La carpa dormitorio está totalmente inundada. Decenas de migrantes, de madrugada, caminan con chanclas por un campamento desbordado. No duerme nadie. Algunos caminan y el agua les cubre por encima de los tobillos. Otros tratan de poner las piernas en alto para no mojarse. Botellas de agua vacías, latas de refrescos y envases de comida flotan llevados por la corriente.

Un temporal azota todo el archipiélago canario, pero la peor parte se la llevan los migrantes. Los que están alojados en un extremo del antiguo campamento militar Canarias 50 (Las Palmas), donde sobrevive casi medio millar de personas. EL ESPAÑOL ha tenido acceso en exclusiva a imágenes tomadas en el interior del recinto, de la inundación del jueves por la noche.

Canarias 50 es una vieja base militar en desuso. Ha sido habilitada para albergar a estos migrantes, que proceden en su mayoría de Marruecos y que han llegado en las últimas semanas a las costas canarias. Inicialmente estuvieron alojados en hoteles del sur de la isla. Pero ahora están siendo reubicados. Y muchos han ido a parar a estas instalaciones del norte de la capital insular, en el barrio de La Isleta. Un antiguo campamento que va camino de convertirse en un polvorín.

Porque la situación dentro es muy tensa. “Nos han metido en una prisión y no hemos hecho nada. Todo el mundo se quiere ir de aquí. No hay calefacción, la lluvia nos ha inundado, nos duchamos con agua fría y la comida es mala. La gente está muy nerviosa. No estamos bien”, resume Taufik, uno de los marroquíes que malvive en el interior de las instalaciones.

Centro de inmigrantes Gran Canaria

Es el sentir general en el campamento. Quieren seguir su camino hacia la Europa continental, pero se encuentran, según sus propias palabras, presos. Hasta tal punto llega la tensión, que muchos de los migrantes que allí se alojan dicen haberse puesto en huelga de hambre. “Tenemos frío, nervios y miedo”, coinciden casi todos los consultados por este periódico. El episodio de la lluvia ha soliviantado todavía más los ánimos.

Una situación que, además, está lejos de resolverse. Ahora mismo hay 8.300 migrantes en diferentes instalaciones del archipiélago. Los hoteles del sur se van vaciando poco a poco. Sus ocupantes van siendo realojados en distintos campamentos y otros recursos. Pero nadie sabe hasta cuándo van a permanecer allí ni cuál es el siguiente paso. 

25 por caseta

“Somos 25 personas durmiendo en cada tienda. No tenemos camas como en los hoteles. Son colchones finos en los que no se puede dormir bien. Hay gente que acaba durmiendo en el suelo. Y esta vez el suelo se ha inundado”. Se llama Taufik, nació en Uchda (Marruecos) hace 18 años y nos lo cuenta usando el traductor de Google que tiene instalado en su viejo teléfono Samsung. No entiende el español y apenas chapurrea algunas palabras en francés. Charlamos a golpe de aplicaciones del móvil, en las inmediaciones del campamento. El acceso al interior está vetado para los medios de comunicación.

El chico cuenta que emprendió camino a España a principios de año. Dejó en su pueblo a su madre y su hermana pequeña. Él se embarcó en una de los centenares de pateras que ha arribado en estas últimas fechas a las costas del archipiélago. Solamente el mes de enero llegaron cerca de 2.000 personas a las costas canarias. En la semana que llevamos de febrero han llegado 34 más. Y el número no es mayor porque las condiciones meteorológicas están siendo adversas estos días.

Uno de los migrantes levanta los pies para que no le alcance el agua

Bien lo saben eso en el campamento Canarias 50, donde se han empapado. Cerca de 400 migrantes se reparten en 24 carpas levantadas ad hoc para albergarlos. El incidente del agua tuvo lugar la madrugada del 4 al 5 de febrero. Sucedió en la última de ellas, la que está mas próxima al sumidero. En el vídeo se aprecia cómo decenas de hombres se suben a los catres para mantenerse secos, o se mojan cuando intentan moverse. Zapatos y basura circulan entre ellos.

Problema de canalización

Desde el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones han dado explicaciones a EL ESPAÑOL. Cuentan que la causa fue una cuestión técnica, puntual y externa, que sólo ha afectado una carpa y que se haya en proceso de reparación. Subrayaron que es un problema de canalización y que ya se han coordinado con los servicios municipales para arreglarlo. 

Desde Cruz Roja también explicaron el episodio: “Se trata de la última tienda, la que está al final del campamento. En Canarias hay un temporal muy fuerte y el sumidero no consiguió evacuar todo el agua”. Afirman también que “los inmigrantes fueron trasladados a otros puntos sin afectación y se está trabajando para achicar todo el agua”, explicaban la mañana siguiente al desastre.

Los catres son el foco de muchas quejas

Sin embargo, para los migrantes que ocupan el espacio, esta ha sido la gota (o en este caso el aguacero) que ha colmado el vaso. “Nadie pudo dormir en toda la noche. Nos subíamos en las camas como si hubiera ratas. Zapatos mojados, ropa mojada, todo mojado. Todo el mundo corriendo”, ilustra Taufik.

La lluvia ha sido el colofón, pero las carencias que denuncian los migrantes vienen de lejos y son coincidentes. La primera es que tienen frío. No disponen de calefacción, imprescindible para sobrellevar este temporal. Desde el Ministerio han asumido dicha carencia. Reconocen que el campamento no dispone de calefacción y que el equipo que se le ha concedido a los recién llegados para resguardarse del frío, hasta que resuelvan el problema de la climatización, consta de un saco de dormir y dos mantas. 

Todo hombres

La otra gran queja son las camas. “No es buena vida. No podemos dormir en esos colchones finos. Las camas son pequeñas para hombres adultos”, asegura Hicham, de 23 años y natural de Tánger. Es otro de los migrantes que charla con nosotros en un banco del barrio de La Isleta, tirando de traductor.

Precisamente son solamente hombres adultos los que ocupan esos catres. Hay unos 400 en el acuartelamiento Canarias 50. Varones de entre 16 y 50 años, según nos cuentan: “A los menores de edad se los llevan a otro sitio. A las mujeres les dejaron seguir su camino a Europa. A los africanos [subsaharianos] también. Pero a los marroquíes nos tienen metidos en una cárcel".

Esa impresión de residir en una cárcel se ha acrecentado en los últimos días. Muestran unas fotos y cuentan que se está instalando alambrado de espino por todo el recinto. El motivo no es evitar huidas, dado que (como subrayan desde el Ministerio) los migrantes tienen libertad para salir del recinto. Se debe, dicen, a una cuestión de seguridad. “A que nos tiran piedras y botellas. Hay gente mala que nos ataca”, resumen los testimonios.

Se están colocando alambres de espino en los muros del Canarias 50

Es otro de los problemas que se han encontrado a su llegada a la isla: los migrantes no son ajenos a la hostilidad que ha surgido en distintos puntos de la isla. Saben que se organizaron por redes grupos de personas con la intención de agredirles. Sucedió tras haberse registrado una serie de delitos cometidos algunos de los migrantes. Era el mes de enero, cuando estaban alojados en los hoteles del sur de la isla. En Arguineguín, en Maspalomas…

Eran residentes del norte de la isla, que amenazaban con “bajar para cazar moros”, tal y como revelaban algunos de los audios publicados. Ahora, con la reubicación, los han traído más cerca de esos agresores en potencia. Y ya se han registrado los primeros conatos de altercados al respecto: un par de decenas de jóvenes de la zona organizaron una protesta clandestina la noche del pasado 1 de febrero. 

Robos

Dentro del Canarias 50, los migrantes matan las horas jugando a fútbol, echados en los catres o escuchando música. Salen para hacer sus compras básicas y niegan que el gobierno les esté dando 20 euros diarios a cada uno de ellos. Es uno de los bulos que ha arraigado en los últimos días en el norte de la isla. Ellos lo desmienten.

Respecto a las acusaciones de delincuencia, piden que no se generalice: “Sabemos que hay gente mala entre nosotros. Los sufrimos también. Como estamos todos juntos en el campamento, a veces nos roban las zapatillas o las chaquetas. Hay poca gente mala, pero sí que hay. La mayoría hemos venido a trabajar. Por culpa de ellos nos quieren atacar a todos”, alcanza a explicarnos Taufik.

Esta ‘gente mala’ que menciona Taufik es la autora de los 45 delitos relevantes cometidos por migrantes que ha reconocido el gobierno. “Sabemos que algunos no se comportan bien, porque dentro son iguales con nosotros. Roban mucho”, lamenta su compañero.

Se han encontrado también, no obstante, con la solidaridad de gente del barrio de La Isleta. Vecinos que denuncian xenofobia: “Esas protestas no son generales. Son cuatro ‘poligoneros’ que han aprovechado lo que está pasando para salir a hacer ruido. No son manifestaciones organizadas. Son niñatos que salieron a la calle a poner música y a beber alcohol. No hay xenofobia ni racismo en La Isleta. Es el barrio obrero de Las Palmas de toda la vida. Es un lugar de acogida. Aquí ha llegado mucha gente de Marruecos y del Sáhara y no hemos tenido ningún problema de racismo nunca”, cuenta uno de los chavales grancanarios que se implica desinteresadamente en prestar ayuda. “A veces les llevo una bolsa con ropa, otras veces les compro comida… No hay derecho a que vivan así, y La Isleta no es así”, concluye.

Son muchos los grancanarios que tratan de desmarcarse ese estigma racista. Lo ruega Australia Navarro, presidenta del grupo local del PP: “En Canarias no hay un problema de xenofobia ni de racismo. El problema que tiene Canarias es que la han dejado sola, como siempre. Que la gestión de este problema está siendo desastrosa. No hemos tenido una crisis migratoria similar desde 2006, con la ‘crisis de los cayucos’. Pero ahora estamos en una situación similar y lo que nos encontramos es oscurantismo y falta de transparencia”.

La popular también se queja de que a ella, como a los medios, también le han vetado la entrada a los campamentos: “Nos dijeron que nosotros no podíamos entrar. Que si se le permitía la entrada a algún político sería a diputados nacionales, no autonómicos. Pero al de Bildu [el diputado Jon Iñárritu] le han dejado entrar y a nosotros, que somos canarios, no”, lamenta. Y pide “soluciones rápidas para esos pobres migrantes que están viviendo en condiciones infrahumanas, que lo sabemos aunque no nos dejen entrar. Pero también control para los que delinquen”.

¿Rap xenófobo?

Pero, aunque no sean mayoría, la hostilidad contra los migrantes tiene su público. Trasciende incluso al ámbito musical y puede haber dado lugar a un nuevo género. Porque no es normal que el hip hop emplee discursos xenófobos. Pero en las últimas semanas se ha popularizado una canción llamada Salam Malecum, compuesta, interpretada y publicada recientemente por un rapero local llamado Frankie Gee. Valoren ustedes:

“No hay camas pa tanta gente.

Salam Alecum, Alecum Salam.

Bienvenido a Canarias, no se viene a a trabajar.

Se viene a cobrar las ayudas, socio,

mientras miles de canarios van cerrando negocio (…)

Absurdo. esto no es racismo;

esto es ser gilipollas, que no es lo mismo.

¿Dónde está el Coletas, dónde está Pedrito?

Subiéndose el sueldo entre ellos mismos”.

Al respecto, desde el Ministerio han señalado que "estamos haciendo un seguimiento exhaustivo de cada expresión de violencia y xenofobia". Y recuerdan que "estos lugares son recursos de acogida temporal de entrada y salida libre, y no podemos permitir que las personas migrantes acogidas tengan miedo de salir a la calle".

El futuro

Inundaciones, la huelga de hambre, el frío, los ataques y hasta el hip hop. El clima interno cada vez está más enrarecido. Dicen estos migrantes consultados que los robos y las peleas son cada vez más habituales. Y la huelga de hambre se perfila como el próximo gran conflicto. Son algo más de una decena de migrantes los que dicen haber dejado de comer a modo de protesta. Han escrito pancartas con las palabras “Huelga de hambre” y “Viva España”.

"Viva España" y "Huelga de hambre", las pancartas en el campamento

¿Algo positivo en el horizonte? Desde el Ministerio han adelantado que en marzo está previsto cambiar las tiendas por módulos prefabricados con baños propios, lo que mejoraría de forma sustancial la calidad de vida de los ocupantes. Insisten en la dificultad que entraña gestionar una emergencia de este calibre: "En octubre de 2019 había algo más de 100 plazas en toda Canarias para estos casos. Solamente en 2020 llegaron 23.000 personas", ilustran, poniendo en valor el llamado Plan Canarias que ha dotado de 7.000 plazas a la isla.

Pero dentro del Canarias 50 no entienden de planes, plazas ni plazos. Lo que saben los migrantes es que el enclave no lo abandonarán en breve. No hay una fecha decidida para que salgan de estos campamentos, porque no hay un plan de ruta para ellos. Son libres, pero están presos. Y aún quedan por reubicar algunos de los que siguen ubicados en el sur. Se hallan en pleno proceso de vaciado de hoteles, tras el grito de auxilio de varios alcaldes de la zona sur, que advertían de la tensión insostenible que estaba generando la presencia de los recién llegados en la zona.

El problema, por tanto, no ha desaparecido: solamente se ha trasladado unos kilómetros por encima. A la capital. Las tensiones crecen fuera y dentro del Canarias 50. Episodios como el de la inundación no hacen más que calentar la caldera de un polvorín a punto de estallar.