En julio de 2016, dos hermanas se marcharon con su madre de viaje juntas a Grecia durante algunas semanas. Pasaron por Mykonos y otras islas cercanas. Contemplaron juntas los restos de la Grecia Clásica en Atenas. Tuvieron tiempo para las tres juntas, el objetivo era hacer piña, desconectar por completo, sin mirar el reloj, perderse en esos parajes del otro extremo del Mediterráneo, antes de marcharse, como cada año al llegar el mes de agosto, al pequeño refugio gallego en la zona norte de las Rías Baixas. En A Pobra do Caramiñal (A Coruña). Fue la última vez que las tres, Diana Quer, Valeria Quer y Diana López-Pinel, la madre de las dos chicas, se subieron juntas a un avión. Todo cambió desde entonces. 

Tras la resolución del caso, la detención de José Enrique Abuín Geyalias 'El Chicle' , y tras el posterior hallazgo del cuerpo de Diana, perdido en un pozo, atado con ladrillos y una cuerda, sumergido en el agua, única hija de los Quer López-Pinel siguió viviendo durante unos meses en la casa de su madre en Boadilla del Monte.

Fue así hasta hace unos pocos meses, cuando se fue a vivir sola a un piso en la localidad de Las Rozas. La joven vive ahora lejos de sus padres, pero con su hermana presente todo el tiempo en su día a día. Está en todo lo que hace, no puede olvidarse de ella y la recuerda en cuanto tiene ocasión.

Las vidas de los Quer nunca volvieron a ser las mismas. Tampoco la de Valeria. Las últimas semanas, las del juicio, han sido muy duras para ella, a un nivel que resultó muy complicado de soportar. Un total de 11 horas, tres jornadas enteras dentro de la sala ante el asesino de su hermana. Pero ella quería estar allí, mirando a la cara a aquel individuo. Este sábado se ha conocido el veredicto: El Chicle es culpable del rapto, la agresión sexual y el asesinato de su hermana Diana.

"Hay que estar siempre fuerte no queda otra, hay días que vendré y otros que no, pero aquí hay que hacer justicia con fuerza y con la cabeza alta". Con esa frase, pronunciada tras las gafas de sol que cubrían su rostro, dejaba claro por qué quería presenciar un relato tan terrible como el que se escuchó durante los días de lluvia gélida en los que transcurrió el juicio, en los juzgados de Santiago de Compostela.

Lejos quedan los días de aquel último viaje en Grecia, íntimos y felices. De entonces quedan solo las fotos. En una de esas instantáneas, que todavía Valeria posee, se las ve fijando su mirada al objetivo de la cámara en plena Acrópolis, delante del Partenón. Entonces aquella chica rubia apenas tenía 16 años. Su hermana 18. Fue el verano en que desapareció. Un mes después, su vida, y la de sus padres, cambió por completo en la madrugada del 21 al 22 de agosto. Diana no pudo regresar aquella noche a casa. 

Valeria junto a su padre, en una imagen reciente.

Valeria no quiso asistir la segunda semana del juicio al ya condenado Abuín. Quizás el momento más duro para ella fue el último al que asistió, cuando los buzos y los policías explicaron la extracción del cuerpo del pozo. Fue más de lo que la joven pudo soportar. 

Desde entonces, Valeria continúa con su vida, con su curso de maquillaje en el que vierte un buen porcentaje de sus esfuerzos. En la cuelga buena parte de sus actividades diarias en las redes sociales, desde lo que está preparando para cocinar hasta los paseos con sus dos perros, pasando por los nuevos tatuajes que va inscribiendo en su piel. A veces también tiene que desahogarse. Esta misma semana enviaba un mensaje a todos sus seguidores acompañado de una de sus fotografías disculpándose por no poder responder a todo el mundo:

-"Quiero pediros perdón a todas las personas a las que no os contesto. Simplemente no me lo tengáis en cuenta. Estoy pasando un momento muy duro de mi vida. Deciros que os leo y que me encantaría contestaros pero no me encuentro demasiado bien; agradeceros el apoyo y el amor".

Tatuajes, perros, deporte y peluquería

Valeria tiene dos perros que son como sus bebés. Los cuida, los mima y pasa con ellos largos ratos durante la semana. Los saca a pasear por los alrededores de su casa en Las Rozas. Los quiere como si fueran sus hijos. Viven con ella en su apartamento, son sus fieles guardianes. Forman parte importante de su rutina.

La joven suele frecuentar una conocida y prestigiosa peluquería del centro de Madrid, muy cerca de Gran Vía. Acude allí con cierta asiduidad. También sale de fiesta, como cualquier joven de su edad. Le gusta la música rock, salir de vez en cuando a desayunar, cocinar plácidamente en casa y también hacer deporte. Nada tiene que ver su vida con la de entonces. 

Valeria, en una imagen reciente en sus redes sociales.

A Valeria también le gustan los tatuajes. Estos han ido proliferando en los últimos años, y posee más de una decena situados en distintas partes de su cuerpo. Uno de ellos, en el gemelo derecho, reproduce el rostro de Diana. La pérdida lógicamente le marcó, como al resto de miembros de la familia, pero ha logrado revertirlo hasta convertir a su hermana en icono de la lucha feminista.

Una pancarta con su rostro la acompaña siempre a las manifestaciones, como la del 8M, y muchas otras, También acudió con ella, alzándola con sus manos, a la concentración en apoyo de la prisión permanente revisable. Un homenaje a una joven que solo salió, como muchas otras en todos los lugares del mundo, a pasárselo bien con sus amigos y que volvió andando a casa.

La música es otra de sus grandes pasiones, y Amy Winehouse una de sus artistas predilectas. También le gusta, de vez en cuando, salir de fiesta. Su vida, al final es como la de cualquier otra chica de su edad. 

Las navidades en Galicia

Las últimas veces que Valeria fue a Galicia lo hizo siempre con su madre. Juntas aparecieron hace algo más de un año, durante la jornada en la que los agentes de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, quienes dirigieron la investigación, se llevaron a 'El Chicle' al escenario del crimen para la reconstrucción punto por punto de los hechos. El asesino reprodujo su recorrido en la noche del crimen, todo el camino hasta la nave industrial. En un punto del recorrido aparecieron Valeria y su madre, Diana. 

Ambas intentaron acercarse al perímetro de las sábanas que cubrían el perímetro de seguridad en el que se estaba produciendo la reconstrucción y en el que se encontraba la comitiva judicial. Madre e hija lloraron desconsoladas, para luego abrazarse. Ocurrió a mediados de junio del pasado 2018. Diana dijo que estaba "mal", viviendo un momento "muy duro".

Todavía entonces lucía Valeria su larga melena rubia, como en los últimos años. Este año comenzó a dejarse ver en sus redes sociales ya con un nuevo color de pelo, castaño con nuevos y sofisticados maquillajes. 

Pese a los últimos acontecimientos en el seno de la familia, pese a la mudanza de Valeria en los últimos meses a un nuevo hogar, ya independiente tras cumplir la mayoría de edad, madre e hija siguieron yendo a la casa de A Pobra cada cierto tiempo en los últimos años. Por lo menos en las fechas señaladas. Las dos Navidades previas a la resolución del crimen y al hallazgo de Diana ambas se fueron a respirar el frescor y la brisa de su pequeño cobijo gallego.

José Enrique Abuín, alias 'El Chicle', en el banquillo el pasado mes de abril. Efe

Pasaron juntas aquel 25 de diciembre en Galicia. Celebraron allí también la Nochebuena, los dos días de fiesta seguidos, en la casa de los veranos. Recuperaron energías, rindiendo una suerte de homenaje a la hermana y a la hija, respectivamente. En ese entonces, todavía quedaba alguna esperanza. Hasta el final siempre queda algo.

Para la madre y para Valeria, este era quizás el modo de buscar esa proximidad, de sentirse cerca de Diana, de afrontarlo todo de cara. Al fin y al cabo, cuenta, es el último sitio en el que la vieron con vida, dijo la madre a EL ESPAÑOL: “Siempre que muere alguien querido, no sé por qué, siempre buscas esos sitios. Yo pienso que no hay que huir de las cosas. Por mucho que quieras esconder la cabeza, siguen ahí. Es mejor enfrentarlas que postergarlas. Ese es mi parecer”.

Una película en una noche de verano

Valeria ha contado alguna vez a quienes la conocen cómo fue la noche en la que desapareció Diana. La madrugada del 21 al 22 de agosto de 2016, era el último de las fiestas de A Pobra. Las dos hijas estaban aquel día en casa con su madre, viendo una película con el pijama puesto. Allí pasaban felices los veranos desde hacía muchos años, cuando sus padres localizaron aquel pequeño rincón frente a la Isla de Arousa.

Allí Valeria y Diana forjaron un nuevo grupo de amistades. Prueba de ello son los mensajes que Diana intercambiaba los días previos a la desaparición con varios de los amigos de veraneo en el pueblo gallego. Las conversaciones halladas en el móvil de la joven, aquellas en las que los agentes apreciaron un cierto valor, se añadieron al sumario al que ha tenido acceso EL ESPAÑOL después de ser analizadas.

Allí se advierte lo que el padre de Diana y de Valeria ha repetido en innumerables ocasiones en sus entrevistas: las suyas eran las conversaciones de una chica normal, las costumbres de una joven como cualquier otra, un verano como todos los veranos de la adolescencia, y le pasó a ella, dice el padre, como le podía haber pasado a cualquier otra. A cualquier otra mujer, claro está, que se interpusiera en el camino de 'El Chicle'.

-¿Hoy bajas?

-Sí. A las 11 (de la noche). 

-Si no, nos bajamos a pillar wifi a la playa. La garganta pochísima.

 -No puedo ni hablar, estoy súper afónica.

 -Y yo.

-Qué horror. 

-Jajajaja. Yo quiero ir a la playa. ¿Te vienes conmigo hoy un rato?

-Te digo en un rato porque no sé si voy a poder.

 -Vale. Pues me avisas. 

-Vale.

Interior de la nave de Asados, en Rianxo. B.C.

A eso de las diez, cuando están relajadas las tres en el sofá, absortas en las imágenes de la televisión una amiga le escribe a Diana para bajar a la última noche de las fiestas. Se termina animando. Valeria se queda en casa, y su hermana se despide con un beso y con un "Chao, Vale". Le pregunta luego a su madre si puede llevarla al pueblo. Diana madre acepta, coge el coche y conduce a su hija hasta el centro de Pobra, en la plaza del pueblo. Ambas se dan también un beso antes de bajar del coche. Diana se fue con los suyos y no emprendió el camino de regreso hasta las dos y media de la madrugada. 

Ella era mucho de no molestar si no era necesario. Y por eso, para no despertar a su madre, muchas veces volvía ella sola andando a casa, en un paseo que suele durar algo más de veinte minutos. A su regreso se intercambia whatsapps con varios de sus amigos, hasta que en un momento dado, en una intersección próxima a unas naves industriales ya algo alejadas del centro del pueblo, a la altura de donde se instalan las caravanas de las familias gitanas que montan las atracciones de la feria, Diana deja de responder. 

A la mañana siguiente, a Valeria la despertó su madre y le dijo: "Tu hermana no está". La pequeña de los Quer le restó importancia, y supuso que se habría quedado a dormir en casa de una amiga. Empezaron a preguntar a toda la gente que tenía contacto con Diana en el pueblo, pero nadie tenía la menor idea de dónde se había metido. Pasaron las horas y nadie sabía nada, así que cogieron una foto de Diana, se fueron a imprimir carteles, interpusieron la denuncia y después comenzaron a empapelar la localidad. Había que encontrarla. 

A partir de entonces todo cambió en sus vidas. Muchas noches de aquel verano, madre e hija se bajaban los edredones al salón y se quedaban durmiendo en el sofá. Sus días se basaban en esperar viendo los programas de la televisión, esperando noticias que nunca llegaban sobre la hija, la hermana  perdida. 

Noticias relacionadas