matemáticas y Física llegó el curso pasado. Ver cómo la tecnología mal aplicada en las aulas ha socavado su trabajo, sus ganas, ha sido la gota que ha colmado el vaso. “Ha sido el tiro de gracia. Estar delante de 30 alumnos con sus ordenadores y ver que no atienden es triste. Ves como están en YouTube, escuchando música, hablando entre sí por WhatsApp web o Google Docs… Antes el profesor era el centro y se enseñaba, pero ahora es muy difícil”, resume.

Por todo ello, Àlex Torío ha dejado la docencia tras casi 30 años. Ha dejado su sueño; se lo han roto. Pese a ello, agradece su trayectoria: “Estuve mucho tiempo haciendo mi trabajo con satisfacción. Una satisfacción tan grande como que he tenido alumnos que han estudiado en Berkeley que me han llegado a escribir: ‘Si no fuera por ti, yo no estaría aquí’. Eso es lo más satisfactorio para un profesor. Ya no tenía ese tipo de alumnos”.

El 47 % quiere dejar la profesión

Àlex Torío, no obstante, no es un caso aislado. Es otro más de tantos. Es la punta del iceberg que ejemplifica una realidad que está azotando la educación en España. En el último informe publicado en 2025 por EsadeEcPol bajo el título El estado de la profesión docente en España hay una conclusión clara: “Está surgiendo una creciente desafección y pesimismo en una parte importante del profesorado”.

Esto se traduce en que el 47 % de los docentes quiere dejar su profesión y sólo el 24 % mantiene la ilusión. Así lo concluye la Fundación SM. Reveló el año pasado que un 38 % de los docentes dice vivir su trabajo con indiferencia, algo que en 2007 no lo pensaba más del 2 %. La ilusión se ha perdido y Àled Torío, como tantos otros profesores, ha decidido abandonar la educación.

Ahora se ha tomado un año de excedencia, el máximo posible, para reinventarse. Se ha ido a vivir al campo y espera encontrar empleo de lo que sea. “Me encantaría ser ayudante de cocina, por ejemplo”, cuenta. De momento, seguirá buscando trabajo, locutando en su programa de radio y tocando. Es cantautor y lleva décadas en la esfera musical donde ha publicado nueve discos. Pero a lo que no volverá, a priori, es a la enseñanza. Ahora es un activista de la educación que lucha por su mejora.