Fernando Ruso Pepe Barahona

Los días de ajetreo, Roberto se mueve por su nave industrial como una hormiga por las galerías de su hormiguero. De un lado para otro, aparentemente errático, va repasando el trabajo de las 14 personas que tiene en plantilla. De siete de la mañana a ocho de la tarde, sin interrupciones, atiende las llamadas, prepara los envíos y comprueba que la cadena de montaje esté bien engrasada para atender los pedidos que le llegan desde todas las partes del mundo. Los 12 años de experiencia como vendedor de hormigas le han enseñado que “todo trabajo tiene su recompensa”.

La idea que cambió la vida de Roberto Huerta surgió en la crisis del año 2007. Él mismo fue uno de los que perdió su empleo. El paro subió y subió hasta superar los seis millones de desempleados, castigando especialmente a los jóvenes. Esos duros años, Roberto trabajaba como informático. Su jefe se vio obligado a cerrar. Incluso a llevarse el colchón a la oficina para dormir. Solo entonces, cuando todo parecía estar en contra, pensó que emprender podía ser la solución a sus problemas. Y acertó.

Roberto echó mano de una pasión que le había granjeado ya buenas alegrías: las hormigas. En el año 2003, antes de que la crisis acabase con su estabilidad laboral, creó un foro en Internet llamado lamarabunta.org. A los fundadores fueron uniéndose otros tantos aficionados a la mirmecología, la rama de la entomología que se ocupa del estudio de estos insectos ecusociales. En la actualidad, esta comunidad ya suma casi 40.000 inscritos y más de 300.000 intervenciones.

En AntHouse han aumentado los pedidos a pesar de la pandemia. EL ESPAÑOL

“Yo hacía mis propios hormigueros. La gente me preguntaba, pero también me pedía que les hiciese los suyos para regalarlos a sus hijos”, recuerda Huerta. “Viendo esa posibilidad, y ante la necesidad en la que estábamos en la crisis, pues nos lanzamos a montar esta empresa de fabricación de hormigueros. Y hasta hoy”, relata el joven, natural de Jerez de la Frontera (Cádiz), pero residente en municipio vecino de Trebujena. Hoy, lo que fue una afición es una empresa que da trabajo a 14 personas. “Y a veces no damos abasto para atender los pedidos”, presume. Se llama: Anthouse.es.

—Cuando te preguntan a qué te dedicas, ¿qué le contestas?

—Hablo con total normalidad, es mi día a día. Soy fabricante de hormigueros. Si me ponen cara extraña, les sigo explicando que hago terrarios para insectos. Como peceras para hormigas. Obviamente, siempre hay su broma, su risa porque esto es algo muy especial.

Roberto presume de lo que ha conseguido con sus hormigas. Es miembro de la asociación Ibérica de Miermecología, por eso se alegra cada vez que su afición se extiende por los colegios, uno de los clientes principales de su empresa. También vende a otros distribuidores y tiendas en otros países. Ahora, con el negocio ya asentado, se alegra de haber tomado la decisión correcta 12 años atrás.

Hormigueros desde 10 euros

“Sabía que tenía que intentarlo, porque no podía quedarme con la duda. Imagino que al principio nadie tiene la certeza de que su idea funcionará, pero hemos ido poco a poco. Y así nos ha ido bien”, defiende el empresario, que manda hormigas al extranjero y hormigueros a Australia.

Los hay de todos los precios, desde los 10 euros a los 100. Los hay de arena, para que el comprador pueda ver cómo estos insectos hacen sus características galerías. También temáticos, con forma de hormiga, de cristal, de corcho, en forma de cubo, en tres dimensiones, dioramas…

Roberto no quiere hablar de números. Justifica que revelarlos podría ponerle en un serio aprieto. No por temor a la competencia, hoy en día inexistente en España. “Pero se puede generar”, matiza. “Ahora está la cosa muy necesitada y cualquiera que vea los números puede atar cabos, por eso prefiero no dar cifras. Eso sí, hacemos miles de pedidos”, apunta el empresario.

Uno de los indicadores del éxito de la empresa es el volumen de metacrilato que manejan. Ese plástico transparente es la principal materia prima de su negocio y días antes del confinamiento, adelantándose a los acontecimientos, Roberto hizo un importante pedido que le asegurase la continuidad de su actividad. “El metacrilato ha subido de precio en torno a cuatro veces su valor con respecto a un año”, narra asombrado.

Casa de hormigas de Roberto. Fernando Ruso EL ESPAÑOL

“La gente lo usa para hacer las mamparas para los comercios y las fábricas, siempre españolas, que nos surten no dan abasto”, detalla. “Hemos recibido ofertas para vender nuestro metacrilato a otras empresas, pagándonos lo que quisiéramos por nuestra materia prima, pero no podemos, tendríamos que renunciar a nuestra actividad”, confiesa.

La nave industrial de Anthouse.es huele intensamente a metacrilato. Es un olor fuerte que se va a través de los extractores situados en la zona de corte. No hay carteles que identifiquen a la empresa en el único polígono industrial de Trebujena, el pueblo al que se mudó Roberto al enamorarse de una trebujenera. De los poco más de 7.000 vecinos de este municipio del Bajo Guadalquivir, casi 2.000 trabajan como sanitarios en todos los hospitales de España. Son médicos, enfermeros o, principalmente, celadores o auxiliares de enfermería.

Implicados contra el Covid-19

“El ayuntamiento nos pidió ayuda para que a ninguno de sus ciudadanos le faltasen equipos de protección y hemos estado colaborando con ellos para hacer hasta más de 3.000 pantallas para la cara durante la cuarentena”, explica Huerta. Su generosidad a punto ha estado de costarle la continuidad de su empresa. La falta de metacrilato también ha coincidido con un pico de pedidos que ha obligado al empresario a ampliar la plantilla. “La venta online ha crecido muchísimo, ya no puedo hacer más porque corro el riesgo de morir de éxito”, vaticina.

A Roberto se le escapa un suspiro de agobio cada vez que le suena el teléfono. Rápidamente se disculpa para seguir con sus quehaceres. Todos en la fábrica trabajan con la misma intensidad que las hormigas que vende. Paran solo para comer y vuelta al tajo.

Tubo donde se almacenan las hormigas antes de entrar en la AntHouse. Fernando Ruso EL ESPAÑOL

—¿Hay algo que se pueda aprender de las hormigas?

—Las hormigas son muy laboriosas, están continuamente trabajando. Buscan comida, cazando, explorando, criando… y de ellas hay que aprender que el trabajo tiene su recompensa. Yo siempre digo que hay que ser más hormiga y menos cigarra.

—Si las hormigas se tuvieran que enfrentar a una amenaza como la del Covid-19, un virus que viene de otro país, ¿encontrarían una solución?

—[Ríe]. Las hormigas son muy territoriales. Incluso en aquellas de la misma especie se atacan para defender su territorio. Nosotros somos mucho más pacíficos que ellas. Estamos más interconectados. Si ellas tuvieran una bomba atómica ya la habrían hecho explotar.

En España hay unas 350 especies de hormigas. “Se dice que es el paraíso de las hormigas en Europa, porque tenemos una variedad que no tienen en el Reino Unido o en Alemania. Nuestro clima es mucho más amable para ellas”, confirma Roberto. La más utilizada es la messor barbarus, aunque hay una treintena de especies para elegir. Todas se venden en colonias formadas por una reina, entre cinco y 15 obreras y una prole de huevos, larvas, capullos y unas instrucciones. Las hormigas no se cobran, pero solo se puede pedir una colonia por hormiguero.

"Clientes que me llaman"

Se envían en un tubo de ensayo, con comida y agua para dos semanas. “Es algo muy curioso, porque se ve cómo pelan las semillas, hacen el llamado pan de hormiga y crían”, revela con pasión Roberto, un experto mirmecólogo y autor de varios libros sobre la cría de hormigas. Cuando empezó su andadura se dio cuenta de que no había ningún tipo de información, así que se puso manos a la obra y, junto con biólogos y entomólogos, ha realizado estudios científicos sobre varias especies y su comportamiento. También hacen descubrimientos que se revelan en otras tantas publicaciones. Su libro ‘Criar hormigas’ —14,99 euros, ya va por la segunda edición— es un compendio de todo ese aprendizaje.

Alfredo mostrando uno de los hormigueros más deseados por los clientes de 'Ant House', cuyo precio ronda los 100 euros. Fernando Ruso EL ESPAÑOL

—Roberto, ¿por qué las hormigas?

—Es que las hormigas son increíbles. Hay algunas que son esclavistas, que las tenemos en Granada, y que se dedican a robar toda la prole a otros hormigueros para ponerlas a trabajar y a cuidar a toda la colonia. Hay otras que son agricultoras, en el Amazonas, que se dedican a criar y cultivar un hongo que crece en la maleza y del que se alimentan. También están las legionarias, que son colonias de millones que salen en el Amazonas y son carnívoras. Salen en columnas a cazar pájaros. Son impresionantes, tienen unas bocas y mandíbulas increíbles. Van limpiando el suelo de insectos. Todo lo cazan y se lo llevan a su hormiguero para despedazarlos y comérselo.

—¿Se le puede coger cariño a una hormiga?

—[Ríe]. Hombre, si te pegas 15 años cuidando a esa hormiga ya te aseguro yo que sí. Tengo clientes que han pasado cinco años cuidando todos los días a su hormiga y me llaman cuando se le muere. Ninguno va a salir llorando porque se le ha muerto su hormiga, pero les da pena.

La esperanza de vida de una hormiga depende de la especie. Hay algunas que duran meses y otras que pueden durar hasta 15 años, en el caso de las reinas.

Roberto se emboba con pasión al mirarlas. Las observa el tiempo justo antes de seguir con su ajetreo diario. Con su tránsito errático por las distintas estancias de su nave industrial. De la sala de corte a la de preparación de pedidos, de ahí a la oficina. A su alrededor todos están trabajando al mismo ritmo. Todos han adquirido los hábitos de las colonias que venden. Y zanja: “Aquí somos más hormigas que cigarras”.