Níjar (Almería)

Hablar de barrio es una exageración. Walili es el asentamiento chabolista más poblado de Níjar, el pueblo más pobre de España, según el último informe (Indicadores Urbanos 2021) del Instituto Nacional de Estadística (INE). En realidad es casi una ciudad. Más de 800 personas viven hacinadas y sin más espacio que los cinco metros cuadrados que aproximadamente tienen las casas construidas con palés de madera y plásticos.

En todo el municipio viven cerca de 32.000 personas. Su renta media neta por habitante es de 7.307 euros -frente a los 28.300 euros de Pozuelo de Alarcón (Madrid), el municipio más rico-. Al menos hay una noticia buena, el año pasado esa cantidad era de 6.253 euros per cápita al año. Aunque la mayoría de los habitantes de Walili no computan en ese ranking, sí ayudan a imaginar qué pasa en Níjar, que comparte el 'privilegio' de ser el pueblo más pobre de España con Vícar (Almería), donde la renta media no supera los 7.451 euros; y con Los Palacios y Villafranca (Sevilla), con 7.507 euros de media. 

En Níjar, en el 'barrio' más pobre de España, a pie de carretera se levanta una ciudad precaria y silenciosa -por las mañanas-. El inmenso municipio de Níjar tiene un corazón que late gracias a los trabajadores del campo. El camino entre la sierra y la playa es un salpicado de infraviviendas donde marroquíes, sobre todo, viven de forma permanente.

Una de las estructuras 'en construcción' en 'Walili'. Carlos Barba

Hablar de temporeros en Níjar no sirve. Todo el año se trabaja bajo los plásticos. Hace unos días terminaba la temporada de la sandía, ahora toca limpiar el suelo y preparar la tierra para lo siguiente. Hay mucho tomate, lo que más.

En Walili, los más experimentados cogen la luz de alguna instalación cercana y la piratean. Tampoco hay mucho que enchufar. Si acaso, los móviles de antigua generación que sirven para contactar con los jefes. Sin teléfono no se trabaja en el campo; no se existe.

En la rotonda que hay en una de las esquinas del poblado, un coche de la Guardia Civil está parado con los cuatro intermitentes parpadeando. El poblado está muerto. Ya nos lo advirtieron: "Por la mañana no suele haber nadie en los asentamientos, es mejor por las tardes, cuando vuelven de trabajar". 

A las 11:30 llega el camión cisterna. Toca el claxon y como los chavales que salen a la hora del recreo en el instituto, varias decenas de puertas se abren. Garrafas en mano, hombres jóvenes se acercan a recoger el maná que les llega cada diez días. Es agua.

El agua llega a 'Walili' en camiones cisterna cada diez días. Carlos Barba

Hay algo de confusión. Uno de los jóvenes marroquíes indica con la mano que no es para beber: "Lleva poco tiempo, ahora se lo explicamos", dice otro. La usan para asearse, para cocinar, para beber... Es lo que tienen, todas las garrafas que puedan rellenar y racionar hasta el próximo camión.

Otros hombres están en otra zona del poblado. "Se quemó el fin de semana pasado", dicen mientras señalan a una zona donde hace unos días había otras doscientas chabolas más. ¿Dónde están ahora quienes vivían ahí? Se encogen de hombros.

Donde antes había casas ahora hay una máquina removiendo el terreno: "No quieren que reconstruyamos, nos quieren fuera". En otra parte del terreno incendiado, un privado ha vallado la zona para evitar que se reproduzca el poblado en esa dirección.

Dos habitantes de 'Walili' observan cómo remueven el terreno incenciado. Carlos Barba

En Walili hay varios monovolúmenes desguazados. Algunos funcionan como trasteros, otros como habitaciones. Hay dos tipos de coche: los que tienen matrícula, que son los que usan para ir a trabajar, y los que no la tienen, que sirven para vivir.

Señalan el coche de la Guardia Civil: "Tenemos coche, pero no tenemos carnet porque no nos homologan el marroquí", se quejan. "Nos ponen multas de 500 euros que no podemos pagar", afirman a la vez que se explican: "Sabemos conducir, no cometemos ninguna infracción. Nos multan y no podemos hacer nada. Sacarse el carnet aquí es carísimo".

Las asociaciones

El camión cisterna llega a Walili por cortesía de la Fundación Cepaim. "Cierra el grifo, que no está el agua para tirarla", espeta el conductor del camión. "Vengo cada diez. En la cisterna caben unos 12.000 litros y entro en los sitios en los que puedo... con esto -señala el camión- no paso entre los plásticos".

Cepaim y Almería Acoge son los dos pulmones que permiten respirar a los centenares de personas que llegan sin nada a Níjar. En la zona de Balsa Seca, entre cultivos de invernadero, se levantan unas oficinas donde se turnan las dos asociaciones.

"Hoy hace mal día y no hay tanta gente como otras veces", comenta uno de los trabajadores. El día amaneció nublado y se acostó lluvioso. Por la mañana, varios subsaharianos y marroquíes hacen cola. Sobre todo van a lavar mantas.

Inmigrantes esperan para que llegue su turno y lavar la ropa. Carlos Barba

Un niño corretea. Cada vez que se acerca un coche, su madre sale corriendo y lo agarra del brazo. Un Volkswagen Golf de tercera o cuarta mano llega. Hamid, un veterano, aprovecha para hacer la colada. "Yo llevo aquí 15 años y tengo papeles", comenta. Se les escapa alguna muletilla en italiano. ¿Italiano? "Yo vengo de Italia, allí trabajaba en la obra".

Hamid es uno de los currantes que está dado de alta en el campo, pero lleva un año sin trabajar: "Ciática... estoy pendiente de la operación y me estaba pagando la mutua. ¡Pero me han dado el alta!". Tiene deje de buen español: se queja de la Sanidad pública porque no le dan cita.

Al rato llega Mustafá: 55 años, cinco hijos y un nieto. "No trabajo. No tengo papeles y no puedo trabajar. Pero mis hijos están yendo al instituto. Uno está en primero de Bachillerato". Se le enciende la sonrisa cuando habla de ellos. 

Mustafá no trabaja, tiene cinco hijos y un nieto. Carlos Barba

Está feo hablar de dinero, pero en el campo nadie rehúye. "Ahora hay poco trabajo, la sandía se ha terminado y estamos limpiando los invernaderos". A las 12:30 están de vuelta muchos de los habitantes de Walili. "Hoy he trabajado seis horas por 35€", afirma otro mientras se baja de la bici.

La población

En Níjar viven 31.666 personas con una edad media de 36 años, nueve años menos que la media española. En torno a un 40% de los habitantes censados son extranjeros. En el municipio hay (oficialmente) casi 15.000 personas de diferentes nacionalidades.

Dos de cada tres extranjeros en Níjar y sus núcleos de población son marroquíes. En el instituto La Atalaya hay un 41% de marroquíes: "Algún lituano, algún rumano y dos chinos", afirma un trabajador del centro.

En el Ayuntamiento gobierna el PSOE, que sacó mayoría absoluta en las elecciones; sin embargo, la fuerza más votada en las elecciones generales y autonómicas ha sido Vox

Níjar pueblo

Desde el pueblo de Níjar, una pequeña parte del inmenso municipio, se alcanzan a ver los plásticos que adornan como un manto blanco todo el terreno: desde la sierra hasta la playa. En el pueblo esto de las rentas bajas suena raro.

A primera hora de la mañana de un jueves Níjar es un pueblo tranquilo. Muy tranquilo. Según se va desperezando, la actividad va subiendo. Por la plaza del Ayuntamiento pasa un Mercedes GLC 220, un coche que cuesta más de 60.000 euros. "Yo no tengo la impresión de que este sea un pueblo pobre", me dice Carmen. 

Un coche de autoescuela se cala en una de las cuestas del pueblo. Un chico negro conduce: "Entre varios le pagan las clases y las tasas, así se libran de las multas y tienen a alguien de confianza que les lleve al trabajo", afirma un nijareño.

Una calle de Níjar. F. J. C.

No hay esa impresión porque dentro del término municipal de Níjar hay otros núcleos poblacionales. En Campohermoso hay casi un tercio de la población total, unas 10.000 personas. En San Isidro, uno de esos pueblos que el Instituto Nacional de Colonización plantó por España, hay más de 7.000. Níjar, el pueblo, apenas tiene 3.000 habitantes.

En el pueblecito, uno de los más bonitos según reza en algún cartel turístico a la entrada, hay operarios municipales: "Aquí el que no trabaja es porque no quiere, hay trabajo y se paga bien", dicen. "Bueno, el campo es otra historia", rectifican.

La alcaldesa, Esperanza Pérez, no responde a los mensajes ni a las llamadas de EL ESPAÑOL. "Está harta del tema este de ser el pueblo más pobre", comenta algún lugareño cuando es abordado. En el bar La Glorieta, en la plaza de la Iglesia, también hablan sobre eso. 

Plaza de la Iglesia de Níjar. F. J. C.

Un paseo por Níjar deja claro que en ese idílico paraje no hay pobreza. "Yo soy rumana, no sé de qué me hablas. Trabajo en un almacén", contesta otra vecina. Por la mañana se ven carritos de bebés, madres que pasean y jubilados. Muchos jubilados.

Las monjas

El gigantesco municipio almeriense tiene impresionantes contrastes. Además de los poblados chabolistas, hay zonas urbanas en las que también se observa la pobreza. Es el caso de San Isidro. Allí una comunidad de hermanas mercedarias se dejan la vida por los necesitados. "Gracias, mamá", le repiten los subsaharianos que acuden a la casa a recoger sus cartas, a firmar documentos o a guardar algunas pertenencias.

Las hermanas mercedarias reciben las cartas de los inmigrantes. Carlos Barba

La de las monjas es la dirección de los que no tienen domicilio. "Nosotras no miramos de dónde vienen ni quiénes son. Les ayudamos". Y tanto que ayudan. Las hermanas, todas jubiladas, tienen en funcionamiento un taller de costura: "Cada vez vienen más hombres", comentan. Cuando terminan la clase les dan unos euros

Además, más de 3.000 personas recogen comida en el almacén que las mercedarias tienen en San Isidro. De camino a la casa de las monjas una vecina reflexiona: "Aquí nos damos cuenta de que están mal las cosas porque los de aquí se van", comenta. Los jóvenes de Níjar se van a cualquier otro sitio, no se quedan.

El contraste

A poco más de 20 minutos de San Isidro, en el límite marítimo del municipio de Níjar, está La Isleta del Moro. El acento cambia. Allí Martina y Carlota, dos niñas acompañadas de sus padres, van camino de un restaurante con acento de Despeñaperros hacia el norte. Se acaban de bajar de un Audi Q8.

La Isleta, como San José o Las Negras, son zonas de playa en las que es fácil encontrarse en verano a grupos turistas. "Son alternativos pero con dinero", afirma un lugareño. "Fíjate que aquí ha veraneado Zidane", comenta.

Muchos han sido los famosos que han pasado por esa zona de la costa almeriense: Pedro Sánchez, Ada Colau o Pablo Casado conocen esa zona. Un lugar exclusivo y no muy masificado (teniendo en cuenta que en agosto Andalucía está masificada per se). La cuestión es que para llegar a esas playas hay que conducir por la AL-3108 y pasar por la rotonda en la que se levanta Walili.

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