Aunque no ha concluido el análisis, hasta la fecha no se ha encontrado nada contundente ni concluyente en la vivienda. Tras dos jornadas de búsqueda minuciosa, no hay indicios de que Tomás Gimeno, padre de Anna y Olivia, sin rastro desde el pasado 27 de abril, le hiciera algo malo a las pequeñas. Ni en la casa, ni en los 2.000 metros de terreno que la rodean. Al menos no de forma violenta. El resultado alivia, aunque de forma tenue, la angustia de Beatriz. Ya son 23 días sin sus hijas, 23 días de agonía, 23 días de larga espera.

Más de tres semanas de búsqueda y ansiado deseo de reencontrarse con ellas. La falta de hallazgos en la vivienda le da energía, aunque su mirada se clava ahora en el coche y en el barco de su ex marido, encontrado a la deriva un día después de desaparecer junto a las niñas, con la amenaza flagrante de que no iba a volver a verlas. Barco y coche son los escenarios que están siendo analizados con precisión desde la jornada del miércoles por los perros de rastreo. Junco y Bill vuelven a ser claves para la investigación.

El entorno de las menores vuelve a contener la respiración a la espera de respuestas. Sigue sin decrecer la esperanza, pero la angustia aumenta a la espera de que concluya la actuación de los perros de la Unidad Cinológica de la Guardia Civil. Los agentes, atentos, responden ante cualquier marcaje de los canes. No suelen equivocarse. Su formación es aval. Ante su olfato poderoso, los investigadores esperan atentos, mientras contienen el aliento.

De nuevo Junco y Bill son protagonistas; de nuevo, el hallazgo de cualquier resto de las menores en el barco o en el automóvil podría confirmar el fatal desenlace. Pero, como ocurriría en la vivienda, la ausencia de vestigios podría reforzar la hipótesis de fuga y confirmar el presunto secuestro parental sin un necesario final trágico. Barco, casa y coche se antojan imprescindibles en una investigación que empieza a enquistarse cuando se superan las tres semanas desde la desaparición.

La falta de noticias hace mella; la incertidumbre y la impotencia empiezan a restar fuerzas. Beatriz, madre de las menores, solo desea que, como ha ocurrido en los 2.000 metros de parcela escrupulosamente mirados, en el coche y en el barco tampoco se halle nada (sangre, saliva o cualquier rastro) que certifique que algo les ha ocurrido a sus pequeñas.

El desorden de la vivienda de su exmarido, el hallazgo de unas bolsas de basura de tamaño considerable y la ausencia de datos en la hoja de ruta de Tomás, el día de autos, entre la franja de las 19:30 a las 21:30, han instado a los cuerpos investigadores a realizar los rastreos.

Aunque las actuaciones siguen siendo secretas, se puede afirmar que no hay evidencias que marquen una hipótesis como poderosa. Ninguna tiene total fuerza. La investigación todo lo incluye porque todo cabe: sigue siendo viable que se fugara fuera de España, que se esconda en la isla, en la península o que acabara con la vida de las pequeñas. Ante la falta de indicios firmes, todas las teorías son válidas. Todas las hipótesis son ciertas. Concluido el rastreo con Junco y Bill se podría confirmar, o descartar, las que llevan consigo un trágico final para las pequeñas.

Han sido cinco los registros que se han realizado en la parcela de Tomás Gimeno, los dos últimos incorporando a los perros expertos. Ni a ojos humanos ni tecnológicos, ni al olfato de Junco y Bill, podría afirmarse que en la casa del padre de las niñas se haya podido ejecutar un fatal desenlace. Se ha hablado de tierra removida en la parcela, de algún que otro marcaje por parte de los canes pero, hasta el momento, la investigación no lo encuentra determinante.

Tomás Gimeno, padre de las niñas desaparecidas hace 23 días.

A la espera del análisis definitivo de las zonas marcadas, nada parece indicar que este hallazgo vaya a dar respuestas. “No hay ni un indicio para pensar que podía haber terminado con ellas”, explica Joaquín Amills, portavoz de Beatriz, y presidente de SOS Desaparecidos. “La realidad es que, policialmente, no se ha hallado”, cuenta Amills. “Por ello nos agarramos a la esperanza porque no hay nada que nos diga lo contrario. ¿Hay posibilidad de que se haya terminado con la vida de las pequeñas? Sí. Siempre está ahí, pero habría más datos, más indicios evidentes. No nos cuadra de ninguna manera”.

La propia Beatriz, y el entorno de las pequeñas, tienen un certeza que no poseen ni cuerpo investigador ni prensa: conocen a Tomás de cerca. Es Amills quién da cuenta: “A nivel personal, no nos cuadra que le haga nada a sus hijas. No podemos dudar del amor que tiene por las niñas. Al padre le importan mucho sus hijas. El padre las ama, de forma equivocada, pero las ama. De una forma que no es correcta, es un amor enfermizo, pero no es dañino. El padre nunca les haría daño”. Un amor mal gestionado “que erróneamente ha sido utilizado en venganza hacia Beatriz pero sin calibrar, sin intuir, el daño que estaba haciendo a las pequeñas”.

El propio Amills vuelve a tildar de descarte la actuación policial protagonista, la de los registros y rastreos: “Policialmente todo está abierto, pero tenemos motivos para no agarrarnos al pesimismo: Primero porque Tomás quiere a las niñas. Es una persona joven, inteligente y con recursos. Tiene estabilidad económica. Lo tiene todo. Por tanto, puede estar cuidando a las niñas perfectamente. Si todo esto lo pones en la balanza no tenemos porqué agarrarnos al pesimismo”.

Se solicita refuerzo policial

Aunque por parte del cuerpo investigador se actúa con total entrega, el avance en los resultados no llega. Desde el primer momento la Guardia Civil catalogó de alto riesgo la desaparición. El operativo de búsqueda arrancó de inmediato y, desde entonces, la Benemérita ha ido sumando efectivos. Los últimos, Junco y Bill, perros de rastreo de la Unidad Cinólogica con sede en El Pardo (Madrid). La Unidad Orgánica de la Policía Judicial del instituto armado, los agentes de Tenerife, criminalística, el Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS), Salvamento Marítimo y, durante algunos días, se incorporó, incluso, la Unidad Central Operativa (UCO). Volvieron a Madrid. Joaquín Amills, pide que vuelvan.

Uno de los perros trabajando en la casa de Gimeno. Sergio Méndez

“No dudamos de la capacidad del cuerpo investigador, de la Guardia Civil de Tenerife. Están poniendo toda su voluntad y profesionalidad, están trabajando muchísimas horas y atendiendo fabulosamente bien a Beatriz, pero necesitan ayuda. Son ya 23 días. Necesitamos más avance. Necesitamos la presencia de la UCO de forma permanente. Igual que estuvieron en Galicia meses, y hubo hasta 40 desplazados allí, debería ocurrir en Tenerife. Tenemos a los mejores especialistas y los necesitamos. Tienen que ser complemento de los profesionales de Tenerife”.

Ante el peligro de que todo se estanque y que no encuentren luz en el caso, Amills es firme, no se puede perder más tiempo. “Quizá hay que volver a revisar todo porque, a veces, en una investigación, el personal que lo lleva queda cegado en un camino y no ve otras posibilidades. Estamos agradecidos desde el primer día, pero algo no está prosperando. La ayuda no puede venir dentro un mes ni dentro de dos meses. La ayuda tiene que venir hoy. Estamos hablando de dos niñas y un padre. Hablamos de tres desaparecidos”.

Radiografía del océano

La otra mirada se clava en el Océano Atlántico. Este es, sin duda, otro de los escenarios clave en la investigación. Aunque la complejidad es altísima. Se cuentan las horas para la llegada de la autorización judicial que permitan que un sonar de barrido lateral y un robot submarino, aportados por el Instituto Nacional de Oceanografía, explore el fondo del mar en busca de evidencias.

La llegada del sonar, permitirá radiografiar el fondo del agua para descartar que Tomás pudiera haber arrojado los cuerpos sin vida de las niñas. Algo, sin duda, del todo determinante, aunque, por las características de las zona (profundidad de más de 400 metros y compleja orografía), añadiendo las corrientes y la suma de los días, los investigadores no manejan con demasiadas expectativas.

Anna y Olivia, las dos niñas desaparecidas.

Mientras tanto, la madre de las pequeñas ha compartido un nuevo vídeo mostrando la cara y la voz de las niñas (la de Olivia, Anna es solo un bebé) para facilitar su reconocimiento en caso de verlas. Agotada, tras tantos días de espera, vuelve a pedir ayuda a todos. Lo ruega.

“Sé que todos tienen sus vidas, sus problemas y que seguir escuchando cosas tristes les pondrá más tristes… pero ¿se imaginan que gracias a todos los esfuerzos las encontramos? Todos juntos podemos si actuamos como una gran familia”, publica Beatriz. “Ya no me salen casi las palabras”, afirma, “yo también quiero desaparecer... ya no tengo fuerzas... esto es una tortura. Pero no podemos rendirnos, las niñas me necesitan y yo a ellas”.

El mensaje ha sido respondido con un sinfín de palabras de ánimo. "Gracias, gracias, gracias", cierra.

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