La iglesia y el pueblo vasco. La relación entre la fe y la 'causa' del terrorismo y ETA. La enésima vez que ambos se dan la mano. Los hechos se pueden ver en la videoteca. En los últimos tiempos, series como La Línea Invisible han puesto de manifiesto a curas "proetarras". La literatura también lo recuerda: Fernando Aramburu lo refleja en Patria a través de Don Serapio. Pero no es ficción. El documental Bajo el Silencio, de Iñaki Arteta, muestra que es real. Un párroco cuando menos equidistante, comprensivo con los etarras y sus actuaciones, al que le "revienta" la palabra terrorismo.

Mikel Azpeitia no es el párroco de Lemona (Vizcaya) desde hace alrededor de un año. Justo después de conceder la entrevista dejó de serlo. No sé sabe el porqué. Hace 30 años que pisó por primera vez la parroquia de esta localidad. Hasta hace unos días era el sacerdote de Areatza (Vizcaya), un pueblo cercano a Lemona. Tras un peregrinaje por otros lugares, oficiaba en la primera iglesia, donde le encontraron de casualidad para la entrevista, en algunas ocasiones. Le eligieron sin saber que sería un traje hecho a medida de los 'crueles' párrocos de la ficción.

El presbítero pasea por el lugar junto a su entrevistador. Azpeitia. Chupa de cuero y jersey durante la charla. Su discurso no es novedoso. Sí es comprensivo. En pro de 'la paz'. Hay que ser tolerantes con todos. Hay que entender que si hay reacción es porque antes hubo acción.

"Conflicto existía y existe", dice en el documental. A Azpeitia le "revienta" la palabra terrorismo. "Que un pueblo oprimido, al que quieren conquistar, responda con violencia, no sé hasta qué punto es terrorismo", apunta.

Cualquiera diría que habla Don Serapio, el cura que Fernando Aramburu dibujó en Patria. Ahora también es una serie de HBO. 

Igualmente, es comprensivo. Busca únicamente la paz. El discurso buenista de ser tolerante con todos. Incluso, con aquellos que utilizan la violencia. Aunque haya que arrodillar a las víctimas.

En la ficción, Don Serapio fue a hablar con la viuda de uno de los asesinados por la banda terrorista ETA. Le pidió que se fuera de su pueblo. ¿Para qué? Para evitar conflictos. 

— ¿No estarás insinuando que la paz está en peligro porque la viuda de un asesinado viene a pasar unas horas en su casa? —le reprende Bittori a Don Serapio en el libro.

— En absoluto. Yo sólo he venido a pedirte un favor en nombre de la gente del pueblo. Si me lo concedes, te estaré muy agradecido; si no, acataré resignadamente tu decisión (...).

— Yo en tu lugar hablaría claro. ¿Qué quieres de mí?

— Que no vengas

— ¿Que no venga a mi casa?

— Durante una temporada. Hasta que las aguas vuelvan a su cauce y haya paz. Dios es misericordioso y te lo compensará en el más allá. No dejes que el rencor se adueñe de tu alma.

"Los etarras no lo dicen tan claro"

Azpeitia se mostró arrepentido una vez que su caso saltó a la palestra. Envió una carta al obispo, que lo apartó del oficio por sus palabras. Él mismo puso su cargo a disposición de la Diócesis.

Durante la entrevista, pronunció palabras muy duras.

— Aquí el que más que menos es vascoparlante y se ha sentido muy coartado. Eso marca. Marca desde la escuela. Y se llegó también a lo que después llegó a llamarse terrorismo, que no era en principio terrorismo, sino una respuesta a la represión que se estaba sufriendo, que es muy distinto, ¿no? Y aquella situación se aplaudía y la aplaudía toda la gente autóctona, digamos. Y se aplaudía que se pudiera matar a un guardia civil porque, admitiendo que hay unas circunstancias de opresión, se viera un pueblo al que no le permite desarrollar su cultura, no se permite que se manifieste…. Pues el luchar contra la opresión sería justo.

No eran las únicas de Azpeitia en el documental.

— Aquí hemos vivido situaciones en que si te pones en algún bando, merecido lo tenía, decían. Pero al mismo tiempo nadie se merece que lo maten así. Entonces, no sabes a qué atenerte. Por una parte te alegras de que su merecido se lleva y por otro, no está bien.

Ahora se arrepiente de su actuación, que no expresa su sentir, dice, ni el de la Diócesis. Solicita perdón a las víctimas y a todos a los que sus palabras hayan podido causar escándalo. Afirma que siempre ha apoyado diferentes iniciativas a favor de la paz y la reconciliación. 

Pero, ¿quién es este cura? ¿Por qué le eligieron a él para aparecer en Bajo el Silencio?

La diócesis no ha querido explicar quién es ni su trayectoria. Elige respetar su identidad. En realidad, sólo estaba en el momento justo en el lugar indicado.

Bajo el Silencio versa sobre María de los Ángeles Amor. Su marido, José Olaya de la Flor, fue asesinado el 14 de mayo de 1981 por una bomba lapa en Lemona. Los investigadores detuvieron al párroco, que finalmente fue absuelto, porque creían que tuvo relación con los hechos. Desde la producción explican que la bomba sólo pudo accionarse desde el campanario de la iglesia de Lemona.

Así que querían contar con el testimonio de la Iglesia. Fueron al pueblo y encontraron al polémico Mikel Azpeitia. No conocía el caso, pero habló claro sobre su pensamiento.

"A nosotros se nos acusaba de que el seminario era un nido de nacionalistas. Y cuando dicen nacionalistas es en sentido peyorativo y no se dan cuenta de que más nacionalistas que los españoles, que son excluyentes, no admiten a los vascos, ni admiten a los catalanes diríamos, ¿no?", dice Azpeitia en el documental.

No eran las más fuertes. Sus palabras causaron tanto revuelo que la Diócesis le apartó de sus oficios en cuanto se enteró. Dignidad y Justicia anunció una querella contra él.

Iñaki Arteta, director del documental Bajo el Silencio, cree que ese no es el sentir de la iglesia ni de la diócesis, aunque sí de muchos párrocos. 

No le sorprendió. "Estamos curados de espanto", dice Arteta. En País Vasco hay más gente que piensa como este párroco, el director lo tiene claro. Por eso no le habían dado la dimensión que tiene ahora.

Sin embargo, ahora llama la atención. "Es de una franqueza tan grande que seguramente no lo íbamos a encontrar en otro sitio", asegura el autor, que cree que los "etarras no dicen las cosas tan claras" como el presbítero. Cree que es el que mejor expresa su sentir.

Las relaciones de la iglesia y ETA

La ficción a veces está basada en la realidad. En la serie La Línea Invisible, el Padre Goizueta colabora con la banda terrorista. Era 1960, tiempos de dictadura. Este personaje ficticio mostraba sus simpatías nacionalistas y antifranquistas y su apoyo a la ETA en sus inicios. 

Goizueta cede la casa de ejercicios espirituales de la Compañía de Jesús de Guetaria (Guipúzcoa) para que ETA celebre su V Asamblea. Allí se decide dar el paso adelante: comenzará la lucha armada.

Puede que esté reflejado mediante la ficción, pero es real. La Compañía de Jesús cedió su casa de ejercicios espirituales para que se llevase a cabo la reunión.

Las relaciones entre la iglesia vasca y ETA fueron reconocidas precisamente por el estamento eclesiástico hace dos años. "Somos conscientes de que se han dado entre nosotros complicidades y omisiones por las que pedimos sinceramente perdón".

Lo dijeron los obispos del País Vasco, el arzobispo de Navarra, y el prelado de Bayona, en 2018. Apenas habían pasado cuatro horas desde que la banda terrorista había comunicado el abandono de la lucha armada.

Pero durante años, la relación entre los terroristas y los párrocos fue estrecha. Además de los ya relatados hay otros episodios.

1969. Mikel Echevarría Iztueta, 'Makagüen’, huía herido del piso franco que ostentaba la banda. Se montó en un taxi y el conductor se lo recriminó. ¿La respuesta a la 'represión' del taxista? Cuatro tiros. Tres párrocos le ayudaron a huir. Lo vistieron con alzacuellos y sotana. 

Fernando Arburua Iparraguirre. Fraile capuchino, terrorista y asesino. Mató al Guardia Civil Félix de Diego en 1979.

Aquel año también comenzó el idilio entre la banda y el obispo de San Sebastián, Monseñor Setién. Se prolongaría hasta el siglo XXI. Catalogó en su libro, publicado en 2007, como "revolucionarios a los etarras". También los catalogó de "presos políticos".

Además, no estaba frente a ETA. "Sencillamente, porque yo no vine en 1972 al obispado de San Sebastián para ser un obispo contra ETA. Vine sabiendo que ETA estaba aquí y que tenía que situarme ante ETA", llegó a exponer.

La relación del obispo con la banda terrorista fue estrecha. Tanto que, durante el secuestro del empresario José María Aldaya, no se paró ante los hijos de éste, que pedían su liberación.

¿Por qué no los consoló si todos somos hijos de Dios? María San Gil, exlíder del PP vasco, expuso que le contestó sobre esto: "¿Dónde está escrito que hay que querer a todos los hijos por igual?".

Un último ejemplo de los múltiples que se podrían exponer: dos terroristas tuvieron como refugio una iglesia tras asesinar a tres personas. El arcipreste de Irún les habría dado las llaves. Era el año 92.

Es el problema cuando la equidistancia abraza la violencia. La justificación de lo injusticable. El reflejo es Mikel Azpeitia, el párroco de Lemona, en los 7 minutos de entrevista que han dado para tanto: "No se puede negar. La opresión del pueblo vasco, que parece que es una pancarta, no, eso es real. Eso está ahí. Estuvo y está. Era mucho más fácil que salieras protestando la muerte de un etarra que la de un alguacil. Son circunstancias que necesitan de mucho diálogo, diría admitiendo que lo hemos hecho mal, pero no por parte de los de ETA, eh, sino todos lo hemos hecho mal…".

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