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Siempre se ha dicho que, incluso en su etapa en la que hacía y deshacía a su gusto en la Moncloa, Francisco Salazar (Montellano, 1964) conservaba más el porte de concejal de pueblo que el aura de asesor palaciego. Lo suyo no era House of Cards, sino más bien Pleno ordinario. Con el tiempo, eso sí, las comparaciones con Kevin Spacey acabarían llegando por motivos menos televisivos.

Para empezar, porque nadie esperaba que fuera a caer. De hecho, nadie sabía que seguía ahí. Montellanero, ingeniero, exalcalde, exdirector de hipódromo y ex número 2 del Presidente, el hombre más conocido como Paco era uno de esos políticos sin megáfono que avanzan en segunda fila, pero siempre dentro del coche oficial. De esos que no necesitan ganar congresos porque saben ocupar despachos. Y de esos que, como ahora, cuando caen, lo hacen en silencio, sin aspavientos y por la puerta de atrás. Sin defenderse. Como si supieran que la siguiente curva les volverá a poner en pie.

Hasta hace unos días, Salazar era uno de esos cuadros medios del sanchismo que no salen en las fotos, pero que están en todas partes. Su dimisión llegó tras ser señalado por acosar sexualmente a varias subordinadas. El PSOE no reaccionó: primero se calló y luego aceptó su renuncia. No hubo comunicado, ni defensa, ni desmentido. Sólo un silencio de esos que en ciertas esferas significan: "Parece cierto, no merece la pena cubrirlo".

Porque Salazar no era un recién llegado. Su carrera es una clase magistral de cómo sobrevivir en el PSOE andaluz sin pasar por los telediarios. Nació en Montellano en 1964, cuando el socialismo estaba mal visto y el acoso sexual no tanto. Entró en política en los ochenta, fue concejal en los noventa y en los 2000 se volvió experto en reciclaje, cuando esa palabra todavía sonaba más a contenedor que a carrera política. Llegó a la Alcaldía en 2003 y gobernó durante un lustro, aunque lo más revelador no fue cómo entró, sino cómo salió y lo rápido que cambió su vida después de eso.

Cuando Pedro Sánchez se lanzó a reconquistar el partido que le había degollado un par de meses antes, Paco Salazar fue su primer chófer. No es una figura literaria ni una referencia al famoso Peugeot 407 del presidente. En enero de 2017, Salazar fue a buscarle a la estación de tren de Dos Hermanas, le metió en un coche y le hizo un tour automovilístico por las rotondas de la ciudad para que al alcalde, Francisco Toscano, le diera tiempo a organizar el acto con el que lanzaría su candidatura a las primarias del PSOE. Todo suele ser más cutre de lo que parece.

Huida de Montellano

Primero hay que situarse en el Salazar de 2008, el alcalde de un pueblo de 6.000 habitantes fanático de la Revolución Francesa que después de cinco años dejó el Ayuntamiento por la puerta de atrás sin pedir perdón ni permiso. Llegó joven y, aunque nunca fue exactamente carismático, sí tenía un punto de majete. Tanto que los vecinos confiaron en él para solucionar el gran problema de la legislatura: los diseminados ilegales, donde cientos de familias vivían en casas levantadas sobre suelo rústico. 

Él lo vendió como un milagro socialista: legalizarlo todo, revalorizar el terreno, ofrecer escrituras, y hacerlo —decía— por un precio simbólico. Entre 200 y 300 familias apoquinaron un euro por metro cuadrado, más la multa por construir, multiplicado por entre 600 o 700 parcelas. Fuentes conocedoras calculan que cada familia se dejó "entre 5.000 y 9.000 euros", haciendo un total de tres millones gestionados por una oficina que ni era municipal ni fiscalizaba nadie. ¿El resultado? Las parcelas siguen sin escriturar, las viviendas siguen siendo ilegales "y el dinero voló". 

Paco Salazar también.

Se largó como quien deja un bar antes de que llegue la cuenta, dejando la agrupación local hecha trizas y a su sucesor, Curro Gil, con el marrón de la gestión y el fuego cruzado en el Ayuntamiento. Salazar, mientras tanto, ya había empezado a recolocarse en el ecosistema socialista. Cómo tenían que estar las cosas en el PSOE, que las elecciones siguientes las acabó ganando Izquierda Unida. El nuevo alcalde encargó una auditoría sobre todo aquello que revela un rosario de irregularidades, pero que nunca llegó a la Fiscalía. 

Es más, cuando Salazar dejó la Alcaldía no sólo se fue, sino que se cargó la agrupación local del socialista para los cuatro años siguientes. Según fuentes cercanas, fue un "intruso, inteligente y manipulador" que quiso reordenar el partido a su manera y terminó dejando un reguero de resentimientos. Ni siquiera su matrimonio con la hija del secretario del Ayuntamiento suavizó las tensiones. Al contrario, su divorcio posterior hizo que sus escándalos personales se hablasen más en voz baja.

A familia de su mujer se la apoda en Montellano Los Secretarios. "Son muchos, todos afines al PSOE. Algunos de ellos estuvieron trabajando también en el hipódromo de Dos Hermanas", como el propio Salazar. Conocido como El Gran Hipódromo de Andalucía, fue allí donde recaló en 2008 tras huir de Montellano.

Carta de Paco Salazar a los vecinos de Montellano. El Español

Dos Hermanas

El búnker del socialismo en Andalucía.

Este sitio es importante porque allí mandaba —y mucho— Quico Toscano: alcalde desde 1983, pope del PSOE sevillano y accionista mayoritario del sanchismo. Toscano fue quien financió las primarias de Pedro Sánchez contra Susana Díaz y quien acogió su primer acto. Como pago después de recuperar el partido, colocó en Madrid a Alfonso Rodríguez Gómez de Celis —actual vicepresidente del Congreso de los Diputados— en Madrid y acogió a Salazar bajo su ala.

En una misma semana de 2017, la de las primarias, Salazar pasó de ser un técnico municipal a secretario de Acción Electoral del PSOE. Un año después ya estaba en la Moncloa como Director de Análisis y Estudios del Gabinete de la Presidencia del Gobierno. Fontanero primero del Reino, urdidor del Partido y último hombre en pie del sanchismo original.

A partir de ahí, Salazar hizo carrera como sólo saben los que dominan el PSOE como un mapa del metro. En 2020, fue nombrado director del Hipódromo de Madrid, cargo de confianza, remunerado y sin exposición.

"No era muy conocido ni fuera ni en el interior del PSOE-A", refiere a este periódico una fuente que ha tenido cargos institucionales en la Junta de Andalucía bajo el mando socialista y también cargos orgánicos en la federación andaluza. "Era un tipo oscurito, oscurito", pero amigo de Toscano y Paco Rodríguez. El primero, el histórico alcalde e íntimo de Pedro Sánchez; el segundo, el actual. "Son ellos los que lo catapultan y lo meten en el Peugeot cuando pasa por allí".

A partir de entonces Salazar no hizo apenas vida en Andalucía. "Eso sí, en Madrid estaba mucho con Ábalos y Cerdán", apostilla la misma fuente consultada.

Paco Salazar y José Luis Ábalos, durante su etapa al frente de la Secretaría de Organización del PSOE.

"No puede volver"

18 de marzo de 2023. Es el día en el que el ya ex político socialista acudió a Montellano luego de muchos años para recibir una distinción por sus años de militancia en el PSOE. "Llegó en su coche, entró, estuvo en el acto y se marchó. Por aquí es que no puede volver".

—¿Por qué motivos?

—Por el dinero que recaudó para legalizar las parcelas rústicas que ahora están en la Urbanización El Pinto. El dinero nunca apareció. Voló. Si tú para regularizar tu parcela pones tus ahorros, o pides un préstamo, y luego no te la regularizan ni ves más el dinero, ¿eso cómo se llama?

Su nombre sigue provocando enfado. "Es que no puede venir porque las más de 200 familias que le dieron miles de euros le paran y le preguntan por el dinero y por la regularización que nunca llegó. Ni tomar una cerveza puede".

"Calculamos que recaudaron casi tres millones de euros. Y de un día para otro, Salazar desapareció, desmontaron la oficina de recaudación que habían montado y le dejó la Alcaldía en manos de Curro Gil". La oficina contó con el asesoramiento jurídico del despacho de abogados Bufete Tornay de Dos Hermanas.

Borrado

Ahora, en los pasillos de Ferraz, quienes trabajaron con él lo describen como un tipo astuto, discreto, culto, de esos que nunca levantan la voz pero se enteran de todo. Tenía dos virtudes que escasean desde que el partido se volvió presidencialista: lealtad ciega y sigilo absoluto. Jamás discutía una orden. Jamás pedía protagonismo. Entre los rivales ideológicos con los que todavía guarda amistad se le atribuye una frase que resume bien su perfil: "Te quiero mucho, pero quiero mucho más a mi presidente". Una forma elegante de decir: tú no importas. Pedro sí.

Y por eso su caída ha sido tan limpia. Tan silenciosa. Tan eficaz.

A Paco Salazar no lo han linchado. Lo han borrado, como se borra el nombre de un técnico en los créditos cuando cambia la productora. Nadie lo ha defendido, pero tampoco nadie ha querido apedrearlo. Se ha ido como siempre estuvo: sin foto, sin palabras y sin testigos.

En el PSOE nadie espera que vuelva. Pero quienes lo conocen de verdad saben que Paco Salazar no necesita un cargo para estar. Le basta con un despacho sin ventana y un móvil con batería. Es lo suyo: el arte de seguir mandando sin que figure en ninguna lista. Por ahora, todo el mundo finge que ha desaparecido. Pero si un día vuelve a sonar su nombre en alguna esquina del BOE, no se extrañe nadie. Sería la primera vez que resucita, pero no la primera vez que desaparece y lo dan por muerto antes de tiempo.