El ser humano ha escrito cánticos, poemas, elegías, novelas, tragedias y comedias sobre el amor. Han corrido ríos de tinta y lágrimas tratando de comprender en qué consistía ese pinchazo en el corazón y ese torbellino en las entrañas. ¿Cómo se puede alcanzar? ¿Por qué muchas veces no es correspondido? ¿Proviene de una fuerza espiritual suprema o quizás de un diabólico impulso terrenal? Erich Fromm escribió uno de los ensayos más famosos sobre el amor. Antonio Gala lo definió como entregar una mano a otras dos manos, olfatear una dorada nuca y sentir que otro cuerpo nos responde en silencio. Larra, dicen, se suicidó por culpa de una ruptura con su amante. Dios, reza la Biblia, también es Amor, en mayúscula.

Lo cierto es que tras miles de años de historia y literatura, el hombre y la mujer siguen sin entender qué es el amor. Hay quien lo considera pura química cerebral; otros creen que la única respuesta se encuentra en una suerte de dimensión espiritual. Sin embargo, a pesar de que la gran pregunta que acabó con Romeo y Julieta no pueda responderse con facilidad, Jordi Panyella se ha propuesto al menos acercarse a esa incógnita y tratar de esclarecer no tanto qué es el amor sino cómo se produce, cuál es la mejor forma de mantenerlo vivo y por qué muchas veces se le considera un fracaso que deriva en relaciones tóxicas que nos hacen desconfiar, recelar o incluso morir de él.

Con un tono divulgativo y ameno, Panyella, experto en desarrollo personal, ha propuesto acercar al público sus conocimientos sobre las relaciones de pareja y los comportamientos humanos durante el enamoramiento. Temas como el poliamor, la pornografía, la despolarización de las nuevas masculinidades y feminidades, u otros asuntos más complejos como la diferencia entre querer y amar, la pasión y el sexo, el cariño y el deseo y la imagen que la cultura nos ha impuesto del amor, constituyen el núcleo de su último libro, No me quieras tanto y ámame mejor: guía de las relaciones conscientes de pareja (Ed. Larousse).

Jordi Panyella en una imagen de archivo Imagen cedida

Pregunta.– ¿Por qué, después de tantos años de experiencia, libros, películas, series, guías y consejos aún no hemos aprendido sobre algo tan básico como el amor?

Respuesta.– Porque muchas veces no somos conscientes de cómo estamos amando. Lo que estamos haciendo es amar como nos han dicho que se debe amar. Pero entonces no es amor verdadero, sino amor romántico. Todo el mundo sabe amar por lo que ha visto en las películas o por lo que ha leído en las novelas. Seguimos esperando ese sueño, una vida idílica y genial que vivir con nuestra pareja, e intentamos hacer lo que nos dicen que se hace en una relación para conseguirlo. Pero muy pocas personas se han parado a pensar cómo lo harían si lo hicieran realmente a su manera, y llegados ahí es donde digo que queremos mucho pero amamos fatal. No lo hacemos como realmente queremos.

P.– ¿Cómo se nos ha dicho que debemos amar y en qué estamos equivocados?

R.– Hay dos ramas que nos han condicionado sobre cómo debemos amar. Una ha sido la asociación económica. Durante toda la historia de la humanidad el ser humano se ha casado para conseguir beneficios a nivel de territorios, de hijos o de cualquier otra cuestión. Después llegó la Iglesia y nos dijo que el amor era una cosa para toda la vida, hasta que la muerte nos separe, y que el adulterio nos llevaría al infierno. Esas son las referencias que tenemos para amar. Te dicen que tienes que conocer a alguien, que ese 'alguien' debe ser el amor de tu vida, que vas a tener que convivir con él o con ella, tener hijos y acabar tus últimos días cogido de la mano de esa persona. Y todo ello sin haber estado con nadie más, sin haberte sentido atraído por otro ser humano. Es totalmente irreal. Yo pienso que hay muchos 'amores de tu vida', no sólo uno.

P.– ¿Cómo podemos amar bien... o mejor?

R.– No existe un ideal general de cómo relacionarnos en pareja, pero hay algo común: que cada persona elija conscientemente la forma en la que quiere relacionarse con el otro. Para eso hace falta autoconocimiento, conocerse mejor a uno mismo y dejar de negar todas aquellas cosas que sentimos o pensamos. Cuando viene una persona a la consulta y me dice: 'Mi pareja no me trata de esta manera' o 'No me da esto otro', una de las primeras preguntas que suelo hacer es: '¿Tú te estás ofreciendo ese trato a ti mismo?'. Y se quedan con la boca abierta. Cámbiate por dentro para que después puedas transformar lo demás.

"Nos enamoramos de aquellas personas que nos recuerdan conflictos del pasado para poder actuar de una forma diferente a como lo hicimos de pequeños"

P.– ¿Cuáles son nuestras actitudes más limitantes? Esos miedos que nos hacen temer el compromiso.

R.– Que amar significa renunciar a cosas. Que juntarnos con alguien implica que dejemos de practicar comportamientos porque estarían mal vistos o prohibidos, como conocer a otra persona, quedar con mi ex o sentirme atraído por un tercero. O esa de que todos los hombres son infieles, que además está súper arraigada. También hay un miedo a que todas las relaciones acaben mal y, en tal caso, ¿para qué tenerla? Hay muchísimas creencias limitantes que nos marcan a la hora de tener una relación, y la mayoría vienen de lo que hemos visto de pequeños. Si nuestra madre dijo: 'Nunca te juntes con un hombre que no sea independiente económicamente', para ti será una bandera roja juntarte con alguien que no llega a fin de mes. Este tipo de discursos y 'órdenes del amor' recibidos desde pequeños, como el no relacionarse con personas de otras etnias, muy común hace años, se mantienen de adultos.

Relaciones tóxicas: ¿por qué?

Precisamente en No me quieras tanto y ámame mejor, el autor hace especial incidencia en las relaciones tóxicas y en cómo muchas de las razones por las que se dinamita la estabilidad de un vínculo de pareja provienen de traumas de la infancia. Jordi Panyella escribe sobre las señales que nos indican que estamos ante una relación inconsciente, sobre qué es la dependencia y de la importancia de nunca negociar con los límites emocionales para conseguir amor.

Por eso el autor sugiere que las heridas de abandono, de rechazo, de humillación, de traición o de injusticia derivan en comportamientos que, tras enquistarse en la persona durante la infancia, acaban degenerando a lo largo de la madurez en actitudes negativas llenas de toxicidad que, en casos extremos, pueden acabar en la ruptura prematura de la relación o, peor aún, en maltrato físico y psicológico. ¿Quién no conoce el caso de algún amigo o amiga al que todo el mundo le pide que deje de una vez a esa pareja tóxica que le hace la vida imposible? 

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P.– ¿Por qué se producen las relaciones tóxicas?

R.– Es un tema complicado, pero creo que la toxicidad viene de expectativas no cumplidas. Yo esperaba esto o tú esperabas esto otro, pero como niegas mis expectativas entonces desarrollo una aversión hacia la relación y me alejo, me pongo agresivo o te dejo de hablar. ¿De dónde viene esa toxicidad? De comportamientos aprendidos. De la infancia y de traumas en la adolescencia. Y estos serán cada vez peores en el futuro, porque estamos viviendo un cambio de sociedad muy heavy

P.– ¿Es precipitado decir que si hay toxicidad es porque las dos personas lo han buscado? ¿Se atraen los polos similares?

R.– Yo creo que nadie busca relaciones tóxicas. Mira, hay un concepto que se llama 'imago' o imagotipo, una imagen del amor ideal inconsciente que tenemos en nuestra mente. El imago es un prototipo perfecto de la persona de la que me tengo que enamorar. Esa imagen viene de cuando éramos pequeños y depende de cómo nos trataban mamá y papá, de cómo se trataban entre ellos o de cómo nos trataban las personas que nos cuidaban. Ahí nos hicimos una idea de cómo tenía que ser el amor. En esa edad es cuando desarrollamos los traumas de la infancia. Ahí nadie está libre de las heridas emocionales. Así que, de adultos, nos pasamos la vida atrayendo a ese tipo de personas que están en nuestra 'imago', en nuestra imagen inconsciente de la infancia. Y esas personas traen con ellas conflictos que van a llegar a nuestras relaciones.

Portada del libro 'No me quieras tanto y ámame mejor' Larousse

P.– ¿Pero eso es habitual? ¿Atraemos todos, independientemente de nuestros traumas, a esos 'imagos' aprendidos en la niñez?

R.– Si papá y mamá no eran nada cariñosos delante de mí, entonces yo buscaré una pareja que no sea cariñosa, pero en el fondo desearé que ella sí sea súper cariñosa. ¿Me sigues? Carl Jung hablaba de la imago y decía que nos pasábamos la vida atrayendo aquellas sombras que generamos en nuestra infancia para poder sanarlas. Inconscientemente nos enamoramos de aquellas personas que nos traen al presente conflictos del pasado para poder actuar de una forma diferente a como lo hicimos cuando éramos pequeños, porque entonces no teníamos opción de reaccionar de otra manera.

P.– Se suele decir que el enamoramiento dura 3 años y luego se esfuma. ¿Realmente es pura química o hay algo más?

R.– Si nos ceñimos a lo que podemos demostrar científicamente, el enamoramiento es una olla de hormonas impresionante que nos vuelve completamente locos, ciegos y sordos. Está destinada, a nivel bioquímico, a la procreación: dejarás de ver todo lo malo de la otra persona para terminar reproduciéndote. ¿Cuánto dura? Depende, pero tiene una fecha de caducidad de corto a medio plazo. Por mucho que el amor romántico nos trate de vender eso de que 'murieron viejecitos cogidos de la mano y se amaban como el primer día', debo decir que esa es una de las grandes mentiras del amor romántico.

"Estamos convirtiendo las relaciones de pareja en bienes de consumo"

P. ¿Qué pasa tras esos años de pasión efervescente? ¿Cómo podemos estar toda una vida junto a la misma persona?

R.– El enamoramiento es una etapa de la relación preciosa e importante para poder establecer un vínculo sano. Sin embargo, siempre me gusta recomendar no tomar decisiones drásticas durante esa fase. No decidas tener un hijo, irte a vivir o compartir una hipoteca con alguien de quien estás enamorado, porque luego puedes darte cuenta de que no es la persona ideal. Es mejor esperar un poco, dejar que las intensidades emocionales bajen, y entones tomar decisiones con cabeza. Una vez acaba el enamoramiento... el amor se convierte en la decisión consciente de estar con una persona. Cuando la fase de enamoramiento ha disminuido, estar con alguien es una decisión basada en mis propias experiencias. Es ahora cuando sé y decido, conscientemente, que quiero estar contigo.

P.– Muchos se preguntan si, a pesar del amor y la buena sintonía, se puede mantener la chispa del deseo a lo largo de los años.

R.– Pregunta complicada. La chispa está relacionada con la imaginación. Gran parte de la química en una relación de enamoramiento está basada en la imaginación, en todo lo que no sabemos de la otra persona y en todo aquello que nos imaginamos. La primera vez que me verá desnudo o desnuda, la primera vez que voy a tocar su cuerpo: hay una química basada en la imaginación, en el sueño, que conecta con nuestro nivel mental. Muchas parejas olvidan esta parte cuando llevan muchos años juntas, pero gran parte de la química se podría restaurar mediante la imaginación. ¿Cómo puedo añadir a esta relación sexual más química? Con algo de transgresión, hacerlo en un lugar prohibido, algo incluso que nos escandalice y nos haga preguntarnos, 'uf, ¿cómo vamos a hacer esto'?.

Pornografía: la falta de imaginación

Jordi Panyella asegura que parte de la falta de imaginación que padece nuestra sociedad es culpa de la pornografía. Hacer scroll durante horas buscando vídeos que estimulen realmente nuestras pasiones más bajas ofrece un exceso de estímulos. "En una relación de pareja estable, monógama, esto no lo tenemos porque el estímulo siempre es el mismo". Por eso, asegura el 'doctor del amor', la química se debilita si "una persona ve pornografía constantemente, ya que mata imaginación: te dice qué pensar y se desactiva la parte creativa".

El problema, sugiere el experto, es que muchos adolescentes aprenden sexualidad a través de los vídeos de internet y luego pretenden llevar eso a la realidad, creando relaciones ficticias y disfuncionales que no son nada naturales. Según el informe (Des)información sexual: pornografía y adolescencia de Save the Children publicado en 2022, al menos el 70% de los adolescentes ha consumido pornografía en el último mes. El texto también sugiere que los 12 años es la edad aproximada en la que los niños suelen empezar a acceder a este tipo de contenidos.

P.– ¿Somos cada vez más infieles?

R.– En las últimas encuestas, entre un 40% y un 50% de las personas confesaban estar siendo infieles en sus relaciones. Ese número es posible que sea mucho más alto, porque hay gente no lo reconoce públicamente por vergüenza. La razón de esa cifra tan alta, creo, es que estamos intentando imponernos modelos de relaciones que no hemos elegido conscientemente.

P.– ¿Podemos prevenir una infidelidad? ¿Qué hay que hacer si sospechamos de que nuestra pareja está con otra persona?

R.– No podemos hacer nada para evitar que nuestra pareja nos sea infiel, pero lo que sí podemos hacer es evitarlo nosotros. Tanto el amor como la infidelidad son decisiones personales, no casualidades. La infidelidad es un hecho premeditado, igual que amar. Una comunicación sincera donde no haya prohibiciones –ya que lo prohibido incita– ayuda a que no se produzcan infidelidades. Si tú puedes ser tú mismo, sincero, no tienes limitaciones ni prohibiciones, evidentemente quieres seguir con esa persona y cuidar el vínculo. El problema es que la mayoría de rupturas llegan por fallos en la comunicación, por malentendidos o por no haber dicho las cosas en su debido momento.

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P.– Las estadísticas de rupturas y divorcios parecen indicar que en Occidente tenemos cada vez más miedo al compromiso. ¿Por qué?

R.– Es algo que está creciendo en los jóvenes debido a la sociedad consumista en la que vivimos. Quiero tener eso, y lo quiero ya, deprisa, el último modelo, lo mejor, y no estoy dispuesto a cuidarlo ni mantenerlo. Estamos convirtiendo las relaciones de pareja en bienes de consumo. Y es terrible, porque somos personas. Y luego tenemos el problema de la llegada de las apps para ligar u otras redes sociales, que están poniendo al alcance de todo el mundo la posibilidad de conocer a muchísimas personas desde casa. Junta convertir la relación en un producto de consumo con la sensación de que hay muchas posibles parejas en caso de que algo falle.

P.– En tu libro hablas de un nuevo término que no habíamos escuchado nunca: 'despolarización'. ¿En qué consiste?

R.– Es un tema complicado y delicado porque está relacionado con el debate sobre el género. Yo considero que cada persona tiene una energía masculina y otra femenina, independientemente de si es hombre o es mujer. Por norma general, un hombre tiende a ser más masculino, y una mujer suele tener una polaridad femenina, pero con todo lo que está pasando últimamente con los debates de género, las personas, para sentirse más aceptadas, sienten que deben despolarizarse, neutralizar su sexualidad. Hay muchos hombres que se sienten mal o tienen miedo de sentirse masculinos (y me refiero a la energía masculina, no a la masculinidad tóxica), y entonces reducen su masculinidad para sentirse más aceptados o para parecer más respetuosos con las nuevas formas de pensamiento.

P.– Hoy hemos visto el caso del colegio mayor que gritaba a sus compañeras eso de 'putas, salid de vuestras madrigueras'. ¿Estamos viviendo un auge de la masculinidad tóxica?

R.– La masculinidad tóxica es la que ha dejado al mundo tal y como está. Estamos cerca de una posible tercera guerra mundial porque existen masculinidades tóxicas enfrentándose por un trozo de tierra. Deberíamos dejar de ser tan animales y empezar a ser seres conscientes, ya sean masculinos o femeninos. Yo creo que el mundo necesita un liderazgo femenino consciente, pero que no a una mujer masculinizada ni despolarizada hacia la masculinización, sino un mundo de energía femenina, de sanación, de recuperación y de nutrición. Eso necesita la Tierra, que ya ha sido dominada por energías masculinas, muchas tóxicas, durante demasiado tiempo.

P.– La eterna pregunta: ¿qué es el amor?

R.– Yo creo que los seres humanos somos seres relacionales. Nos necesitamos siempre los unos a los otros para poder sobrevivir. El amor, entonces, es el vínculo emocional, algo que nos conecta a unos y otros no sólo desde la superficialidad, sino desde partes intensas y mucho más profundas, a nivel emocional, físico y mental, más allá de la química. Entiendo el amor como una decisión consciente de pasar el tiempo, o un tiempo de nuestra vida, con otra persona.