Toda ficción tiene un germen de realidad. Lo raro es cuando sucede al revés: cuando es la ficción la que impregna a la realidad.

Un 15 de abril de 2015, el entonces eurodiputado Pablo Iglesias se saltó el protocolo y regaló al rey Felipe VI una copia de la serie Juego de Tronos, muy de moda por aquel entonces. Su objetivo, según él mismo confirmó, era que la serie diese al monarca “las claves sobre la crisis política de España”. Algo de cierto podía haber en aquella declaración, pero con casi siete años de adelanto. Profecía autocumplida.

No sabemos si Felipe VI llegó a ver la serie, pero sin duda ha sido uno de los espectadores del Juego de Tronos particular que se ha montado esta semana en la política española. Cómplice del relato, pero como público al fin y al cabo, sigue expectante, desde Zarzuela, lo que ocurra en el próximo episodio. El final del último capítulo, giro de guion incluido, no le ha dejado indiferente: Pablo Iglesias irrumpiendo en la carrera a la presidencia de la Comunidad de Madrid.

De izquierda a derecha: Tyrion Lannister, Daenerys Targaryen, Jaime Lannister y Cersei Lannister.

George R. R. Martin nunca concibió Juego de Tronos como una crónica de nuestro tiempo, pero ha terminado siéndolo casi sin querer. Ha tenido éxito en la política española por superar la realidad a la manera de Chesterton: “No porque los dragones existan, sino porque pueden ser vencidos”. En cierta medida, los libros hicieron posible lo imposible: el cobarde también es capaz de armarse, el paria y el desechado pueden encontrar su lugar en el mundo, el malvado recibe su dosis de veneno e incluso las élites y los poderosos acaban pagando sus deudas.

Esta es la crónica de la semana que convirtió España en los Siete Reinos, y al aún vicepresidente en, precisamente, su personaje predilecto, como ha pregonado en diferentes momentos: Tyrion Lannister, el enano del libro y de la serie televisiva.

La batalla de Aguasnegras

Es lunes 15 de marzo en Desembarco del Rey (es decir, Madrid), capital de los Siete Reinos. Y Tyrion Lannister debe tomar una decisión. Lleva poco más de un año desempeñándose como Mano del Rey, una especie de número 2 del Gobierno, en una tensión constante con su hermana, la reina Cersei, trasunto de Pedro Sánchez. La verdadera líder de Poniente. Juntos han conseguido, no sin asperezas, lo que separados habría sido imposible: acceder al Trono de Hierro, pero el enano sabe que su posición se tambalea.

En este último año Tyrion Iglesias se ha metido de lleno en las intrigas palaciegas, tratando entre bastidores a aristócratas y políticos por igual. Conoce cómo funciona el poder, entiende los movimientos de tablero y los enredos del resto de rasputines de la reina Cersei Sánchez. Se sabe un instrumento a manos de otros, alguien con cargo pero sin potestas, y su caída es cuestión de tiempo. Algo debe cambiar.

Pablo Iglesias como Tyrion Lannister.

En el juego de tronos de la política todo está permitido salvo dejarse sorprender. Y Tyrion Lannister lleva años instalando al pueblo en la sorpresa, en el sobresalto. No piensa dejar de hacerlo. Hace suya aquella frase de la Eneida, esa de “la fortuna sonríe siempre a los audaces”, pero se olvida de la segunda parte: “A quién mandar al combate y a quién confiar los muros asediados”.

En España, sin duda, hay un combate, el de la presidencia de la Comunidad de Madrid, y un muro asediado, el de Unidas Podemos, que no ha dejado de perder fuelle desde 2015. La Boda Roja de Murcia, con aliados masacrados y antiguos amigos convertidos en traidores, obliga a la acción. Dar un paso adelante. Y el golpe de efecto, de audacia si se le pregunta a él, es el de personarse en la batalla.

Daenerys Targaryen como Isabel Díaz Ayuso.

E Iglesias, como Tyrion, se calza las botas, se pone la armadura y se persona en la batalla del Aguasnegras, las elecciones, su última oportunidad para salvar los restos del naufragio. De camino deja la enseña de Mano del Rey, de vicepresidente, en manos de Sansa Stark (Yolanda Díaz), su protegida del Norte.

En este caso, sale a enfrentarse a un peligro externo, que todavía no está asomando en los muros de palacio. Se trata de la actual khaleesi de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que proviene de las lejanas tierras de la política regional, pero que atemoriza a la Corte real con el momento en que llegue a pisar los Siete Reinos. Desafía desde fuera el orden de Poniente, y su desembarco parece una cuestión de tiempo.

Rompedora de Cadenas

De Daenerys Targaryen, la Khaleesi, madre de dragones, se dice que es la “rompedora de cadenas”. No sabemos si este sobrenombre hace referencia a la apertura de los bares de Daenerys Ayuso, una de sus mayores bazas en la campaña que se viene, pero bien podría ser.

Es quien es gracias a los suyos, proveniente de una familia que hasta hace bien poco reinaba en la España de los Siete Reinos, expulsada mediante una rebelión o moción de censura. A pesar de todo ha logrado desmarcarse de ellos. Se ha hecho un perfil propio y se diferencia del resto gracias a su traductora Missandei (Miguel Ángel Rodríguez), que desde un segundo plano le ayuda a entenderse con su electorado, cada vez mayor.

De izquierda a derecha: Pablo Iglesias, Miguel Ángel Rodríguez (dragón), Felipe VI y Isabel Díaz Ayuso.

Su aliado, permitan la licencia, no es otro que Stannis Baratheon, Pablo Casado. Al otro lado del Gran Mar, el hermano pequeño del antiguo rey, Rajoy, se ha reivindicado históricamente como heredero legítimo al Trono de Hierro, pero de momento no ha logrado llenar su hueco. Emplazado en su fortaleza de Rocadragón, hogar histórico de los Targaryen, se ha metido en una guerra abierta contra el resto de casas, a veces coqueteando con ellas y otras en fuerte oposición. Pero lo que está claro es que va perdiendo.

Ella, Daenerys Ayuso, es la verdadera amenaza de quien gobierna los Siete Reinos. En su travesía por el desierto ya consiguió ganarse el favor de su tierra, y avanza imparable a una última acometida. Ahora, el enano Tyron Iglesias, tan inteligente como egoísta, ha bajado al barro para enfrentarse a los dragones, un último paso antes de llegar a la Fortaleza Roja, la Moncloa, su sueño imposible.

En estos momentos, su algarada está todavía lejos de la Moncloa, pero hay quien promete que es cuestión de tiempo. Allí le espera la reina Cersei Sánchez, todavía expectante, pero partícipe indirecta de los hechos. De momento, continúa segura observando desde la distancia, sobre la balaustrada de su castillo, pero sin perder la vista en la batalla que está por venir.

Su campeón/candidato contra la khaleesi Ayuso y sus dragones es el viejo maestre Aemon, Gabilondo, un hombre que hace años llegó a tocar Palacio como ministro de Educación, pero que nadie recuerda ya. Ahora, ciego y rodeado de la Guardia de la Noche, se limita a esperar mientras el huracán político gira a su alrededor. Sin poder hacer nada al respecto.

De izquierda a derecha: Maestre Aemon Gabilondo, Sansa Díaz, Varys Redondo, Stannis Casado.

El León y la Rosa

En lo que respecta a la reina Cersei Sánchez, la verdadera reina de Poniente, está a la vez tensa y aliviada. Le ha sido más fácil llegar al poder que mantenerlo, las dos gracias a la espinosa convivencia con su hermano Tyrion Iglesias, el que hasta ahora era su incómoda Mano. Nadie más que él se alegra de que el enano se haya marchado, pero no lo puede decir en alto. Ahora quien le inquieta es la tal khaleesi.

Al contrario que el enano, no está en los planes de la reina abandonar el Gobierno para enfrentar a los dragones. Ni mucho menos. Bastante le ha costado llegar a donde está. Hubo un tiempo en que la traición de sus pares le llevó a vivir entre rejas, fuera del partido, pero volvió. Primero viajó a lomos de su corcel Peugeot 407 por los Siete Reinos hasta recuperar el liderato de su casa; luego, encaró el Trono de Hierro.

De izquierda a derecha: Mestre Aemon, Sansa Stark, Varys y Stannis Baratheon.

Lo hizo gracias a la alianza con su incómodo hermano, Tyrion Iglesias, y al maquiavélico consejero real, Varys la Araña, trasunto de Iván Redondo, pero nunca ha reinado en paz. En su camino hacia el trono tampoco olvidó, y culminó su venganza contra todos los familiares que en su momento le traicionaron, desde Felipe González hasta Susana Díaz. Un Lannister siempre paga sus deudas.

Hacer historia

El otro hermano, Jaime Lannister, es el único que nunca ha tenido opciones al Trono de Hierro. En este Juego de Tronos protagonizado por Iglesias, aparece Íñigo Errejón, el que se llevaba bien con los dos, el enano y la reina, y parecía destinado a establecer un puente entre ambos. No ocurrió. Cersei Sánchez le pidió que se uniera a ella contra el enano; y Tyrion Iglesias le pidió que acabara con la reina. Al final, el tercer hijo de la izquierda forjó su propio camino.

Jaime Errejón.

Lo suyo le costó. La pérdida de su brazo, las primarias de 2017, le valió un viaje a la deriva durante un tiempo, hasta que encontró nuevos aliados. Una de ellos fue Mónica García, equivovalente a Brienne de Tarth, una mujer capaz de tomar la espada por su cuenta y liderar por sí misma la guerra de Madrid.

Y por sí misma quiere decir precisamente eso: sola. Porque Brienne, aunque gane relevancia de la mano de Jaime, lleva luchando por su cuenta durante mucho tiempo. En esta acometida no necesita la ayuda de ningún señor de Poniente, ni de Aemon el Ciego ni de Tyrion Iglesias. Este mismo, al ponerse la armadura y anunciar que iría a la batalla por Madrid, le había ofrecido sumar fuerzas contra Ayuso. Ir juntos a detener a los dragones. Y su respuesta no dejó indiferente.

“Las mujeres estamos cansadas de hacer el trabajo sucio para que en los momentos históricos nos pidan que nos apartemos”, precisó esta semana. No fueron más que palabras, pero sonaron a tambores de guerra.

Final de temporada

De Juego de Tronos se ha dicho siempre que los mejores episodios no son los últimos de cada temporada, sino los inmediatamente anteriores. Los cierres, le pese a quien le pese, siempre dejan una sensación de vacío e inconformismo. Una historia se resuelve al gusto de unos, las redes se encienden con ese guiño discreto que parece querer decir algo nuevo y todo termina con más preguntas que respuestas.

Maestre Aemon.

En política pasa algo parecido. Los inicios de campaña, al igual que en las buenas historias, son siempre más agradecidos que los finales. Con todo el terreno por sembrar, los personajes por conocer y los líos por montar, el futuro se convierte en un horizonte de posibilidades, de esperanzas y promesas por cumplir.

Un nuevo personaje aparece en escena, otro que pensabas que había muerto la temporada anterior resurge de improvisto, el que que lleva dos capítulos sin soltar palabra protagoniza una arenga que encoge el corazón y el que parecía tonto y sumiso se convierte en héroe por un día. Con estos ingredientes y el relato por construir, los giros de guion se agradecen más, atrapan más e incluso te hacen pensar que sí, que esta vez podré aguantarme sin leer spoilers. Así son los prólogos.

Se trata sólo de fantasía, pero presente y serie podrían tener algo en común. La ficción nunca llega a emanciparse de la realidad, ni permite que las cuitas de lo contemporáneo huyan del todo del relato. La política, al igual que los cuentos, siempre decepciona al final. A unos o a otros. El 4 de mayo veremos en Madrid el último capítulo de esta temporada.

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