Murcia

Cuando Paula se enfadaba con Ayo (Eduardo Fermín Garvalena) el asunto se resolvía rápido porque el comandante de la Academia General del Aire, espontáneamente, y con una sonrisa traviesa, le soltaba un: "Te perdono". Y su mujer rompía a reír. "Era imposible enfadarse con Ayo, era una persona optimista, cariñosa, leal, honesta y nunca abandonaba a un amigo". La luz que irradiaba la personalidad del Solo de la Patrulla Águila no se apagó cuando falleció y no lo hará nunca porque esa actitud ante la vida ha inspirado la creación de una asociación con fines solidarios: La Estela de Ayo.

"Este proyecto nos hace estar cerca de él, era una persona muy especial y no voy a permitir que nadie se olvide de Ayo", subraya con determinación Paula, en una videollamada a tres bandas con EL ESPAÑOL, en la que también participa su suegro, el otrora coronel del Ejército del Aire, Eduardo Garvalena. "La principal virtud de mi hijo era su capacidad para hacer y mantener amigos desde el colegio".

Tal virtud no ha sido olvidada por las amistades del Solo de la Patrulla Águila que perdió la vida con 38 años, un funesto 27 de febrero de 2020, cuando se estrelló su caza C-101 cerca de isla Grosa. La mejor prueba de que Ayo sigue presente en la memoria de la Base Aérea de San Javier es la llamada que Paula recibió un 10 de noviembre. "Me llamó Francisco Navarro porque quería continuar el proyecto solidario de mi marido en el Colegio Nuestra Señora de Loreto y le quería poner su nombre".

Ahí comenzó a gestarse la asociación sin ánimo de lucro: La Estela de Ayo. Una iniciativa que pretende promover los valores humanos que el comandante Eduardo Fermín Garvalena Crespo puso en práctica en sus misiones internacionales en África y Lituania. "Cuando Ayo estuvo cuatro meses y medio en Yibuti, en el año 2018, las niñas lo pasaron mal porque era un padrazo y no entendían que estuviese allí".

Para darle la vuelta al panorama que había en casa tras su marcha y que sus niñas comprendiesen la dimensión de su trabajo, este avezado aviador -con más de 2.000 horas de vuelo- implicó desde Yibuti a su esposa y a sus hijas para recoger material escolar, ropa y juguetes en el Colegio de Nuestra Señora de Loreto de Santiago de la Ribera. El objetivo: enviarlo a niños de un orfanato de la ciudad africana donde estaba de misión. "Era imposible decirle que no a nada: su entusiasmo te convencía".

El comandante Ayo Garvalena, en 2018, durante una misión en Yibuti. Cedida

De forma que Paula, presa de aquel espíritu, cuando recibió la llamada de Francisco Navarro, no solo no dudó en autorizarle a recoger el testigo del proyecto de su difunto esposo, sino que algo prendió en su interior para darle una dimensión mayor a esa iniciativa de 2018. De aquel telefonazo pasó a organizar una comida con el presidente de la Fundación Sepla-Ayuda, conocido como Titón, y esta mujer que es un torrente de personalidad lo tuvo claro: "Nos pusimos en marcha para recoger cajas de ropa para Yibuti". Pero la cosa se fue de madre: sumaron 2 toneladas.

La Estela de Ayo había nacido. "El mérito de la asociación es de Paula", resalta con las mismas dosis de cariño y orgullo su suegro, Eduardo Garvalena. "Estamos dando pasos de gigante", afirma el que antaño fue coronel del Ejército del Aire y que a sus 66 años ha aparcado su jubilación para embarcarse en una nueva misión que gira en torno a la solidaridad, el compromiso y la ayuda que su hijo prestó a comunidades desfavorecidas con su destacamento militar: "En este proyecto nuestro objetivo prioritario es ayudar a la infancia en Yibuti, Lituania y España".

Montaña rusa de emociones

La familia vive en una montaña rusa de emociones, a veces, felizmente arriba, y otras, cuesta abajo en el vagón de la tristeza, desde que les dejó el comandante Ayo Garvalena. La creación de esta asociación ayuda a combatir la ausencia de un tipo genial que dejó su impronta por donde pasó. De otra forma no se entiende el éxito que tuvo la primera recogida organizada por la asociación y a la que se sumó el Colegio Menor Nuestra Señora de Loreto de Madrid donde Ayo cursó Secundaria.

"Cuando Ayo iba a terminar el instituto ya dijo que quería ingresar en el Ejército del Aire por vocación y porque lo vivió de cerca: es el único de mis cuatro hijos que hizo carrera militar", recuerda el reputado mando sobre los inicios del comandante Eduardo Fermín Garvalena Crespo. "Como aviador sus principales virtudes eran el valor y la disciplina".

En el Estado Mayor de la Defensa no olvidan esas cualidades y en diciembre de 2020 ayudaron a que llegasen a Yibuti las dos toneladas de ropa, comida y productos higiénicos, que la asociacion recogió en el Colegio Menor Nuestra Señora de Loreto de Madrid, con la especial implicación de su director, Carlos Coria. "En los medios aéreos del Ministerio de Defensa había hueco y ayudaron a enviar los donativos a Cáritas, al colegio Horn of África y a la guardería de Daryel", agradece Eduardo Garvalena, tesorero -y lo que haga falta- en la asociación en memoria de su hijo.

Eduardo y Paula están unidos para siempre por el legado de Ayo: tres soletes llamados Candela, Olivia y Berta, de 10, 8 y 4 años, respectivamente. Las niñas han lidiado con la terrible situación de perder a su padre, lo que supuso un efecto dominó en la vida familiar que disfrutaban en el municipio murciano de San Javier donde se levanta la Academia General del Aire. "Desde junio de 2020 vivimos en Madrid. Cambiamos de casa y de ciudad para empezar de cero, para que mis hijas entendiesen que no es un cambio a peor, sino que hay que seguir viviendo".

El cambio incluyó seguir sus estudios en las aulas por las que pasó su padre en el madrileño Colegio Menor Nuestra Señora de Loreto. Las pequeñas siguen la estela de su padre, aquel estudiante que era un futbolero empedernido y aficionado del Real Madrid hasta la médula.

'Cuatro cartas para ti'

Candela, Olivia y Berta también han puesto su granito de arena en la próxima iniciativa de la asociación: cada una firma un relato del libro 'Cuatro cartas para ti'. Otro relato lo ha escrito su madre. Cada página es una catarsis emocional para sus escritoras noveles. Valga como botón de muestra alguna de las líneas que han escrito sus hijas y que Paula lee durante la videollamada: 'Mamá dice, que en la vida tiene que haber de todo, a veces tenemos que ponernos muy tristes para reirnos con más fuerza (...)'. Y en esas están, en sonreír a diario como le gustaba a Ayo.

Las hijas y sobrinas del comandante Ayo Garvalena en una exhibición de la Patrulla Águila. Cedida

La estela vital que dejó su marido entre las personas que le conocieron ha sido clave para alumbrar esta publicación. "La idea me la dio Laura Riñón, que fue la canguro de Ayo, y que actualmente es escritora y tiene la librería Amapolas en octubre", apunta Paula. "El libro, ilustrado por Ana Sánchez Gallego, se pondrá a la venta en el mes de septiembre y el dinero que se recaude se destinará a niños desfavorecidos".

La asociación lleva pocos meses funcionando -sus estatutos se firmaron el día del aniversario de la muerte del Solo de la Patrulla Águila- y su progresión es prometedora. Pero necesitan que más patrocionadores y voluntarios se 'alisten' a la última misión solidaria emprendida por el comandante: info@laesteladeayo.org

"El 4 de julio enviaremos a la ciudad lituana de Siauliai: 540 kilos de carritos, ropa y juguetes para bebés". Lituania fue otro de los destinos del comandante Garvalena donde aprovechó para ayudar a niños de un orfanato. En su brillante hoja de servicios también se jugó el tipo en la ‘Operación Atalanta’: una misión de la Unión Europea cuyo objetivo es luchar contra la piratería en el Cuerno de África.

15 años juntos

Paula habría sido capaz de ir hasta allí y al fin del mundo junto al hombre con el que compartió quince años de su vida. "He seguido a Ayo a todos los sitios". Desde que a los 20 años conoció a ese aviador apuesto, de 24, que le dijo 'no me sonrías así que me enamoro', en los segundos que un caza tarda en surcar el cielo estaban prendados el uno del otro, apenas habían empezado a salir cuando decidieron vivir juntos y casi sin parpadear se casaron, tuvieron tres hijas tan bellas como el alma de su padre, soportaron la distancia de las misiones, los inconvenientes de los cambios de destino, ayudaron a gente desfavorecida... "Éramos un buen equipo".

- Paula, ¿qué supone para usted la asociación La Estela de Ayo?

- Este proyecto para mí es como un cuarto hijo porque es el legado del padre de mis hijas, quiero que vean quién era y que cuando sean mayores sigan trabajando con la asociación. Esto lo hago por ellas y por Ayo. Me hace levantarme y seguir adelante. Seguimos siendo afortunadas a pesar de la tristeza y lo injusto de lo que ha pasado.

- ¿Qué opinan Candela, Olivia y Berta de esta iniciativa?

Ellas están orgullosas porque están viendo que toda la familia se está implicando. Por poner un ejemplo: su tío está haciendo de 'community manager' para mover las redes sociales de la asociación. Todos estamos trabajando unidos por el amor que tenemos hacia su padre.

La respuesta genera unos segundos de silencio en la videollamada: emoción contenida en las miradas de Paula y su suegro, Eduardo. Desde Asturias pasando por Madrid hasta la Región de Murcia, familiares y amigos del Solo de la Patrulla Águila están aportando algo a la asociación. Ejemplo de ello es Esperanza Meseguer, profesora del Colegio Nuestra Señora de Loreto de San Javier, que ha ayudado en la última campaña organizada para recoger material para curas con destino a Yibuti: una ciudad africana donde la pobreza asola al 94% de su población.

Berta, la pequeña de la casa, subida en una de las cajas con material recogido por La Estela de Ayo. Cedida

"Estamos pendientes de una autorización de la Agencia Española de Medicamentos para enviar a Yibuti, el 5 de julio, un total de 600 kilos de materiales para curas, como vendas, gasas, betadine, y medicinas donadas por el Colegio de Farmacéuticos de Extremadura que ayudarán a niños que vienen de países en guerra", detalla con precisión miliciana Eduardo Garvalena. "Ayo siempre tenía seguridad de que todo saldría bien", apostilla Paula con ternura. "Parece que está ahí, conmigo, tirando del carro".

Y desde luego que lo parece porque el Colegio Ciudad del Aire de Alcalá de Henares donde estudió Primaria y correteó en su infancia les acaba de donar cien pupitres, mesas de profesores y varias pizarras. "Tenemos mobiliario para cuatro clases enteras que vamos a donar a cualquier centro educativo español que contacte con nosotros", anuncia motivada esta madre treintañera, que se estrena en el activismo asociacionista, y que está terminando la carrera de Psicología para convertirse en orientadora de un centro educativo.

La Estela de Ayo está surcando todo el país. Hasta el Ayuntamiento de Alcalá de Henares colaborará en la organización de una carrera solidaria, diseñada por la asociación para el mes de noviembre y que saldrá desde la zona deportiva que se ejecuta en el Barrio de la Ciudad del Aire en homenaje al Comandante Ayo Garvalena. Allí habrá un C-101: el avión del que fue Solo de la Patrulla Águila, el Punto 5, el aviador que realizaba piruetas de ciencia ficción que rozaban lo imposible.

Paula Maldonado, Ana Crespo, Eduardo Garvalena, el pater don Alfonso, Juan Bengoechea, Arturo Arribas... trabajan a diario para llevar a buen puerto el mensaje que preside la web de esta asociación sin ánimo de lucro:

'Ayo nos dejó la misión de creer en la humanidad, en el bien y en la convivencia entre los pueblos. Paula y su familia hoy son los herederos de su estela de solidaridad'.

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