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La tenue melodía de Bobby Jean serpentea por este salón barroco atestado de cuadros centenarios, lamparitas de luces tenues, elegantes artesonados de madera, tapicerías de lino, terciopelo y seda, juegos de espejos, pilas de libros sobre el Renacimiento y los reyes de España y todo tipo de obras que combinan clasicismo y modernidad con exquisito gusto. El crujido de unos pasos sobre la madera de caoba anuncia la llegada de Cristina Carrillo de Albornoz y de su buen amigo Pascua Ortega, interiorista, anfitrión y maestro de ceremonias de este encuentro.

Bruce Springsteen ha dado paso al Bohemian Rhapsody de Queen y él, a modo de presentación y despedida, cierra los ojos y exclama: "'¡Escucha! Esta es mi canción favorita. Está llena de recuerdo, de sentimiento; siempre me hace llorar". Acto seguido, se desliza como un fantasma entre las estancias de la sala con un ejemplar de El País bajo el brazo. Carrillo de Albornoz se queda y sonríe. Viste una elegante blusa blanca abotonada que culmina en un collar de perlas, unos pantalones tweed y desprende un aroma a perfume afrutado. "Pascua reformó este palacio del siglo XIX. Es uno de los grandes genios del interiorismo en España".

Conducida siempre por el espíritu de goce eterno que despierta la belleza, la verdadera protagonista de esta aventura se acerca a una cristalera y empuja la puerta blanca que separa el cálido candor de la casa claustral de Ortega del azote invernal del descubierto patio interior. Afuera ya ha salido el sol, pero los azulejos anaranjados del suelo aún tienen el recuerdo de la lluvia del mediodía. "Ese árbol de ahí es una camelia, una de las pocas que sobreviven en Madrid", expresa la ilustrada exdiplomática y curadora de arte, quien esta misma semana ha presentado en el Palau Martorell de Barcelona la mayor exposición de Botero, mientras se dirige hacia una otomana tapizada en rojo sobre la que reposa un ejemplar de Madrid Chic.

Cristina Carrillo de Albornoz durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Nieves Díaz E. E.

Sostiene entre sus manos el libro, el noveno que ha editado para la editorial de lujo francesa Assouline. En ella, Carrillo de Albornoz homenajea la vitalidad del estilo de vida español y la energía, cada día renovada, de la capital. Todo ello a través de textos y fotografías de rincones emblemáticos, como el Palacio de Liria, el Museo del Prado o la Fundación Juan March. Amigos y conocidos –el duque de Alba, Carmen Thyssen, Elena Foster, Eugenia Martínez de Irujo, Esther Koplowitz, Begoña y Pedro Trapote, José Luis Martínez-Almeida, Quique Dacosta, Pedro Almodóvar o Rafael Moneo– son quienes ponen cara a esta colección de lugares.

"Almeida me relató su luna de miel en Bután. De pronto, en un sitio perdido, el taxista le reconoció y le dijo: '¡Viva el Real Madrid!'". La autora evoca una de las tantas anécdotas que recoge de madrileños, entre los que también se encuentran Xandra Falcó, Isabel Díaz Ayuso o Lorenzo Castillo. Madrid Chic es, en definitiva, un libro que honra el arte y el lujo y en el que late en el corazón de la capital. Y aunque insiste en decir que ella es "un low key profile", Carrillo de Albornoz se ha convertido, gracias a su contribución al arte, en la mejor embajadora del arte nacional en el mundo.

PREGUNTA.– Assouline. 105 € de libro. Una edición de lujo. ¿Cómo comienza esa aventura con la editorial y qué repercusión está teniendo Madrid Chic en el mundo?

RESPUESTA.– Corría el año 1995 cuando yo estaba en París y comenzaron a realizar las primeras tiradas de Assouline. Ellos [Prosper y Martine Assouline] siempre tuvieron vocación de crear libros bellísimos. Recuerdo que tenían una casa preciosa con una cocina francesa, fantástica, en la que comenzaron a imprimirlos. Lo primero que hice con ellos fue un libro sobre Balthus. Le siguieron otro de Calatrava, de Botero, del Ai Weiwei, de Borges, de Sorolla, y así hasta llegar a Madrid Chic. Hoy sus libros están en 72 naciones. Esta misma semana dos amigos, uno que vive en Pekín y otro en Moscú, me escribieron para decirme que se lo habían encontrado en sus países. La repercusión que está teniendo Madrid con este libro es extraordinaria, de auténtico best seller.

P.– El Madrid contemporáneo, el de Ayuso, el del Prado, el de la nueva Plaza de España y el soterramiento, el de las manifestaciones y los alquileres desproporcionados, el de la libertad y el lujo: ese Madrid es el protagonista de su libro. ¿Qué es Madrid para usted? ¿Cómo definiría su identidad?

R.– Todo en la historia es una sucesión de eventos que se van superponiendo y enriqueciendo. Desde las primeras murallas árabes del siglo IX hasta el Madrid de Felipe II o el de los Austrias. El Barrio de las Letras, el Rastro, el Prado, hasta la Plaza de Colón con la escultura de Jaume Plensa: todo ello crea una serie de capas que hace imposible definir la identidad de Madrid con un adjetivo. Vargas Llosa afirmaba que en Madrid se respira el perfume de la libertad. Los madrileños entienden bien esa palabra. Madrid es a la vez cosmopolita y provinciana, y ahí radica su encanto. Es una ciudad que vive un momento vibrante y seduce al mundo. Caminas por el Paseo del Prado y ves el CaixaForum, una antigua fábrica reconvertida en un centro de arte con jardines verticales. De lo antiguo sacamos lo nuevo. Esa capacidad de reinvención es única, y nuestro deseo de vivir intensamente es casi contagioso.

Cristina Carrillo de Albornoz durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Nieves Díaz E. E.

Detalle del libro 'Madrid Chic' de Assouline en manos de Cristina Carrillo de Albornoz. Nieves Díaz E. E.

P.– ¿Hasta qué punto logra preservar Madrid su legado cultural en un momento en el que las ciudades están perdiendo su identidad en favor de la globalización?

R.– Madrid es una ciudad de acogida. Todo el que llega es abrazado. Ese Madrid global continúa siendo intrínsecamente local, porque la cultura convive con la historia misma de la ciudad. Lope de Vega, Cervantes, Velázquez, Juan Villanueva: son regalos del cielo. Tenemos una de los mayores patrimonios culturales de Europa. Eso imprime nuestro carácter, que es incapaz de diluirse a pesar de la globalización.

P.– Dígame cinco lugares que, según usted, definan su espíritu.

R.– Daré más de cinco. La Plaza Mayor. La Plaza de Oriente. Las Ventas. La Fundación Juan March, que es donde empieza el Madrid contemporáneo. El Barrio de las Letras, cuna de la cultura del Siglo de Oro. Y el Prado, nuestro Prado, que junto con el Thyssen, el Reina Sofia y el Retiro, configuran El Pasaje de la Luz, Patrimonio Mundial de la Humanidad.

Nobleza y diplomacia en la ONU

Carrillo de Albornoz ostenta un apellido muy ligado a la historia de España. La entrevistada hojea las páginas de Madrid Chic mientras recuerda que su antepasado, el Duque de Montemar, José Carrillo de Albornoz y Montiel, recibió el título nobiliario y la Grandeza de España de manos de Felipe V tras ayudarle a derrotar a los austriacos en Nápoles y Sicilia y arrebatarles sus reinos. Gracias a Carrillo de Albornoz, se entronizó a Carlos de Borbón como rey de Nápoles.

"Mis antepasados también tuvieron el ducado de Bitonto, varios marquesados y hasta la propia reina Fabiola de Bélgica fue descendiente de una Carrillo de Albornoz [Blanca de Aragón]. Es un apellido ligado a las órdenes militares de caballería, muy ilustre, y aunque yo no tengo título, mi primo José Miguel es vizconde de Torrehidalgo". Él, por cierto, acaba de abrir una casa de subastas en Madrid, Magna Art Auctions

Cristina Carrillo de Albornoz durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Nieves Díaz E. E.

No obstante su sangre de aristócrata, Carrillo de Albornoz decidió centrar su vida en la diplomacia y el arte. Estudió Historia del Arte y Derecho e hizo un máster de Relaciones Internacionales para dedicarse a la carrera diplomática. Acabó trabajando para el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Ginebra. "Allí, entre otras tareas, colaboré para la realización anual del Informe de desarrollo humano, una suerte de termómetro del estado social del mundo. En España lo presentaba junto a Sampedro, Garrigues y Tamames. Ellos fueron mis padrinos".

Tras pasar unos años trabajando para la UNESCO, viajar por infinidad de países y conocer a artistas de primera división, el Museo Reina Sofía la invitó a una presentación institucional. "En el museo me confesaron que llevaban 20 años queriendo hacer algo sobre Balthus, pero que era un tipo muy complejo y de difícil acceso. Me quedé sorprendida, porque casualmente era muy amigo mío. Sólo había hecho 300 cuadros y todos estaban en manos privadas. Me dijeron que comisionara la exposición y él aceptó".

Gracias a una de esas inesperadas coincidencias del destino arrancó su carrera como comisaria de arte. Tenía 26 años cuando realizó su primera exposición sobre Balthus en el Museo Reina Sofia. Le siguió una sobre Botero y su donación en su Museo Botero de Bogotá. También trabajó 5 años con Manolo Blahnik Santiago Calatrava, "un arquitecto y un artista con una visión humanista". No faltan entre sus trabajos aquellos que realizó con Ai Weiwei o con el Nobel de Literatura Gao Xingjian.

Además de en el Museo Reina Sofía, Cristina Carrillo de Albornoz ha sido comisaria de arte en el Museo Hermitage de San Petersburgo, en la Nationalgalerie de Berlín, en la colección Berardo de Portugal y en la Fundación del Nobel de la Paz de Oslo, así como en el Centro Borges de Argentina. 

Cristina Carrillo de Albornoz durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Nieves Díaz E. E.

A esa trayectoria se le suma la organización de festivales de cine, lo cual le ha permitido codearse con Robert De Niro, Uma ThurmanWim WendersNikita MikhalkovIsabelle AdjaniSydney Pollack, del que dice fue un "hombre encantador", Milos Forman, "un tipo muy divertido" e incluso Woody Allen, "que es una persona sin filtros, inteligente, capaz de hablar de todo". Ha estado en contacto con los más grandes, desde Stuart Galbraith hasta el Duque de Edimburgo o el Aga Khan IV. Con una llamada, tiene a quien quera.

P.– Usted ha trabajado para la ONU y habla de crear utopías, pero parece que la geopolítica no para de ensombrecer el camino. ¿Cuál es su análisis, como exdiplomática, del mundo en el que vivimos?

R.– El mundo siempre ha estado sumido en una lucha entre ideales y realidades, y yo creo que las utopías son necesarias porque nos indican el camino. Aunque no se han alcanzado, no creo que estemos peor que en otras épocas. El peor siglo fue el XX con sus letales guerras mundiales. El problema es que damos dos pasos hacia adelante y tres hacia atrás. Una vez que logramos acercanos a la utopía, llega el dictador o el corrupto de turno. Tomemos el ejemplo de África. Un continente con potencial pero asaltado de corrupción. Cuando estaba en la ONU, hicimos un proyecto para hacer pozos de agua para la población. A los tres meses, cuando volvimos, los jefes locales controlaban el pozo y cobraban el acceso. Es un ejemplo extrapolable a otros lugares del mundo.

P.– ¿Dónde ponemos el foco? ¿Es culpa de una naturaleza humana corrupta o de los políticos?

R.– Atravesamos una época de transición y creo que el mundo va a una velocidad que no nos da tiempo a digerir. Quizás falta reflexión. Por otra parte, hay agentes nuevos, y figuras individuales con un poder inmenso, así como grandes filántropos como Bill Gates que están ayudando al mundo. Uno de los problemas prioritarios de la Humanidad consiste en atajar la corrupción endémica y la falta de liderazgo de nuestras instituciones y políticos. También falta una visión de solución de problemas globales con alianzas, lo que se traduce en lo que se ha venido a llamar 'crisis de multilateralismo'. Las alianzas son importantísimas y hay una falta de espíritu de cooperación.

P.– Esa desafección crea negacionismos, extremismos, individuos que cargan contra los organismos supranacionales. Trump y Milei, por ejemplo, se acaban de salir de la OMS, Estados Unidos ha desmantelado el USAID...

R.– Es muy complejo y es lamentable, porque estos organismos nos indican el camino. También es cierto que necesitan ciertas reformas y quizás acaban viendo que no son lo útiles y eficaces que deberían. En cualquier caso, no creo que sea una cuestión de ultraderechas o ultra izquierdas, sino de tener una visión de mejorar las cosas, comenzando por recuperar el espíritu de libertad y el sentido crítico.

Cristina Carrillo de Albornoz durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Nieves Díaz E. E.

P.– ¿Acaso no se siente libre?

R.–  Vivimos una época compleja dominada por lo políticamente correcto, por lo woke, y creo que hay miedo en expresarse. Nos imponen una única forma de pensar. Vargas Llosa, al que admiro, decía que la libertad es 'uno de los valores fundamentales del hombre'. Lo woke comenzó en Estados Unidos como un movimiento sano dando voz a los que no la tenían. Pero con el tiempo lo woke se volvió extremista e insoportable. En estos tiempos, si escapas de lo políticamente correcto, te tachan de todo. Te censuran. Sólo puedes decir lo que quieren que digas. Lo que nació de forma saludable hoy no tolera diferentes formas de pensar.

P.– Pienso en la censura de Karla Sofía Gascón por aquellos polémicos tuits.

R.– Es un caso tristísimo. Caer así, de pronto, con lo que le habrá costado ver reconocido su trabajo. Más allá del caso personal de esta actriz, lo cierto es que se abusa mucho de las redes sociales y de la necesidad casi obsesiva de expresar y mostrar todo. Falta calma, reflexión, un poco de pausa. A muchos actores se les pregunta por asuntos que no son su campo. Se penaliza y acusa constantemente y el caso de esta actriz es un ejemplo.

P.– Quiero preguntarle por Un beso en Tokio. Su novela. Allí explora otro ámbito de la vida: el de la búsqueda de la belleza. ¿Dónde cree que reside?

R.– La belleza está ligada directamente al arte. No sólo reside en la obra artística, sino en todo lo que nos rodea: las flores, los animales, en una sonrisa. El universo está lleno de belleza, pero la mitad de la misma la debe descubrir uno. Como decía Platón, alcanzarla es un objetivo complicado, pero debemos imponérnoslo. La belleza no es sólo misterio y placer, tampoco lo bonito; va más allá y equivale a la bondad, a la verdad. Es una fuerza que mueve el mundo, desde el principio de la Humanidad y las cuevas de Altamira hasta los griegos, Dante, Baudelaire o el cine de Sorrentino y La Gran Belleza. Es un misterio que trasciende, y cuando estás frente a ella, produce un maravilloso shock, un anhelo de descubrir más.

P.– La curiosidad como motor vital.

R.– Efectivamente, la curiosidad y el asombro son fuerzas poderosas y esenciales para vivir. Sin el interés de descubrir, el deseo de conocer y de profundizar en lo que ya sabes, es cómo si la vida pasase enfrente de uno sin mirarla. Si un día no he aprendido algo o no he profundizado lo suficiente en ello, es un día triste. Quizás debería ser la prioridad de un buen sistema educativo: imbuir el deseo de saber, de disfrutar sabiendo, de amar el conocimiento. ¡La vida es tan rica! Y, como vivimos una sola, mejor que no sea banal

Portada del libro 'Un beso en Tokio', escrito por Cristina Carrillo de Albornoz (editorial Hespérides).

P.– El libro nace, precisamente, de un encuentro con un arquitecto.

R.– La escritura de Un Beso en Tokio comienza cuando conozco a Tadao Ando, un hombre libre, fuera de convenciones, que ganó el premio Pritzker arquitectura sin estudios formales, universitarios. Tras un periplo estudiando de forma autodidacta los edificios más importantes del mundo, como el Panteón o las obras de Le Corbusier, vuelve Japón y monta un estudio. Así hizo la Iglesia de la Luz, una de las construcciones más sublimes del mundo. El personaje principal de la novela es un arquitecto inspirado en él, quien, en la cúspide de su carrera, decide en un momento de crisis dejarlo todo e ir por el mundo para visitar amigos y ver obras que jamás ha podido contemplar y reflexionar sobre las cuestiones esenciales de la vida. Es un libro que habla sobre la importancia la belleza en el mundo actual y la cultura de nuestra era, todo a través de la vista de un arquitecto, porque los arquitectos construyen con base a la luz. Es una metáfora, pues la búsqueda de la luz es la finalidad de la vida. Por supuesto, también reflexiona del amor imperfecto.

P.– ¿Qué es el amor imperfecto?

R.– La naturaleza del amor es bellamente imperfecta, compleja, incluso incomprensible. Sin embargo es una fuerza tan sublime que se ha idealizado; el amor, como decía Dante, mueve el sol y las estrellas. Pero a pesar de que sea la fuerza motora del mundo, hay que entender que no siempre es perfectamente maravilloso. El amor conlleva vida y sufrimiento.

P.– ¿Cuál es próximo proyecto?

R.– El pasado 13 de febrero inauguramos en el Palau Martorell de Barcelona una exposición de Botero. Un proyecto que he comisariado junto a Lina Botero, su hija, y que será la más grande retrospectiva jamás hecha sobre el autor. Yo trabajé con él 20 años.

P.– ¿Qué libro tiene entre manos?

R.– Ahora mismo estoy releyendo El Quijote, algunos versos de Borges y Ana Karenina. También he empezado un libro, Los nombres de Feliza, de Juan Gabriel Vázquez, y Cultura española en democracia, de Sergio Vila Sanjuán.

Cristina Carrillo de Albornoz durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Nieves Díaz E. E.

P.– Las películas más recientes que le hayan sorprendido.

R.– El rifle y el monje. La miniserie The Offer. Jeanne DuBarry. La idea de tenerte. Y las de Paolo Sorrentino, entre ellas Parthenope.

P.– Escribía J. F. Martel en su Vindicación del arte en la era del artificio que nos hemos adentrado en una era de banalización del arte, de puro artificio. ¿El arte ya no es lo que era?

R.– Siempre ha habido artificio. Recuerdo que Jean Cocteau quería trabajar con Diáguilev, y este siempre le decía que la gran premisa del arte era el concepto del 'sorpréndeme'. Pero llega un momento en la historia en el que se produce una ruptura. Duchamp le da la vuelta a un urinario y dice: 'Esto es arte'. Un artefacto ordinario elevado a arte. ¿Qué es el artificio? Quizás el plátano que pega Cattelan. Pero eso responde a una provocación. Es la premisa de Diáguilev: sorprende. Gracias a Dios, no todo el mundo es así. Yo me alarmo cuando sólo se busca trivializar y provocar, de crear para que te miren. No me interesan los provocadores. 

P.– ¿Y la mercantilización del arte?

R.– ¡El mercantilismo siempre ha existido! Miguel Ángel, sin el papado, jamás habrías existido. El artista no vive de las estrellas que le dan luz. No es una planta. Necesita vender su arte.

P.– ¿Y dónde quedan los límites de lo trivial?

R.– En un mundo donde el bombardeo constante de imágenes sustituye a la educación clásica, quizás haya que replantearse muchas cosas. El tiempo es sabio y selecciona con su paso qué es válido y qué no. El escándalo, el entretenimiento vacuo... Veremos qué queda de todo esto en el futuro. El arte siempre depende de la raíces y de la tradición de nuestra cultura. Sin raíces fuertes, sucumbe. Nuestra época se encuentra sumida en una dicotomía. Hay mucha creatividad e ilusión, pero también un 'todo vale'. El arte refleja y es testigo de la época que le toca vivir.