El Centro Comercial Tesco, a las afueras de Przemysl (Polonia), es uno de los ejemplos más flagrantes del descontrol que están viviendo los campos de refugiados ubicados cerca de la frontera ucraniana. “Las autoridades polacas no quieren tomar partido en la gestión porque, si lo hicieran, tendrían miles de personas enquistadas en su territorio”, declara Ivan Esteve, ex trabajador de instituciones europeas y actual voluntario en el centro, situado a apenas 14 kilómetros de uno de los pasos fronterizos más concurridos de la frontera ucraniana.

La supuesta gestión ejemplar de los refugiados por parte del aliado más oriental de la OTAN parece que empieza a tambalearse de forma seria por primera vez desde el estallido de la invasión rusa. A las denuncias de la Comisión Europea diez días atrás en las que se alertaba de “los riesgos de que los menores refugiados que abandonan Ucrania puedan caer en manos de mafias de trata de personas” e instaba a reforzar la seguridad “urgentemente”, se suman las primeras denuncias oficiales de mujeres que han intentado ser extorsionadas y la desaparición de un niño en la frontera de Medyka.

“Lo que está claro es que se debe reforzar la seguridad del centro. Cuando llega alguien que se ofrece como voluntario, se le piden los datos personales y se registran. Pero no se contrastan con ninguna base de datos de antecedentes penales oficial”, explica Clara Arnal, de la Fundación Juntos por la Vida. Y es que, hasta el momento, las autoridades policiales polacas no han regulado la entrada y salida oficial de personas a los principales campos de refugiados. Lo mismo que ocurre con los voluntarios, que llegan de todas las partes del mundo y pueden alistarse y empezar a trabajar en los centros de inmediato. “Ya ha habido dos identificaciones de supuestos voluntarios que tenían antecedentes delictivos. Pero se han realizado por parte de otros de los voluntarios y de una periodista, no porque haya intervenido ninguna autoridad policial”, explica Arnal a EL ESPAÑOL.

Este contexto pone en situación de riesgo extremo a todos aquellos niños y niñas que cruzan la frontera, especialmente los que lo hacen sin tutores legales o acompañados por alguna persona adulta. Según la portavoz de United Sikhs (una ONG dedicada a la ayuda humanitaria y afiliada a las Naciones Unidas), Kamneev Rai, “existe un gran número de personas peligrosas que se acercan a las zonas fronterizas y se llevan documentación de forma ilícita”. Rai también cuenta que “ha habido decenas de secuestros” y que incluso han presenciado en la frontera de Medyka como “detenían a dos hombres que estaban intentando traficar con mujeres allí mismo”.

Desde Juntos por la Vida, la ONG que ha fletado más autobuses con refugiados hacia territorio español desde que empezó el conflicto, hace tiempo que le piden a las autoridades del Estado una solución en este sentido. “Creemos que una personas de los cuerpos de seguridad españoles que pueda garantizar un filtro con garantías de las personas voluntarias que llegan hasta aquí es indispensable”, sostiene Arnal, que llegó a Polonia a los pocos días del estallido del conflicto.

Uno de los problemas más importantes de la gestión de todas las personas que cruzan la frontera es que todavía no existe ninguna autoridad oficial que esté realizando una trazabilidad de todas ellas. “Aquí no hay ningún tipo de representación institucional. Ni de los Estados miembros ni de la propia Unión Europea. De hecho, ni siquiera el gobierno polaco está tomando partido para garantizar la seguridad de todas estas personas. El sistema de recepción, traslado y seguimiento está gestionado de forma íntegra por scouts y personas voluntarias”, explica Esteve, que ha trabajado durante varios años en diversas instituciones europeas y actualmente se encuentra en Przemysl.

Dos millones en Ucrania

De los casi 3,4 millones de personas que han abandonado territorio ucraniano, Polonia acoge en estos momentos más de 2 millones, según los datos oficiales publicados por ACNUR durante este fin de semana. Si se tienen en cuenta también los desplazados internos, la cifra total se eleva hasta los 10 millones de personas. Esto podría acabar provocando una crisis migratoria sin precedentes en el continente si finalmente todas estas personas acaban abandonando el país. “Al gobierno Polaco le interesa que todo el sistema de acogida y traslado de refugiados esté gestionado por ONG, fundaciones y voluntarios. De este modo, no tiene grandes campos de refugiados como ocurre en Grecia e Italia”, indica Esteve.

La mayoría de las personas que cruzan la frontera piensan que la situación de abandono del hogar será transitoria y que podrán volver en un futuro cercano. “Si Polonia organizara campos de acogida de forma oficial en la frontera acabarían llenándose de gente. Muchos no quieren alejarse demasiado de Polonia ya que pretenden volver de un momento a otro”, dice Esteve, quien afirma que “mientras siga habiendo autobuses y transportes que desplacen a la gente lejos de la frontera, las autoridades nacionales no tomarán partido”.

El voluntario también destaca que hasta los almacenes y stocks de medicinas “están gestionados por los scouts de Polonia, que son chicos y chicas muy jóvenes, y por voluntarios de los que no existe un cotejo oficial de antecedentes”. Según cuenta, una posible solución a esta situación pasaría por la intervención de agencias europeas como Frontex (Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas) en ámbitos como la trazabilidad y el registro de personas que cruzan la frontera, y la Dirección General de Protección Civil y Ayuda Humanitaria de la Comisión Europea para asumir la gestión de los campos. “Ya se están empezando a detectar los primeros problemas de salud en las personas que están en los centros de acogida y las condiciones de salubridad empeoran cada vez más. Además, no hay ninguna coordinación entre los distintos campos del país”, concluye.

Aunque sí que se tienen datos oficiales de todas las personas que pisan territorio polaco provenientes de Ucrania, no se implementa ningún otro mecanismo de trazabilidad una vez se registran en los checkpoints. Se calcula que por la estación de tren de Przemyśl circulan más de 20.000 desplazados de forma periódica, 5.000 de los cuales acaban yendo al Centro Comercial Tesco. De todos ellos, 2.500 abandonan la ciudad hacia otras ciudades del interior de Polonia o del continente europeo, y entre 1.200 y 1.800 pasan de 24 a 72 horas en el campo de acogida, según afirma Esteve. “Estos datos demuestran que el volúmen de gente que se refugia en los campos durante más tiempo de lo previsto es cada vez mayor. Los centros pueden verse completamente sobrepasados en cuestión de días”.