San Martín de Valdeiglesias

Parecía el día de verano perfecto para salir a navegar. Clara, de nueve años, se subió a la lancha de su familia con otros niños. Su tía estaba a los mandos. Después de pasar la tarde juntos, de jugar y chapotear en las plácidas aguas del pantano de San Juan (San Martín de Valdeiglesias, Madrid) fue hora de regresar al amarre. Pero algo salió mal. La tía se dio la vuelta y vio que Clara no estaba: se había precipitado al agua desde la plataforma de madera trasera de la embarcación y se esfumó. No hay ni rastro de ella y, más de 24 horas después, los peores presagios son cada vez más reales: no se espera encontrarla con vida.

Los hechos sucedieron cerca de las 18:30 del martes, momento en que la tía, al darse cuenta de que su sobrina no estaba a bordo, llamó a los servicios de emergencia. La llamada se produjo a 50 metros de distancia del pantalán del Club Náutico Ciudad San Ramón, el embarcadero privado de la urbanización con el mismo nombre. Pero se desconoce exactamente en qué punto Clara cayó al agua. Pudo haber sido a una distancia mayor de los amarres, en un lugar más lejano que donde su tía se dio cuenta de que ya no estaba.

Por qué desapareció todavía es una incógnita que no se resolverá hasta que se recupere el cadáver y se le pueda practicar la autopsia que determine en qué circunstancias se produjo el incidente. Clara pudo haberse golpeado con la lancha antes de caer o quedarse inconsciente presa del pánico al precipitarse al agua, lo cual habría provocado que se ahogase sin poder reaccionar. Al igual que los demás niños, Clara no llevaba chaleco salvavidas ni arnés de sujeción.

El operativo de búsqueda en una de las orillas del pantano de San Juan (Madrid) Emergencias 112

Operativo de búsqueda

Los demás niños, o no vieron caer a Clara o no han sabido dar informaciones precisas al operativo de búsqueda, lo cual ha dificultado las cosas. Los primeros en echarse al agua en la tarde del martes fueron miembros del personal de Cruz Roja que trabajan en el pantano de San Juan en labores de socorrismo. Todos los veranos es habitual que se produzcan pequeños incidentes como cortes de digestión en este pantano, sobre todo, en personas que vienen a pasar el día. Los accidentes entre los residentes como el caso de Clara y su familia son mínimos, según han indicado fuentes del operativo a EL ESPAÑOL.

Al saltar la alarma, los socorristas de la Cruz Roja bucearon a pulmón para tratar de encontrar a la pequeña. Pero las aguas pantanosas tienen una escasa o nula visibilidad. A partir de los 1,5 metros de profundidad, la oscuridad es total. La mezcla de lodo y sedimentos del lecho del pantano hacen que ver debajo del agua sea casi imposible. Se presume, además, que Clara podría haber caído en una zona donde el fondo está entre los 15 y 20 metros de profundidad.

Tras los primeros intentos de la Cruz Roja, se incorporaron al operativo de búsqueda una treintena de agentes de la Guardia Civil, entre los cuales había, en la tarde del miércoles, nueve buzos del los Grupos Especiales de Actividades Subacuáticas (GEAS), pertenecientes a dos equipos de esta unidad con base en Logroño. 

Los submarinistas del instituto armado trabajan en turnos y de forma continuada con focos debajo del agua que usan incluso de día y, según fuentes de la investigación, lo harán “hasta que el cuerpo no les dé más de sí”. El martes bucearon hasta la media noche y el miércoles, hasta bien entrada la madrugada. 

Los buzos cuentan también con la ayuda de dos sónar prestados por vecinos de la urbanización. Son aparatos que se usan habitualmente para pescar y que trazan el relieve del fondo del pantano. Al tratarse de un lecho plano, cualquier irregularidad que los robots detecten en la topografía podría tratarse del cuerpo de Clara, a quien no se espera encontrar con vida. 

“Lamentablemente, estamos buscando un cadáver. No hay muchas más posibilidades”, dijo a este periódico, por su parte, un miembro de los Bomberos de la Comunidad de Madrid desplegado en el pantano. Ellos también forman parte del operativo. Junto a los socorristas de Cruz Roja, son entre 15 y 30. Su labor se centra en la búsqueda desde la superfície con dos embarcaciones, esperando ver una “mano” o una “cara” que les indique que el cuerpo está ahí. También cuentan con cinco drones que dan imágenes aéreas del agua constantemente, de momento, sin éxito. La labor de los bomberos, además, está limitada a las horas de sol.

En total, con la Guardia Civil y los agentes forestales que peinan los márgenes del pantano por si el cuerpo fuera devuelto por el agua, unos 70 especialistas buscan el cuerpo de la pequeña.

Al desconocerse en qué punto Clara cayó, la zona de búsqueda se extiende en una longitud de 600 metros lineales con el centro en el lugar desde donde se hizo la llamada de alarma. El perímetro se ha ido ampliando ante la falta de resultados. Según ha informado el portavoz del Centro de Emergencias 112 de la Comunidad de Madrid, Javier Chivite, se están estableciendo cuadrantes de búsqueda como sucedió con la desaparición de la campeona de esquí Blanca Fernández Ochoa. 

También cabe la posibilidad, como barajan los bomberos, que transcurridas entre 48 y 72 horas, los gases generados en el cadáver lo saquen a flote.

Familia “entera”

El principal objetivo de encontrar el cuerpo de Clara es dar paz a una familia abatida, pero que está “entera”, según informaron fuentes de Emergencias. “Están enteros, dentro de lo que cabe, asumiendo y aceptando lo que ha sucedido”, dijeron las mismas fuentes. Desde la misma tarde del martes, y ya temiendo lo peor, se desplazaron hasta la urbanización de Ciudad San Ramón un equipo de psicólogos del servicio Summa 112 de la Comunidad de Madrid para dar apoyo a los familiares, que siguen ahí.

La familia de Clara es propietaria de un chalet en esta urbanización a 60 kilómetros de Madrid. Se trata de un enorme complejo residencial que se extiende hasta dos kilómetros desde las aguas del pantano de San Juan hasta las dos garitas de entrada tierra adentro. Las casas -la mayoría de gran tamaño y con piscina- se esparcen en medio de un bosque. 

La urbanización cuenta también con su propio club náutico, donde amarran una cincuentena embarcaciones entre veleros y motoras de tamaño medio y pequeño. Fue desde ahí de donde partió el barco desde el que Clara cayó. Según fuentes policiales, se trata de una lancha de tamaño mediano y con una potencia de las mismas características. Por el momento, las mismas fuentes descartan que fuese a gran velocidad en el momento de los hechos.

En la urbanización viven personas de una decena de nacionalidades, como indican las banderas en una de las barreras de entrada. La mayoría de casas son segundas residencias de personas que viven en Madrid. El acceso está restringido excepto a residentes, invitados de estos, socios del club náutico y trabajadores, además de los miembros del operativo. La entrada y salida de vehículos era constante en la tarde del miércoles, formando un trajín poco habitual en el vecindario.

Los vecinos, conmocionados aún por el suceso, se han volcado con la búsqueda. Según informó la Guardia Civil, además de los dos sónar que han prestado, también se han ofrecido a dejar sus embarcaciones y todo tipo de medios al operativo. El jueves, la Benemérita espera incorporar nuevos medios técnicos para poner fin a las difíciles horas que atraviesa la familia de Clara.

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