Pepe Reig (Almoradí, Alicante, 1957) es un peleón. Él dice riéndose que un pesado, pero no. Un peleón. Profesor universitario a lo largo de 30 años, ha escrito un libro titulado 'En manos de la desinformación. Posverdad, posperiodismo, posdemocracia'.
Ahora anda de 'gira' con varias presentaciones que se convierten, no sólo en un espacio de razonamiento, sino de acompañamiento.
Porque Pepe tiene Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) y el 70% de su libro lo ha escrito a través de un teclado virtual que maneja con el puntero del ratón. Escoge letra a letra debido a que sus dedos ya no pueden usar un teclado real.
Pepe era -es, porque no dejará de serlo- un profesor de los que invita a pensar. De los que empuja a la reflexión. De los que te miraba en la época universitaria, esa de las ideas taxativas, con una sonrisa de las que querían decir: "ay, alma de cántaro, cuánto te queda por vivir todavía".
Pepe comenzó su trayectoria profesional como documentalista. Una figura que en algunas redacciones de medios de comunicación actuales suena al Pleistoceno.
"Mi trabajo era conferir seguridad fáctica, seguridad de datos, al trabajo de los periodistas, al discurso de los medios. Verificación, comprobación, corrección de errores, confianza en la verdad fáctica", recuerda.
-Vamos, que lo del 'fact check' lo lleva aplicando toda su vida.
-Incluso antes de que se llamara así. Eso ha evolucionado de un modo natural cuando de pronto empiezan a ser tan frecuentes las 'fake news', que uno comienza a sospechar que hay detrás una voluntad, una estrategia. Así que desarrollé más mi foco en esa verificación.
Estuvo 7 años en el Consejo Asesor de Radiotelevisión Española en la Comunitat Valenciana. Ahí se encargaba de diseñar el sistema de información. Es decir, todo lo que tiene que ver con la biblioteca, la documentación y la recuperación de información.
Por este motivo llegó a la Universidad Cardenal Herrera CEU de Valencia como profesor de Documentación Periodística, donde además de ejercer la docencia durante 17 años fue presidente más de una década del comité de empresa -que montó él junto a otros compañeros-. Luego pasó a la Universidad de Castilla La Mancha.
La idea del libro surgió a raíz de unas jornadas en la Facultad de Derecho de Cuenca en las que participó junto al periodista Jesús Maraña hace varios años. De los apuntes que allí llevó, comenzó a escribir y luego lo dejó un tiempo.
Posteriormente fue diagnosticado de ELA y cambió sus prioridades. Recientemente, lo retomó gracias a su hija Marta, que leyó lo que ya había escrito y le ayudó a completar lo que le faltaba.
Pepe, a la derecha de la imagen, en la presentación de su libro en Valencia. EE
"Lo que hago es trazar la línea de puntos entre posverdad, posperiodismo, posdemocracia para hacer una lectura de conjunto. La indiferencia ante la verdad está relacionada con la degradación del periodismo por culpa de las mentiras o 'fake news'. Y ambas cosas tienen que ver con el ataque del populismo autoritario", expone.
"Si la democracia está en peligro, pienso que la razón principal es por el deterioro del periodismo por el cambio de modelo y también por la invasión de las redes sociales, que introducen una forma diferente de consumo de información.
Eso ha tenido el efecto de quebrar la conversación pública. Ésta se ha estropeado tanto que empieza a no servir de base para el funcionamiento de la democracia. Eso hace mucho más fácil para los autoritarios el ataque a la democracia.
Tanto es así, que en Estados Unidos han ganado y están desactivando los mecanismos centrales de la democracia", explica.
El libro no es un análisis académico, comenta Pepe, sino cívico: "Es un libro con vocación de intervención en el espacio público y una especie de aviso para navegantes".
-¿Cómo ha sido todo el proceso de escribirlo?
-Ahora escribir es una tortura. Tengo un teclado virtual que manejo con el puntero del ratón escogiendo letra a letra. Puedo ahorrarme algo de camino dictándole, pero como ve, cada vez hablo peor y cada vez escribe más lo que le da la gana y tengo que corregirlo.
Este será el último libro que escriba así. Ahora tengo que aprender a manejar un programa que se llama Irisbond, que te permite manejar con las pupilas el ordenador. Pero es muy difícil y requiere una paciencia de la que yo probablemente carezco.
-¿Cuántas horas le ha dedicado?
-Muchas horas. Yo me pongo aquí (en su salón, junto a su ordenador) cuando acaban de arreglarme por la mañana a las 10, y me tiro aquí el día casi entero hasta las 7 de la tarde, cuando a veces doy un paseo.
Estoy aquí leyendo, escribiendo... ese es mi régimen. Pero me gusta. Lo que pasa es que verdaderamente me canso mucho. Y como es un cansancio intelectual, lo que hago a veces es colocarme delante de la tele, ponerme una película lo más insustancial posible y a los 20 minutos estoy descansado. Y luego sigo.
"Quiero ser práctico"
Pepe está completamente lúcido. Hablar le supone un esfuerzo y muchos músculos ya no le responden, pero la cabeza se mantiene intacta, y le funciona a toda velocidad.
"Me diagnosticaron hace ya casi 4 años. Esta enfermedad tiene un horizonte. Es duro decirlo, pero normalmente nos morimos entre los tres y los cinco años. No todo el mundo porque no hay, digamos, estándares", expone.
"Cada enfermo es distinto. Yo creo que yo voy rapidito, pero mi cuerpo aguanta más o menos con cierta movilidad, aunque yo noto día a día la pérdida. Esta es una enfermedad muy cruel, porque te mata el cuerpo y te deja intacta la mente, por lo cual eres consciente de lo que se te muere", señala.
A veces te revelas, te da coraje. Pero lo mejor es ser paciente y vivir en el momento presente sin anticipar mucho. Hay que anticipar lo justo para ser operativo: hacer una obra de adaptación en casa, aprender a manejar un programa...
He conseguido no deprimirme ni 5 minutos. Pero eso ha sido a costa de un apoyo extraordinario de las dos mujeres de mi vida, que son absolutamente extraordinarias. Entienden la enfermedad, me entienden de mí, me soportan y hasta a veces parece que quieran. Y eso hace muy llevadero todo.
Lo único que me va quedando es eso. La compañía de mis mujeres, mis amigos que me visitan y me hablan, y estas cositas de presentar un libro y hablar sobre ello con gente que parece que me tiene aprecio o a la que no acabo de caerme mal. Esa es mi vida ahora", relata.
-Usted nunca ha creído en Dios. ¿Apela a algo espiritual? ¿A qué se encomienda? ¿Qué reflexiones vitales le vienen a la cabeza ahora?
-Yo creo que he adoptado un estilo de razonamiento que me salva. Por un lado, pretendo que mi paso por la vida haya resultado positivo para alguien.
Cuando yo me miro y veo cómo voy a estar dentro de poco, me apetece acortar las cosas. ¿Por qué voy a negarlo? Pero hasta eso no puede ser un pensamiento completamente individual. El decir: voy a evitarme el sufrimiento de los últimos meses, años.
No puede ser individual porque tengo gente cerca que aún quiere verme, que aún quiere quererme. Entonces tengo que negociar con la vida.
Por un lado, evitarme en lo que pueda el sufrimiento. Pero también evitárselo a otros y darles a otros mi compañía. Esto me convierte, digamos, en un razonador práctico. Quiero ser práctico para hacer el menor daño, a mí y a otros.
Como no tengo pensamientos de vida posterior, de otra vida, lo circunscribo a esto. Pretendo actuar bien de la mejor manera en favor de la gente. Digamos que el último día me gustaría poder decir, si aún puedo hablar, algo parecido a lo que decía Neruda: confieso que he vivido.
Yo confieso que he vivido y confieso que he amado, y bastante, y por eso me doy por bien empleado. Puede parecer hojarasca, pero no lo es. Me aferro a ello y me hace sentir bien.
Cuando yo planifico mi despedida me siento bien y en paz, porque es como pagar mis deudas con la gente que me ha querido, con razón o sin ella, pero que me ha querido. Esa es mi filosofía.
El profesor y documentalista Pepe Reig. EE
-¿Qué piensa al levantarse por la mañana?
-Lo primero en la ducha (risas). Pero pienso que tengo otro día para hacer algunas cosas que aún puedo. Ver y sentir cerca de mí a la gente que amo.
Esta es una enfermedad que no duele nunca, aunque hay días que tengo un cansancio externo y tengo que ir a la cama varias veces.
Por lo general yo me levanto sobre las 8 y algo y me ayudan para lo básico. Me bañan, me afeitan, me visten y me pongo aquí. Empiezo a leer prensa, leo algunos libros o hago que me los lea el ordenador.
Escribo, me comunico por WhatsApp, hago alguna que otra llamada, pero pocas porque hablo mal. Escribo cositas, entro en Facebook, entro en Twitter, peleo un poco en términos políticos...
-Eso no va a cambiar.
-Nunca (risas). Luego, al mediodía, después de comer, hago una siesta obligada porque si no no tengo fuerza, y por la tarde pues vuelvo. Paseo un rato, me visitan amigos y sobre todo estoy con Pepa y Marta, que es lo más feliz del día.
Porque la naturalidad con la que se comportan me da alegría. Y la alegría son palabras mayores cuando tienes esta enfermedad.
Pepe evoca una escena que viaja a la imaginación de su interlocutora: "Le confieso que cuando yo estoy aquí y ellas andan por ahí por la casa parloteando en una especie de conversación interminable, que empezó cuando Marta era pequeña, me da felicidad.
Sobre todo cuando las oigo reír, que es casi siempre. Porque se hablan, se ríen, se cuentan cosas. Para mí eso es el maná, se lo juro, y lo que más alegría me da.
Entonces esa es mi vida ahora. Un día se parece al siguiente, salvo que ahora tengo las presentaciones del libro.
Periodismo original
¿Y qué diagnóstico hay en el libro? "Nos ha faltado periodismo en el sentido original del término. Es decir, esa profesión que consiste en agrupar y ordenar los hechos relevantes sobre los cuales conviene que la gente piense y se haga una opinión", indica.
"Nos ha faltado ese periodismo porque ha entrado en crisis por culpa de los cambios digitales a los que ha tardado en adaptarse y por culpa de que ha venido un competidor que lucha por la atención del público y que hace algo parecido.
Pero eso es comunicación, no periodismo. Y no hemos dado con las claves narrativas que el periodismo ahora exigiría", comenta.
Ha faltado también, prosigue, "clase política con garra como para decir lo que había que hacer y además conseguir mayorías para hacer".
"Las mayorías de gobierno se han vuelto precarias, no conseguimos aunar voluntades. Esa es una carencia política. A las fuerzas políticas les ha faltado valentía y profundidad, sobre todo a las progresistas porque no cabía esperarlo de las conservadoras", apunta.
Y, por último, destaca, "ha faltado civismo". "Es decir, la fuerza cívica, la ciudadanía exigente, no conformista, no consumista, no vendida a las facilidades neoliberales del mercado. Sin ciudadanía despierta estamos perdidos. No hay ninguna tiranía que caiga sola.
Las culpas son generales y, por tanto, la tarea es común. El periodismo ha de reinventarse. La ciudadanía ha de reaparecer, reocupar el espacio público. Y las fuerzas políticas han de buscar su profunda razón de ser, que es aunar voluntades cívicas para transformar el mundo.
En este momento, las ultraderechas tienen buenas bazas porque la democracia ha fallado en una cosa esencial: en su promesa de igualdad. No se ha cumplido desde hace 40 años y la desigualdad aumenta por culpa del tipo de globalización que hemos emprendido, que es la neoliberal.
La desigualdad que había empezado a disminuir tras la Guerra Mundial con las políticas de Estado de Bienestar en Europa, en Canadá, en Australia y hasta un poco en Estados Unidos, ha aumentado a partir de los 80 porque esas políticas han sido más lentas.
Esa es la ventana por la que se cuela el populismo autoritario, que le habla directamente a las personas frustradas, resentidas, a aquellas que creen que se les está dejando fuera. Y lo que en realidad hace es recortar aún más derechos", concluye.
Pepa, mujer de Pepe, interviene en la presentación del libro. EE
Pepe lleva todavía dentro la docencia. "A mí me ha gustado mucho dar clase porque me obligaba a inventar. No no he participado nunca de ese pesimismo que se extendía ante los compañeros que decían: 'Los alumnos cada vez saben menos'.
Eso era mentira. Primero porque era un error de apreciación. Lo que pasa es que el profesor cada vez sabe más mientras que los alumnos siempre tienen la misma edad.
Y lo cierto es que llegan con habilidades nuevas que ni siquiera uno comprende bien. Y si uno conecta con esas habilidades, las puede explotar para el trabajo de periodista. Eso es lo que yo llamo obligarme a inventar, a abrir caminos.
Lo he pasado bien haciendo eso y he llegado a la conclusión de que la enseñanza universitaria sigue siendo imprescindible por más que el mercado nos quisiera convencer de que con adquir las competencias basta. No. Hay que adquirir competencias y razonar como universitario", asegura.
Sanidad pública
Pepe no puede eludir el agradecimiento a la sanidad pública de España. "Es algo en lo que pienso todos los santos días", admite.
"¿Usted se ha fijado, por ejemplo, en las películas, en las teleseries norteamericanas, qué ocurre cuando en una familia entra una enfermedad como esta? Tienen que vender la casa, pierden el trabajo, se convierten en personas vulnerables o disimulan la enfermedad. Porque el sistema no acoge a los que caen, se quedan fuera.
Mientras que yo, un profesor universitario del tres al cuarto, enfermo, no he tenido que pagar un duro. Me cambié de casa porque la mía tenía escaleras, pero no he pagado nada. Las tres sillas de ruedas que tengo que usar las paga el Estado. Las medicinas, las pruebas, el escáner, todo.
Yo no tengo que pagar, tengo un sistema y si mi mujer cae enferma y ya no puede cuidarme, habrá una persona pagada por el Estado que me cuidará. De hecho, ya la hay, porque hemos contratado a una persona que sustituye a Pepa en las tareas algunas veces. Lo pago yo por lo que me da el Estado por la ley de Dependencia.
Si esto no lo construyes con impuestos, lo tienes que pagar de tu bolsillo. Así que cuando alguien le diga que el Gobierno se enriquece con sus impuestos, dígale que es mentira, que es el Estado el que te atiende.
Eso es lo que impide que la desigualdad sea todavía mayor. Ese es el trabajo del Estado. Y quien diga que el Estado no es necesario, miente. Quien sueña con irse a Andorra a pagar menos impuestos lo que hace es robarnos a los demás", afirma.
Mientras todo esto ocurre en su vida, Pepe asiste a la polémica del despliegue de la ley ELA en las autonomías. "Me preocupó un tiempo el que no hubiera aparentemente prisa en el Parlamento por aprobar la ley. Me tranquilicé cuando vi que todos los grupos la aprobaron.
Ahora, el desarrollo de la ley está siendo problemático. Pero me parece que lo es porque las autonomías -que son las que tienen la competencia- gobernadas por el PP están empeñadas en una guerra de propaganda para que parezca que el Estado no paga.
Pero son ellas las que no ponen su parte y con ello pueden acusar el Gobierno central. Y me indigna. También lamento que el Gobierno no encuentre la manera de obligar a las autonomías, porque eso en un Estado Federal no pasaría. Yo soy un federalista convencido.
-No sé si hay algo que se le ha quedado por comentar.
-Puede añadir que a mí no me disgusta contestar entrevistas, pero si me la hace una antigua alumna para mí es un placer.
