- ¿Mi estreno como detective? Vigilando a un comandante del ejército en Barcelona. Me lo encargó una novia que no se fiaba de él. 

Dice Jorge Colomar que el arma más importante de un detective es la psicología. Tan necesario como esto, añade, poseer un vasto conocimiento sobre innumerables materias. Solo de ese modo puede uno acceder a la mente de los más sofisticados criminales. El objetivo siempre es el mismo: comprender los engranajes de su cerebro. Y luego lograr atraparlos. 

Estamos, quizás, ante el detective más importante que ha habido en España en las últimas décadas. Cuenta a EL ESPAÑOL que, en una de sus más recientes aventuras, el ecosistema reservado y solitario de este sabueso ha venido a confluir con la acción y las pesquisas de los cuerpos especializados de la Policía Nacional y de la Guardia Civil.

Para ello ha buceado en los últimos años en una materia que es, a la vez, una de sus principales pasiones: los robos y los ladrones de arte y patrimonio en el territorio español. Esta semana, el detective, junto con otros investigadores de la Benemérita, se adentra en la historia de la recuperación del relieve de La Templanza, que desapareció en un incendio ocurrido durante la guerra civil en la Catedral Magistral de Alcalá de Henares. 

Poco a poco, Colomar reconstruye ahora en La 2, en 'Guardianes del Patrimonio', algunos de esos sucesos. Lo hace con la mejor compañía posible: la de los agentes protagonistas de esas pesquisas.

Jorge Colomar es un tótem en el submundo detectivesco. Fue el primero en poseer autorización para indagar en asuntos criminales, en delitos de sangre. Aplicó a decenas de ellos su voz grave de sabueso ronco. Lleva 42 años ejerciendo la profesión de las gabardinas solitarias. Un Sherlock Holmes cazando misterios reales. Un Alfredo Landa en El crack  de Garci. Algo queda de esa pátina: "Siempre trabajo en equipo con los colaboradores del despacho, pero cuando tengo un tema gordo entre manos, prefiero aislarme y hacerlo yo solo". 

Uno de esos casos comienza hace seis años. En 2014, el obispado de Alcalá de Henares, la Guardia Civil y el Ministerio de Educación tuvieron conocimiento simultáneamente de que el relieve 'La Templanza' estaba en manos de un anticuario inglés, que lo había identificado como una de las piezas desaparecidas de Alcalá. La adquisición se había realizado de buena fe en una subasta en Reino Unido en 2006 sin que en ese momento se supiera cuál era en realidad su verdadero origen, añade la Secretaría de Cultura.

La investigación desarrollada por la Guardia Civil, en colaboración con la Metropolitan Police de Londres, concluyó que la obra había salido ilegalmente de España en una fecha indeterminada. Después, el Obispado de Alcalá, con la ayuda de varios mecenas y una campaña de 'crowdfunding' gestionada desde Hispania Nostra, adquirió la pieza por el mismo importe que se había vendido años atrás.

A raíz de estas investigaciones, el Grupo de Patrimonio Histórico de la UCO de la Guardia Civil localizó 'La Prudencia' en el Museo de la Encarnación de Arte Sacro de Corella, de carácter privado y perteneciente a la Fundación Arrese, donde la pieza se tenía por una representación de 'La Caridad' atribuida al escultor gótico Gil de Siloé, sin que se conociera tampoco su verdadero origen.

Dos atletas de bronce

Dos imágenes de las estatuas de bronce recuperadas por los agentes de la UDEV.

Otra de esas exitosas operaciones lleva al detective hasta el año 2012. En enero de ese año llega un chivatazo a la Policía Nacional de Jaén, revelando que un yacimiento arqueológico situado en la finca Alcurrucén, en el municipio cordobés de Pedro Abad, había sido expoliado.

Junto a la división de Patrimonio Cultural de la Policía Nacional y la Guardia Civil y Playmedia Producciones, Colomar reconstruye los mayores robos de arte sucedidos en España en la última década. Es la primera aventura en el mundo del arte de esta productora.

Los propietarios del terreno, dos hermanos del pueblo, habían realizado un importante hallazgo: el de dos enormes y antiguas efigies. Estamos en el año 2012. Dos atletas vencedores, yacentes, fabricados en bronce aparecieron del interior de la tierra. Uno representaba, en el sentido clásico de la palabra, lo apolíneo; el otro lo dionisíaco. Eran dos esculturas únicas. Durante la investigación los agentes supieron que solo existían seis ejemplares similares en todo el mundo. Ambas formaban parte del conjunto escultórico Castór y Pólux, uno de los más expoliados en España en las últimas décadas.

Fueron recuperadas meses después por los investigadores de la Policía Nacional en el marco de la 'Operación Bronce'. Todo gracias a la brigada provincial de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) de la Policía Nacional. Fueron ellos quienes detectaron el hilo principal del entramado. Una vez realizado el hallazgo, los hermanos lograron contactar con un intermediario para deshacerse de las esculturas y ganarse un buen dinero.

Lo consiguieron en Baeza (Jaén). Allí, aquel hombre conocía, a su vez, al dueño de un anticuario de Lora del Río, desde donde se podía contactar con interesados fuera de España dispuestos a adquirir las estatuas monumentales. Así fue. Pronto localizaron a un millonario coleccionista italiano con el dinero suficiente para hacerse con ellas.

Las esculturas masculinas, totalmente desnudas, como manda el canon clásico, medían, respectivamente, 1,30 y 1,50 metros. Estaban muy bien conservadas. Ambas fueron fechadas después en los siglos I y II. Es decir, habían sido esculpidas en los años del Alto Imperio Romano.

Cada una estaba valorada en 6 millones de euros, pero nunca llegaron a venderse. Las indagaciones ya habían dado sus frutos. Las piezas se recuperaron apenas dos meses después de iniciar las pesquisas. Justo a tiempo de detener a los hermanos que las habían robado y a otras tres personas más implicadas

El negocio con el coleccionista italiano se había cerrado en una cifra cercana a 3 millones de euros por cada uno de los atletas de bronce. Una cifra irrisoria comparada con su valor real. Aún así, aceptaron. Los agentes, conocedores del mercado negro de obras de arte, sabían que el precio de las dos oxidadas efigies debía ser mucho más elevado.

Eran dos objetos excepcionales. Poco antes del inicio de la operación, cuenta el jefe del grupo a este diario, tuvieron noticia de una subasta en Londres en la que una estatua romana fabricada con el mismo metal se había logrado colocar por una cifra muy próxima a los 24 millones de euros.

Colomar investigando uno de los archivos E.E.

El mundo del arte le interesa desde hace tiempo. Y por eso Colomar entra en él con lupa. "Ha sido una experiencia muy enriquecedora. Me ha ayudado a ver facetas desconocidas de la cultura, de las universidades, de los departamentos de restauración, de los arqueólogos, de cómo trabajan. Es muy positivo, además, que La 2, la televisión pública, apueste de esta manera por la cultura". 

La primera vez que llegó un caso similar a su despacho de Barcelona fue en 2006. Ese año recibió la llamada de un coleccionista multimillonario español residente en la Ciudad Condal. Le habían entrado en casa para robarle 34 figuras de arte étnico, pequeñas esculturas procedentes de tribus indígenas africanas. "Tenía una de las dos o tres colecciones más importantes del mundo. Valía muchísimo dinero, millones", explica el detective. 

Gracias a sus sofisticados métodos, gracias a sus colaboradores y a sus fuentes, logró localizar una pista en Bélgica. Allí localizó ya vendidas tres de las piezas en propiedad del multimillonario. La operación finalizó unos cuantos meses más tarde tras otro viaje al centro de África. Allí localizó otras 22. 

Su amistad con Erik 'El Belga'

Colomar con un agente de la Policía Nacional implicados en las investigaciones. E.E.

La experiencia de este hombre de poblado bigote se inicia como ayudante en una agencia de detectives a mediados de los años 70. Años después, en 1978, Colomar fundó su propio despacho. La empresa desde la que gestiona sus pesquisas lleva el nombre de Investigator Detectives. 

Allí se encargan de todo tipo de asuntos: asesinatos, líos de faldas, seguimiento a defraudadores, casos de estafa... Y, por supuesto, robos de arte. "Pienso que es una actividad que va con mi idiosincrasia. Aquí los resultados dependen de uno que trabaja. Esta profesión me ha ayudado a crecer como persona, porque es un reto para mí. Cuando abres el despacho por la mañana, no sabes lo que te vas a encontrar. A lo mejor te llega un caso de repente y te tienes que ir a Sudamérica o a Europa. Y estás varios meses fuera". 

Colomar intenta aprender de todo tipo de tema, y es algo que se demuestra en las investigaciones junto a la enorme pericia de la Guardia Civil y la Policía Nacional. Esa curiosidad le llevó a realizar distintos másters de investigación y seguridad en Estados Unidos e Israel. Y también a hacerse con la diplomatura de Dirección de Seguridad de Empresas de ICADE. Y a escribir libros de filosofía oriental. Y a convertirse en experto en artes marciales. Y a manejar un avión.  

Por eso en el año 2006 se pasó varios meses en los cursos impartidos en el Instituto Superior de Arte (IART), en Madrid. Toda la materia estaba relacionada con el mundo del robo y el mundo del arte. Y por eso hace muchos años que conoce, trata y es amigo del que acaso sea el mayor ladrón de arte del siglo XX: René Alphonse van den Berghe, más conocido como  'Erik El Belga'. "Lo que le diferencia de los ladrones menores y de todos los demás es que es un gran entendido. Vive para el arte". 

Trabaron fuerte amistad años después del primer acercamiento. Erik, ya en una plácida vejez, mantiene su residencia en Málaga, y en ese exilio dorado en la Costa del Sol recibe, de vez en cuando, a este viejo amigo y a la vez rival. Bajan juntos a la playa. Quedan a comer frente a la arena, en Miguelito El Cariñoso, en las playas del Palo. Y hablan durante horas interminables sobre arte y sobre ladrones de arte. Sobre lo suyo. "Supongo que los polos opuestos se atraen. Es un hombre culto y a mí me gustaba escucharle hablar de cómo había logrado con su equipo sus grandes golpes. Esta es una profesión vocacional. Te gusta enfrentarte a misterios y ayudar a resolverlos".

El detective tomando notas en su cuaderno. E.E.

Uno de los robos que más le impactaron de los perpetrados por su amigo es el de la catedral de Roda de Isábena, hace 40 años, en el pirineo aragonés, la madrugada del 6 al 7 de diciembre de 1979. En solo una noche, Erik y su cuadrilla lograron llevarse del edificio religioso 30 obras de alto valor histórico en distintas furgonetas. Cuadros, imágenes, tallas, orfebrería medieval... Hasta la silla de San Ramón, una pieza excepcional del siglo IX que trocearon para luego poder sacarla del país. Muchas de las obras nunca han sido recuperadas. "Erik es, pese a todo, un sabio. A mí nunca me ha gustado lo que hace, pero lo que le diferencia es que él sí que sabe lo que busca".

200 robos al año en España 

El mundo de los ladrones de arte ha llevado a los agentes a especializarse y a informarse por completo para hacerse cargo de la excepcionalidad de lo que van teniendo entre manos. Otra de las hazañas recientes que trata la UDEV de la Policía Nacional en Jaén es la Operación Alfaro Ibero. Sucedió en 2017.

Colomar se desplazó hasta Jaén para desentrañar el misterio con los agentes de la localidad. Tras varios meses de investigaciones, los investigadores lograron saber cómo funcionaba esa banda formada por seis personas. Habían acumulado un enorme botín: hasta 750 piezas de un gran valor arqueológico. Entre ellas, dos gigantescas planchas de plomo, una romana y otra íbera, esta última un elemento único, la primera quizás en la que podría recoger la escritura de esa tribu antigua de la Península Ibérica. 

En el cosmos de estos asaltantes se mueven miles de millones de euros. Hay una media de 200 robos al año de obras de arte en toda España. Tan solo el 15 por ciento se recuperan. Cuadros, tesoros hundidos en fosas marinas costeras, joyas de orfebre, piezas exclusivas... La mayoría de ellos en casas particulares o iglesias desprotegidas y alejadas de lo urbanita. 

Restos arqueológicos de la operación Alfaro Ibero.

No es la única faceta en la que se maneja Colomar. Buena parte del prestigio de sus carrera procede de su trayectoria en la resolución de sucesos del mundo del crimen. El caso del doble parricida de Amposta fue uno de los más sonados que Colomar logró resolver. Sucedió en el año 1988. Nuestro protagonista logró atrapar al asesino en serie Ramón Laso, hombre casado, con hijos y familia. Un psicópata cuyos asesinatos eran siempre perpetrados contra familiares que se interponían en su camino ante sus aventuras y escarceos amorosos. 

Laso mató en 1988 a su esposa y su hijo. Solo cumplió ocho años de prisión. En 2009, acabó con la vida de su segunda mujer y de su cuñado. El detective resolvió el primero de los dos casos en tan solo mes y medio. 

Aparte de ese, toda clase de sucesos: el asesinato de Caspe, el de Esperanza Comas... A su agencia llegan todo tipo de casos: espionaje, finanzas, asuntos amorosos... El único que se le resistió, dice, es el caso de Juan Pedro Martínez, conocido como 'El niño de Somosierra', el joven de 10 años que desapareció en junio de 1986 cuando sus padres fallecieron al volcar el camión cisterna en el que viajaban. Nada se supo nunca más de él. 

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