Ceuta

Desde las 22:00 del martes. Es el tiempo que lleva un sargento encargado de una sección de una compañía de Regulares del Ejército de Tierra sobre la arena y las piedras de las playas de El Tarajal. De un lado para otro, con el uniforme, el casco y la mascarilla puestos y un fusil G36 a la espalda; dándo órdenes, metiéndose en el agua hasta la cintura, hablando con los chicos que llegan a nado para convencerles de que lleguen a la orilla y salgan del agua, y acompañándoles finalmente a la zona neutra para que verifiquen qué edad tienen. Uno tras otro. Ha sacado a tantos que ha perdido la cuenta, reconoce este oficial en conversación con EL ESPAÑOL.

El sargento, un gallego de La Coruña que lleva destacado tres años en la ciudad autónoma, atiende a este periódico mientras camina por la arena en dirección a un nuevo grupo de jóvenes marroquíes. Estos se resisten a llegar a la orilla ante la presencia de los soldados españoles y esperan empapados en rocas en medio del agua,

En la tarde del miércoles, decenas de jóvenes, sobre todo, menores de edad, se abalanzaron de nuevo hacia el territorio español, a pesar de que Marruecos había retomado el control policial en su lado de la frontera, el cual debería impedir el paso de nuevos inmigrantes.

La actividad incesante en la playa ha tenido a este oficial en activo un total de 35 horas, contando el tiempo previo que su unidad lleva en alarma en uno de los polvorines de seguridad de la ciudad autónoma de Ceuta. Son casi dos días y una noche sin una sola pausa. El militar no puede dar su nombre. Tiene prohibido hablar con los medios, pero aun así, accede: "Hemos hecho mucho trabajo en la frontera y en otras crisis migratorias, pero nunca en la vida habíamos vivido algo así".

Al sargento le queda poco aliento, el calor aprieta y el peso del uniforme y de las horas, se hacen notar. Tiene la cara empapada de sudor. Después de acompañar a decenas de inmigrantes desde la playa a la zona neutra, dice: "Son todos seres humanos como nosotros y son muy impactantes las escenas que vivimos aquí. No es un plato de buen gusto". El sargento ha atendido en la playa a adultos, mujeres, adolescentes, pero también a niños.

Sentimientos encontrados

Mientras se desarrollaba esta conversación en la tarde del miércoles, quienes llegaban a El Tarajal eran decenas de menores de edad, muchos de ellos niños, que tenían la esperanza de quedarse en territorio español porque no se les devuelve si se demuestra que tienen menos de 18 años.

"Tienes que distanciarte de lo que estás viviendo y no implicar demasiado los sentimientos, porque al final nosotros aquí estamos para cumplir órdenes", asegura el sargento. "Habrá quienes vengan a buscar trabajo, quienes sean buenas personas, niños inocentes y adultos que no lo serán tanto. Pero eso, en estre trabajo, te tiene que dar igual, porque si no se puede pasar, no se puede pasar, y nosotros estamos aquí para que eso se cumpla. No podemos hacer otra cosa", afirma.

Al mismo tiempo, su labor consiste, en cooperación con las lanchas de la Guardia Civil, en asegurar lo antes posible a los jóvenes que llegan a nado. "Ponen en peligro sus vidas. Es muy duro. El agua estos días no está fría pero son chavales que no están en forma, vienen deshidratados y sin comer y, en cualquier momento puede suceder una tragedia. Tenemos que estar muy atentos y sacarlos del agua lo antes posible".

Preguntado por cómo analiza la evolución de la situación el sargento responde tajante: "Eso son asuntos políticos en los cuales nosotros no nos metemos. Son ellos quienes deben resolverlo. A mí me han entrenado para estar en una situación como esta y esto es lo que hago",

El sargento ha vivido momentos de tensión como los que sucedieron el martes, cuando se produjeron llegadas masivas ante las que no daban abasto. Sin embargo, en ningún momento ha tenido que recurrir al uso de la fuerza. Gran parte de las horas las pasa de un lado para otro, pendiente de los movimientos en el agua y de la posición de sus hombres, que hablan con los jóvenes -algunos en árabe- para convencerles de desistan y se pongan a resguardo en la arena.

En mitad de la entrevista, en la cual el sargento no quita el ojo a sus subordinados, uno de los chicos intenta zafarse de que lo aprehendan los militares e intenta escalar por el muro del paseo marítimo a la carretera. Rápidamente, el sargento corre tras ellos y da órdenes a gritos para que los soldados vayan tras él. El chico, finalmente, vuelve de camino a la zona neutra, donde será devuelto a Marruecos en caso de que resulte mayor de edad.

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